UN EXPERTO EN PAPADOS. Diego Mauro investiga desde Rosario las dinámicas de la Iglesia mundial.
“Desde una perspectiva histórica, el papado de Francisco es importante y estará a la altura de los más relevantes del período contemporáneo. En 2013, pocos imaginaban que duraría más de una década. De hecho, buena parte de los analistas -yo me contaba entre ellos- pensábamos que no podría hacer demasiado por revertir la crisis de la Iglesia marcada por los casos de abuso a lo largo y ancho del mundo, el descenso de los fieles en América Latina, las filtraciones a la prensa (los conocidos Vatileaks), los indicios de corrupción en el Banco Vaticano, etcétera. Pero, contra los pronósticos iniciales, logró mucho más de lo que se pensaba. No quiere decir que todos los problemas hayan desaparecido, pero a nivel internacional pudo relanzar al catolicismo como una voz potente”.
La opinión es de Diego Alejandro Mauro, historiador y profesor rosarino y uno de los principales analistas argentinos sobre la evolución de la Iglesia católica como figura global y su incidencia en las sociedades. En diálogo con LA GACETA, señaló que los cambios impulsados por Francisco fueron posibles “porque con mucha habilidad y muñeca política puso en marcha un proceso reformista en varios planos sin anunciarlo mucho; no dijo ‘voy a refundar la Iglesia’, ‘voy a hacer un nuevo Concilio’, ‘voy a iniciar una gran reforma’… nada eso, empezó a hacerlo sin anunciar nada”.
“Eso fue un gran acierto y le permitió avanzar con cosas importante como el Sínodo de la Sinodalidad, y una actualización de la doctrina social católica. En el plano de la política internacional, sus viajes por todo el mundo, su uso de las redes sociales y sus habituales entrevistas han sido también muy relevantes a la hora de fortalecer al papado. Pero en simultáneo, obviamente, las tensiones internas han crecido durante su mandato y eso se reflejará en el cónclave para elegir al nuevo Papa”, agrega.
- ¿El inminente cónclave será extenso o breve?
- En general, en el último siglo los conclaves no han durado más de tres o cuatro días. Aún cuando muchos coinciden en que puede ser difícil lograr consensos, dadas las divisiones que existen, lo más probable es que se resuelva, a lo sumo, en pocos días. Francisco, por ejemplo, fue elegido tras cinco votaciones en un día y medio. Juan Pablo II requirió de ocho votaciones en cuatro días. Si mal no recuerdo, el más extenso del siglo XX fue el de Benedicto XV en 1914 que duró unos cinco días.
- ¿Cuáles son tus expectativas sobre el futuro pontífice, será de continuidad o de cambio?
- De los 135 cardenales en condiciones de elegir se anunció que van a participar 133. La gran mayoría ha sido nombrado por Francisco (108). Esto a veces se interpreta apresuradamente como una prueba de que el sucesor va a ser alguien en sintonía con su perspectiva teológica; sin embargo, las cosas no son tan sencillas, porque los nombramientos no siempre dependen de la voluntad del Papa. En muchos casos, Francisco ha intentado evitar llevar las tensiones a un punto de no retorno, tratando de mantener cierto equilibrio entre los distintos sectores. Él lo dijo una y otra vez: “la unidad es superior al conflicto”. Por otro lado, el cónclave no es una institución basada en las lógicas de la democracia representativa. Los cardenales no sólo tienen en cuenta argumentos políticos. Por supuesto que se conforman grupos por afinidad teológica, doctrinal, ideológica, etcétera; pero también no debemos olvidar que, en buena medida, los cardenales creen. Tenemos que creerles que creen. En este sentido, hay una dimensión religiosa que interviene en la toma de decisiones. Para los católicos es el Espíritu Santo. Desde una perspectiva más desencantada, diríamos que participan de numerosas instancias de reflexión, de autoanálisis, de introspección en las que buscan señales o indicios de cuál debería ser el rumbo a seguir.
- Al votar se invoca al Espíritu Santo, pero en este momento previo se habla de negociaciones políticas...
- Ambas dimensiones se funden en la toma de decisiones. No debemos olvidar algo que es básico, pero a veces dejamos demasiado en segundo plano: el catolicismo romano es una religión. Los cardenales son personas de fe y creen que el Espíritu Santo interviene. Esto, insisto, no impide que al mismo tiempo defiendan posturas políticas concretas y apelen a muchas de las tácticas habituales de la vida política -la “rosca”, como se dice- pero la fe no deja de estar presente. En parte, por eso, es habitual que los cónclaves deparen sorpresas.
