Le cuesta sumar minutos en San Martín de Tucumán, pero su refugio está lejos de las canchas

Pese a la poca continuidad en el "Santo", Lautaro Taboada se fortalece cada vez que vuelve a su hogar, donde el cariño y el respaldo lo impulsan a no bajar los brazos.

PREPARACIÓN. Taboada se mantiene enfocado durante las prácticas en el complejo Natalio Mirkin. PREPARACIÓN. Taboada se mantiene enfocado durante las prácticas en el complejo Natalio Mirkin. Prensa CASM

A veces, en el fútbol, no se trata solo de entrar a la cancha, sino de todo lo que ocurre antes: los silencios, las dudas y los abrazos que se extrañan. Volver a jugar después de mucho tiempo es como aprender a caminar otra vez, y cada paso necesita impulso. Para el delantero de San Martín Lautaro Taboada, ese impulso no vino de una tribuna ni de una ovación. Vino desde el oeste del conurbano bonaerense, desde la calidez de una casa compartida con su abuela, su mamá, su papá Héctor, y su hermano Benjamín. Vino del lugar donde nació el sueño y donde todavía se alimenta cada vez que vuelve.

En la derrota contra San Miguel, Taboada sumó 28 minutos. En los papeles, fue una participación más. Pero para él significó algo más profundo: fue un reencuentro con su esencia, una muestra de que, aunque el camino haya sido duro, todavía tiene cuerda para seguir. Y, sobre todo, que no está solo.

“Me sentí muy bien. Me costó un poco los primeros cinco o diez minutos, perdí un par de pelotas, pero después agarré ritmo. Estuve cerca del gol, y si esa pelota entraba creo que lo podíamos dar vuelta. Me sentí a la altura, que es lo más importante. Igual sé que todavía queda mucho por mejorar y mucho por dar”, resumió Taboada, con autocrítica y con la sinceridad de quien se exige todo el tiempo.

Claro; el presente lo encuentra reencontrándose con su cuerpo y con su confianza. La adaptación no fue sencilla. Volver al país después de su experiencia en North Texas Soccer de Estados Unidos y reinsertarse en el ascenso argentino, donde el margen de error es mínimo y la intensidad constante, implicó un proceso.

“En este tiempo me estoy sintiendo mucho mejor, más adaptado al club, a la provincia, al nivel de exigencia. Me costó bastante volver al país y al ascenso, que es una categoría muy difícil. Pero después de tanto tiempo creo que me estoy adaptando y encontrándole la vuelta para encontrar el mejor nivel”, aseguró el delantero de 21 años.

San Martín le dio contención, pero también exigencia. En ese doble frente, Lautaro reconoce el valor humano que lo rodeó en Bolívar y Pellegrini. “Por suerte la adaptación a la provincia fue buena. La gente del club y de afuera me ayudó mucho. Me siento cómodo y me gusta la provincia”, explicó.

En ese contexto, los días de receso fueron una bocanada de aire: un viaje corto a Buenos Aires, pero esencial para recargar energías.

“En estos tres días que tuvimos de receso aproveché para ir a visitar a mi familia. Es lo que más se extraña. Los mates con ellos, y sobre todo, las charlas. Gracias a Dios pude ir a visitarlos y recargar energías con ellos, que es importante”, contó el ex All Boys, y en sus palabras se percibe algo más que nostalgia: se percibe necesidad.

Lautaro nació en Morón, a unas pocas cuadras del estadio. Su familia sigue viviendo allí, en la casa de su abuela. Su papá, Héctor Taboada, no llegó al profesionalismo, pero jugó en la reserva de Almirante Brown y tuvo una larga trayectoria en clubes de barrio. Fue él quien lo inició en el fútbol y quien aún hoy sigue cumpliendo ese rol, aunque desde otro lugar.

EN FAMILIA. Taboada posa junto a su papá Héctor, su hermano Benjamín y su madre. EN FAMILIA. Taboada posa junto a su papá Héctor, su hermano Benjamín y su madre.

“Con mi papá volvimos a ver el partido y analizamos su experiencia de jugar al fútbol. Todo el tiempo me da consejos. Mi papá jugaba de delantero y decidí seguir sus pasos”, relató Lautaro con admiración.

Ese lazo se extiende también a su hermano menor, Benjamín, de apenas 12 años, quien ya empezó a transitar sus primeros pasos en el fútbol con la camiseta de Haedo Sur. “Somos bastante unidos con mi hermano. A pesar de los nueve años de diferencia, compartimos mucho. El fútbol y la Playstation, ja ja”, bromeó. “Nos mantenemos en contacto todos los días. Cuando voy a Buenos Aires trato de acompañarlo, de ir a verlo porque también está empezando en esto del fútbol. Es algo lindo poder acompañarnos en ese proceso”, explicó.

Para Taboada, la familia no es solo una compañía en los buenos momentos, sino el verdadero respaldo cuando las cosas no salen.

“Creo que son muy importantes porque cuando te está yendo bien y te salen las cosas como querés, hay mucha gente festejando eso. Pero los que están cuando las cosas no salen como querés son los que realmente importan, los que realmente te quieren. Para mí son una parte muy importante de mi vida”, reflexionó el delantero.

Mientras tanto, el objetivo inmediato es seguir ganando terreno en el equipo de Ariel Martos.

No se desespera, pero tiene claro a dónde quiere llegar. “De cara a la segunda rueda, me pongo como objetivo seguir sumando minutos y afianzarme entre los 20 convocados. Primero empezar por el primer gol y después ir sumando, ya sea goles o asistencias. Es mi característica más fuerte: el ataque”, dijo con convicción.

Mientras las prácticas continúan en el complejo Natalio Mirkin, Taboada cuida cada detalle de su preparación y valora los aspectos que no se ven, pero que marcan la diferencia.

 “Sé lo importante que es tener una buena base física para lo que queda del año. Las claves están en lo extra futbolístico: la alimentación y el descanso. Hago hielo y tomo los suplementos después de entrenar. Todo eso ayuda a recuperarse y a seguir entrenando al 100% en el siguiente turno”, contó sobre la mini pretemporada que se lleva a cabo en Cebil Redondo.

Y aunque el equipo no encontró su mejor versión en el último partido contra el “Trueno Verde”, Lautaro cree en el grupo y en lo que puede construirse desde adentro.

“Tuvimos una charla entre nosotros y hablamos de esto. Creo que las claves para seguir arriba son el compromiso, el esfuerzo y, sobre todo, la convicción. Muchas veces lo que falta es creérsela un poco, porque creo que estamos para pelear ahí arriba”, aseguró.

La base sólida que sostiene cada intento

Mientras tanto, Taboada sigue su camino. No se trata de esperar el viento a favor, sino de sostenerse con lo que no se ve: las charlas con su papá, los mates con su mamá, la complicidad con su hermano y hasta el amor de su abuela. 

Comentarios