La Fórmula 1 y el lifestyle de lujo

La Fórmula 1 y el lifestyle de lujo

Este domingo, a las 10 de la mañana hora argentina, Franco Colapinto volverá a competir en la Fórmula 1 en el circuito de Imola. Su regreso a la máxima categoría del automovilismo despierta entusiasmo entre los fanáticos argentinos y genera una nueva conexión para nuestro país con el universo marcado por la velocidad y el lujo. Porque la F1 ya no es solo un deporte: es un show minuciosamente diseñado donde cada detalle –desde el reloj de un piloto hasta quién se muestra en los boxes– forma parte de una estrategia más amplia de construcción de marca.

La Fórmula 1 y el lifestyle de lujo

Pero ¿cómo se construye esa imagen tan cuidada? Parte de la respuesta está en el estilo de vida que llevan quienes forman parte del paddock. La Fórmula 1 es hoy el deporte número uno en términos de lujo y exclusividad: por la acotada selección de pilotos que logran llegar a la categoría, por la enorme inversión económica que requiere cada etapa del ascenso profesional, por el reducido número de escuderías que compiten y por las marcas de alto perfil que rodean a este mundo. La exclusividad no solo se ve en la pista o en los boxes, sino también en los lugares donde viven los pilotos, las marcas que los rodean y las trayectorias que los llevaron hasta allí.

Ese estilo de vida exclusivo comienza con una geografía concreta: Mónaco. Este pequeño principado independiente, ubicado en la Riviera francesa entre el mar Mediterráneo y los Alpes, es uno de los territorios más densamente poblados del mundo, con unos 39.000 habitantes en apenas dos kilómetros cuadrados. Su idioma oficial es el francés, y su clima mediterráneo ofrece inviernos suaves y veranos cálidos, lo que lo convierte en un lugar atractivo durante todo el año.

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En la actualidad, la mayoría de los pilotos comparten un mismo domicilio fiscal. Nueve de los veinte pilotos del campeonato residen allí, entre ellos Max Verstappen, Lewis Hamilton, Charles Leclerc, Lando Norris y George Russell. La mayoría, elige específicamente Montecarlo, el barrio más emblemático, conocido por el casino, los hoteles de lujo, la vida nocturna y la cercanía al circuito urbano más icónico de la F1.

El entorno de la ciudad es privilegiado y también se destaca por la seguridad que ofrece. Sin embargo, el atractivo principal para los multimillonarios que viven en este país, es su régimen fiscal: no se pagan impuestos sobre la renta ni sobre las ganancias de capital.

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Además, a esto se suma el alto nivel de privacidad del que disponen. En Montecarlo, existen leyes que prohíben la fotografía profesional sin consentimiento -los famosos paparazzis- lo cual encaja perfectamente con el perfil reservado que suelen mantener los pilotos dentro y fuera de las pistas.

Por otro lado, vivir en Mónaco es vivir en el corazón de Europa. Esto les  permite a los pilotos una mejor logística para mantenerse cerca del calendario europeo de la F1, reducir los tiempos de viaje y la fatiga, entrenar en centros de primer nivel y estar inmersos en una comunidad de alto poder adquisitivo.

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Pero por supuesto que la exclusividad tiene su precio: Mónaco es reconocido como el mercado inmobiliario más caro del mundo. Las cifras de la mayoría de sus inmuebles superan ampliamente a las de otras ciudades como Hong Kong, Nueva York o Londres. Departamentos con vista al mar en barrios como Montecarlo o Fontvieille superan fácilmente los 10 millones de euros.

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Un ejemplo de este estilo de vida es el neerlandés Max Verstappen, que ganó cuatro campeonatos del mundo con sólo 27 años. El piloto vive en un departamento valuado en 15 millones de euros, cuenta con algunos lujos como un yate llamado Bagheera que compró en 2021 por 6 millones de euros y un jet privado Dassault Falcon-900EX, que adquirió por 14 millones de euros y tiene un costo de mantenimiento anual de un millón de euros. Además, y obviamente, tiene una colección de autos de alta gama que incluye un Aston Martin Valkyrie de edición limitada valuado en 2 millones de euros, una ganga.