- ¿Eso abre la puerta a que se elija algún tapado?
- Es posible. De hecho, Jorge Bergoglio no estaba entre los papables en 2013; y tampoco Juan Pablo II en 1978. Su elección fue una salida al bloqueo que las tendencias conservadoras aplicaron sobre el cardenal Giovanni Bellini, cercano colaborador de Pablo VI y considerado en ese momento el candidato más firme. Por eso, en parte, suele decirse que quien entra Papa al cónclave sale cardenal.
- ¿Sería posible democratizar la forma de elegir al Papa?
- En la historia del catolicismo, los debates sobre las formas de gobierno en la Iglesia y los principios de autoridad han sido una constante. Te diría que se discute sobre esto casi de manera permanente. Simplificando mucho, te puedo decir que ha habido dos grandes enfoques: los que han defendido una mayor colegialidad, es decir, la participación de los obispos en organismos como los sínodos, y los que, en la vereda de enfrente, han priorizado la autoridad papal. Estos últimos son los que se imponen en el Concilio Vaticano I (1870) y declaran la “infalibilidad papal” en cuestiones de doctrina. En el Concilio Vaticano II este tema fue uno de los grandes asuntos de debate y de los principales motivos de controversia, por ejemplo, en América Latina. La definición de la Iglesia como “Pueblo de Dios” admite varias interpretaciones. Con Francisco el tema volvió a la palestra sobre el final, sobre todo cuando se puso en marcha en 2018 lo que denominó el “Sínodo de la Sinodalidad”, que concluyó en 2024. Los sínodos son reuniones de obispos, como los concilios, pero se diferencia en que sus resoluciones son solo de carácter consultivo y, por tanto, el Papa sigue teniendo la última palabra. Francisco innovó bastante como una metodología más participativa, de abajo hacia arriba, con la participación de laicos y mujeres, ambos con derecho a voto. Un hecho inédito en la historia de la Iglesia. Podríamos decir que el Sínodo ha estado más en sintonía con la idea de una iglesia como “Pueblo de Dios”. Además, la agenda de temas tratados fue bastante amplia: el diaconado femenino, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, el tratamiento de los casos de abuso, las relaciones con la comunidad LGBTI+, el acceso de hombres casados al sacerdocio... El balance sobre lo logrado, no obstante, es motivo de fuertes discusiones. Para los grupos tradicionalistas, ha profundizado el relativismo y la crisis de la Iglesia; para los más progresistas, se ha quedado a mitad de camino.
- Tu nuevo libro se titula “La invención del papado contemporáneo” (ver “Estudio...”), ¿qué lo caracteriza?
- El libro empieza con el papado de Pío IX en el siglo XIX, porque entendemos que es cuando comienza a surgir el papado contemporáneo, tal como lo entendemos actualmente. Antes, el Papa era un rey, un monarca entre otros en Europa. Tenía que cobrar impuestos, administrar un territorio que ocupaba una parte importante de la península itálica, sofocar levantamientos... En 1870 termina de ser derrotado militarmente por el Ejército italiano y culmina el proceso de unificación de ese país.
- ¿Cuál fue la primera reacción?
- Pío IX queda encerrado en el Vaticano ocho años hasta su muerte; reclama una y otra vez la devolución de los Estados Pontificios y adopta posturas totalmente intransigentes con el mundo. Su sucesor, León XIII, se da cuenta de que no puede seguir en esta tesitura a riesgo de condenar al papado a su desaparición. Comienza a moderar algunas posturas, a plantear reformas y a tender puentes con el mundo. Poco a poco, se da cuenta que la derrota militar y la pérdida de los territorios no son necesariamente malas noticias. Ante todo, porque la derrota lo libera de las funciones terrenales y de los compromisos europeos. Le da más autonomía y la posibilidad de influir sobre los católicos de todo el mundo con mayor contundencia.
- El resultado actual indicaría que logró ese objetivo.
- En su papado comienza un proceso complejo, largo, que lleva medio siglo por lo menos, a través del cual deja de ser la cabeza de un Estado más en Europa y se reconstruye poco a poco como una autoridad religiosa -y política, claro está- de alcance cada vez más global. El Vaticano emerge, progresivamente, como la cabeza de una red diplomática potente que no tiene ya que mendigar dinero y ayuda militar a las potencias europeas y puede ocuparse de gobernar una Iglesia que se hace cada vez menos europea y más universal. Un Papa, a fin de cuentas, potencialmente mucho más poderoso e influyente. Era algo que advertían en su época políticos de la talla del canciller alemán Otto von Bismark, quien se lamentaba de que negociar con el papado de finales del siglo XIX no fuera tan fácil como antes, cuando bastaba mandar un barco de guerra a Roma para que entrara en razón.
