El ministro Luis Caputo.
¿El nivel de gobierno y el partido político son irrelevantes. Cuenta la leyenda que el militante se acercó a saludar al funcionario y éste, temiendo un reclamo, le quiso ganar de mano:
-Ya está lo tuyo, mi viejo querido -le dijo como paraguas mientras le palmeaba el hombro.
-Pero yo no te pedí nada -contestó el primero.
-Es una sorpresita -replicó el funcionario con un guiño cómplice y se alejó.
La relación entre promesas y sorpresas es complicada en política. Por eso la anécdota es inverificable pero verosímil. Algunos puntos destacados son que el político olvidó a quién le prometió qué cosa; que claramente tenía promesas incumplidas pero no sabía con quiénes; y que la salida al lance se convirtió en promesa. No hay registro de cómo terminó la historia aunque puede intuirse que con un incumplimiento, que antes de la improvisación no hubiera ocurrido porque no había promesa.
El ministro de Economía de la Nación, Luis Caputo, no tiene por qué estar al tanto de algunas tucumanidades pero le hubiera venido bien tener en mente algo como lo narrado cuando el martes pasado anunció que en dos semanas habría una sorpresa para alentar el uso de dólares en la economía doméstica.
Dos elementos impulsarían la medida, uno que no mencionó y el otro sí. El no aludido es el poco uso de las cuentas en dólares para las transacciones comunes con tarjeta de débito. Es posible desde hace dos meses pero no se lo aprovecha. Una explicación es que las personas todavía no quieren arriesgarse a desprenderse de las divisas salvo que sea imprescindible. Esto es consistente con un aumento, tras el cepo, de los depósitos en dólares junto a una leve caída de aquellos en pesos cuando la relación entre la variación de la cotización y la tasa de interés alentaría a seguir colocado en moneda nacional para luego comprar dólares.
El otro elemento, según expresó Caputo, sería la falta de pesos para dinamizar la actividad económica. ¿Exageró el gobierno con la astringencia monetaria para frenar la inflación? El dinero es esencial para el movimiento de una economía diversificada, y tanto su exceso como su carencia traen problemas. Como es sabido, si la emisión termina en aumento de demanda por bienes que no es respondido en la misma medida por aumentos en la oferta de bienes el resultado es inflación. Pero según el Ministro hoy faltarían pesos y por eso quiere que circulen dólares.
Ahora bien, una economía puede funcionar con cualquier cantidad de dinero según los precios nominales. La cantidad de dinero (M3 total) para marzo 2025 fue de casi 123 billones de pesos, pero bastaría con un solo peso. Claro, los precios deberían expresarse en cifras desacostumbradas: todo dividido en 123 billones. Un café en pesos costaría 2,03 por diez elevado a la menos once, “cero coma” y diez ceros más hasta llegar al dos. Si todos los precios, salarios, honorarios y ganancias bajaran su expresión nominal al mismo tiempo en el mismo porcentaje el dinero alcanzaría. Pero no funciona así.
Los procesos deflacionarios van por escalones, como los inflacionarios, y dejan en el camino cierres de empresas y despidos. Por eso el gobierno quiere insuflar dinero y para no jugar con el riesgo inflacionario apunta a los dólares privados. ¿Cómo? Vaya uno a saber. Pero al menos puede pensarse que sería poco útil alentar a pagar impuestos con dólares. El gobierno ganaría si venciera al temor del público a desprenderse de divisas porque tendría dólares para pagar deuda, pero no llegarían al circuito económico, que es el objetivo declarado, salvo que los reinsertara abonando sueldos en dólares. Pero si quienes pagaron antes fueran distintos de quienes cobrarían ahora, la divisa se atesoraría de nuevo. Incluso si ofreciera descuentos a quienes pagasen en dólares los contribuyentes podrían aprovechar para pagar menos tributos y usar los pesos que hubieran destinado a impuestos a comprar más dólares que antes gracias al descuento. Lo que, a su vez, subiría la cotización. Sí, alentaría alguna dolarización, pero sin ventajas inmediatas.
Otro riesgo es ideológico. Suena a la llamada “teoría monetaria moderna”, un sinsentido que justifica la irresponsabilidad fiscal y monetaria. Sus proponentes sostienen que es dinero aquello que el gobierno reclama para cobrar impuestos, por lo tanto no existe el riesgo señalado por los monetaristas de descensos en la demanda por dinero porque si el gobierno lo pide la gente siempre lo demandará. La inconsistencia de la idea puede verse imaginando que la ley obligara que los impuestos se paguen con lechones. Las personas seguirán usando lo que quieran como dinero y simplemente habría aumento de la demanda por lechones en las fechas de vencimientos tributarios. Buen negocio para los criadores, por lo que seguramente el gobierno estatizaría sus establecimientos (a lo que seguiría un aumento en la oferta de porcinos con la consiguiente baja de precios y producción a pérdida). Y Argentina presenta el contraejemplo práctico. Por más que los impuestos deben pagarse en pesos, cuando hay exceso de emisión las personas se lo sacan de encima y si la emisión es mucha las personas gastan más rápido aun (la demanda por pesos cae) y se acelera la inflación.
Dinero es todo aquello que sirve como unidad de cuenta, medio de pago, depósito de valor y patrón de transacciones diferidas, no importa lo que diga la ley. Si el gobierno cobrara impuestos en dólares en realidad estaría reconociendo que para las personas el dólar es dinero, no lo convertiría en dinero, pero alguna chicana se comerá en el camino.
Queda una semana para el anuncio de Caputo. Que haya prometido una sorpresa da pie a especulaciones inocentes como la presente pero también puede ocasionar incertidumbres dañinas. Como en la anécdota del comienzo, las declaraciones del Ministro se convirtieron en promesas. Pero las sorpresas no se preavisan, se dan. De lo contrario, además de especulaciones puede haber decepciones.