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Por su parte, Lewis Hamilton es actualmente el piloto con mayor patrimonio neto de la Fórmula 1, con una fortuna estimada en alrededor de 285 millones de dólares. Aunque hoy otros corredores más jóvenes dominan la competencia en lo deportivo, ninguno alcanzó aún su nivel de riqueza acumulada. Esto se debe, en parte, a sus años de trayectoria en la categoría, sus múltiples campeonatos y a su capacidad para capitalizar su imagen a través de contratos publicitarios y emprendimientos personales. Conocido por su estilo de vida elite, Hamilton se destaca por su interés en la moda, su presencia en eventos internacionales y su exclusiva colección de automóviles. Entre sus propiedades se encuentra una lujosa residencia en Mónaco con vista al mar Mediterráneo, además de inmuebles en Londres, Nueva York, Los Ángeles y Colorado.

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Sin embargo, detrás de estas vidas de lujo y exposición global, existen historias personales muy diferentes. Algunos provienen de familias con recursos significativos, como Lance Stroll, hijo del empresario Lawrence Stroll, y Lando Norris, cuyo padre es uno de los empresarios más acaudalados del Reino Unido. También existen otros casos donde ya existían vínculos familiares con el automovilismo como Max Verstappen, quien es hijo del expiloto Jos Verstappen -y ya ha superado la carrera de su padre-, o Mick Schumacher, hijo de Michael Schumacher.

Pero, también existen trayectorias construidas con sacrificio familiar. Lewis Hamilton inició su carrera con el apoyo de su padre, que trabajó en varios empleos para costear su formación. Esteban Ocon vivió durante años con su familia en una casa rodante para poder competir. Fernando Alonso, criado en una familia trabajadora en Asturias, logró avanzar sin respaldo económico significativo. Y nuestro piloto Franco Colapinto, accedió a la Fórmula 1 con el apoyo económico de su familia y empresas argentinas que lo patrocinan.

Más allá de sus trayectorias personales, todos comparten el hecho de haberse convertido en embajadores de un ecosistema altamente codificado, donde la selección de patrocinadores también responde a un criterio de exclusividad. La Fórmula 1 funciona como una plataforma global para marcas de lujo. Sin embargo, no cualquier empresa puede ingresar a ese círculo: más allá de la inversión económica, se exige afinidad con los valores del deporte, como la innovación, la tecnología y la excelencia.

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En 2024, el grupo LVMH (Moët Hennessy Louis Vuitton) firmó un acuerdo por diez temporadas con la F1. Se trata de uno de los conglomerados de lujo más importantes del mundo, con marcas que abarcan desde moda y relojería hasta vinos y fragancias. La alianza incluye la presencia de Louis Vuitton como patrocinador principal del Gran Premio de Australia, además de la elaboración de los estuches oficiales para los trofeos, hechos a mano por artesanos de la maison.

TAG Heuer, la histórica firma suiza de relojes deportivos de alta gama, es otro ejemplo de marca asociada al automovilismo. También Richard Mille, otra relojera de lujo, que se caracteriza por el desarrollo de piezas extremadamente técnicas, livianas y exclusivas. Por otro lado, Moët & Chandon, por su parte, es una de las casas de champagne más lujosas del mundo y símbolo habitual de celebración en el podio de la F1.

Este mismo criterio de exclusividad se aplica también a las escuderías, que eligen cuidadosamente a sus aliados comerciales. En Argentina, el caso de Colapinto trajo consigo una participación de marcas locales que hoy tienen visibilidad internacional. Empresas tecnológicas como Globant y Ripio, energéticas como YPF, y otras como Quilmes Cero o Bigbox, se sumaron al patrocinio del joven piloto. Su presencia en la F1 no solo impulsa el deporte, sino también posiciona a esas compañías en una vidriera de alcance global.

El regreso de Franco Colapinto permite a los argentinos acercarnos, aunque sea simbólicamente, a ese mundo donde competir no es solo una cuestión de velocidad, sino también de pertenencia a una elite internacional. Y una vez más, nos encontramos con un lugar, posicionados, en algunos de los escenarios más relevantes, no solo del deporte, sino del mundo.


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