Bio
Diego Mauro es Licenciado en Historia; Doctor en Artes y Humanidades; docente en la Universidad Nacional de Rosario y miembro del equipo de Investigaciones Socio Históricas Regionales de Rosario y del Conicet. Escribió “Catolicismo y sociedad de masas en la Argentina”, “De los templos a las calles” y “Reformismo liberal y política de masas”, entre varios más.
Una institución del siglo XI: el veto a un candidato en 1903
La mecánica de elegir un Papa fue cambiando durante la historia, atento a consideraciones políticas y religiosas, hasta llegar al diseño actual de un cónclave cerrado de cardenales electores que asumen la responsabilidad, como ocurrirá desde el miércoles. Mauro Diego precisa que “en términos formales, la institución cónclave en sí, se instituye en el siglo XI y termina de tomar forma en el siglo XII, cuando se fija en dos tercios el mínimo de votos necesarios”. “En parte, el objetivo de estas reformas era disminuir la conflictividad del cristianismo. Hasta entonces, en teoría, el Papa surgía de la libre voluntad de los católicos. En los hechos, la nobleza italiana y figuras claves como la del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico eran determinantes. Los conflictos derivaban en luchas interminables de las que surgían frecuentemente los llamados ‘antipapas’: personas que reclamaban el trono de Pedro”, señala el historiador. Como ejemplo de las crisis, menciona que “cuando murió León XIII en 1903, el sucesor natural era su secretario de Estado Mariano Rampolla, pero no pudo ser elegido por que el emperador Francisco José, de Austria, lo vetó y en su lugar se eligió a Pío X”. “Era un papado muy distinto al de hoy. Es importante entender que hasta finales del siglo XIX el Papa era un monarca y por tanto era la cabeza de un reino, los Estados Pontificios. Su elección estaba en buena medida influída por la política europea y dependía de ella”, resalta.
Amenazas para el futuro: posibilidades sobre la mesa
“El desafío principal que enfrenta la Iglesia en este momento me parece que proviene del interior”, advierte el historiador rosarino Diego Mauro a LA GACETA ante la inminente elección de un nuevo Papa, que será la conclusión de las negociaciones en marcha entre los cardenales. En ese contexto, alerta que la institución Iglesia “es un universo atravesado por fuerzas antagónicas y un poblado de grupos, tendencias y sectores muchas veces enfrentados y con miradas muy distintas sobre casi cualquier tema, por lo que mantener la cohesión de una estructura así no es tarea fácil”. Resalta que en la gestión de Francisco “se ha defendido una Iglesia de ‘puertas abiertas’, posición que enfurece a los sectores conservadores, para quienes debe parecerse a club exclusivo y amurallado, de elegidos, con pocos accesos e infinidad de condiciones morales”. “Habrá que ver si el nuevo Papa expresa una cierta moderación, como podría ser el italiano Pietro Parolin (uno de los principales candidatos al Trono de Pedro), o si se toman rumbos más radicales con el riesgo de precipitar algún tipo de cisma. De hecho, en los últimos días, una de las voces conservadoras más importantes, la del cardenal Gerhard Müller, ha dejado entrever que si el cónclave profundiza la senda de Francisco no puede descartarse algún tipo de ruptura. Así que, de momento, todas las posibilidades están sobre la mesa”, concluye el especialista.
Estudio sobre los últimos cambios: “La invención del papado contemporáneo”
El argentino Diego Mauro y el español Vicente Díaz Burillo publicaron recientemente “La invención del papado contemporáneo. De Pío IX a Francisco” (Editorial Catarata), un trabajo en el cual abordan los cambios introducidos en la conducción de la Iglesia en los últimos 150 años, dentro del proyecto de investigación “The Vatican show. La Iglesia Católica en la sociedad del espectáculo” financiado por la Universidad de La Laguna (Tenerife, España). “¿Cómo es posible que una institución que a finales del siglo XIX se encontraba acorralada, desprestigiada, prácticamente arruinada, sea hoy capaz de influir en los temas que más preocupan a la sociedad? ¿Cómo se ha producido esa transformación en tan corto espacio de tiempo?”, son dos de las preguntas que impulsaron a los autores, como consta en la introducción, y que responden en 206 páginas.








