Adiós a Hugo Orlando Gatti: el "Loco" que convirtió el arco en un escenario
Hoy, Gatti falleció a los 80 años en el Hospital Pirovano de Buenos Aires. El exarquero fue una de las grandes figuras del fútbol argentino en las décadas de 1970 y 1980: disputó 817 partidos en Primera División y ganó varios títulos internacionales con la camiseta de Boca.
ARCHIVO LA GACETA.
La locura es la chispa de los genios. Quizás los genios tienen que ser un poco locos. Hugo Orlando Gatti encarnaba ambas cosas dentro de la cancha. Atajaba remates, pero también desafiaba la lógica del fútbol. No solo cuidaba el arco: reinventó el rol del arquero y marcó un estilo que trascendió los límites de las canchas.
El “Loco” era excéntrico, controvertido, acróbata y desvergonzado. Usaba vinchas de colores, llevaba el pelo largo y parecía como si el ridículo nunca hubiera existido para él. Salía desde el fondo con la pelota dominada, queriendo ser uno más… sin dejar de ser único. Era un rockstar del fútbol argentino, con una filosofía que repetía como un mantra: “Gatti es show y fiesta popular”. Esas locuras fueron las que lo convirtieron en un símbolo, una fuente de inspiración para los argentinos que hoy lo despiden con una sonrisa triste, aunque mantendrán vivo el legado del “Loco”.
Gatti, de 80 años, estaba internado por un grave cuadro de neumonía en el Hospital Pirovano. Según trascendió, su familia decidió quitarle el respirador ayer debido a su estado irreversible.
El “Loco” era desparpajado y pícaro. Tenía una gran velocidad para responder y un carisma que atravesaba las pantallas. Lo demostró desde su debut en el profesionalismo el 5 de agosto de 1962 con Atlanta. En la previa al partido frente a Gimnasia de La Plata por la fecha 12 de Primera División, el preparador físico quiso tranquilizarlo y quitarle presión. “Tranquilo, pibe. No te preocupés si entra alguna. Mirá que a todos los arqueros les hacen goles”, le dijo. “¿Por qué voy a estar nervioso si yo soy un crack?”, respondió.
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Incluso después de la derrota, mantuvo su postura: “¿Qué problema va a tener? ¿Después de este partido no me va poder sacar más?”, lanzó con una sonrisa desafiante. Así nacía el mito de un arquero que jugó 765 partidos en la Liga Argentina y 817 en Primera División a lo largo de 25 años de carrera.
Era fanático de Amadeo Carrizo, una de las leyendas de River. Si bien se consideró un discípulo suyo, siempre trabajó para intentar superarlo. “Yo voy quitarle el puesto a Carrizo”, era una de las frases más recordadas del joven Gatti, que llegó a defender los colores del “Millonario” entre 1964 y 1968.
Las vueltas de la vida lo convirtieron en ídolo de Boca. Llegó en 1976, jugó 417 partidos con el buzo del “Xeneize” y levantó los títulos más importantes de su carrera: dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Durante ese período, alcanzó la popularidad como uno de los mejores arqueros del país y protagonizó una rivalidad con Ubaldo Fillol, emblema de la Selección campeona en 1978.
Gatti confrontaba con cualquiera. Jugaba partidos dentro de la cancha y también frente a las cámaras. “Loco” no se guardaba nada. Lo demostró en 1980, cuando trató de “gordito” a Diego Maradona antes de un cruce entre Boca y Argentinos Juniors. El comentario enfureció al joven Diego, que prometió hacerle cuatro goles.
La tensión creció tanto que, en la previa, Gatti aclaró: “Espero que Diego me haya entendido. En ningún momento dije que era un gordito. Simplemente opiné que debía cuidar su físico. Es el mejor jugador del país”. Aquel día, Maradona fue el claro vencedor: le anotó cuatro goles y Argentinos ganó 5-3.
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Su historia con Boca no terminó de manera ideal. El 11 de septiembre de 1988 disputó su último partido oficial: una derrota 1-0 frente a Deportivo Armenio. El gol fue responsabilidad suya: erró el cálculo a la hora de salir a cortar un pase y Silvano Maciel anotó el único tanto de ese partido.
“Fue una pelota larga, yo salí a chocar y el delantero me ganó. No es ninguna cosa rara. Considero que no fue una falla mía, sino que se trató de una virtud de Maciel. Simplemente eso”, había declarado después del partido.
El técnico José Omar Pastoriza lo separó del plantel y le entregó la titularidad a Carlos Navarro Montoya. “Omar Pastoriza tiene un porcentaje importante en esto de arruinarle la película a Gatti y también a Boca. Porque conmigo en el arco, Boca ganaba dos campeonatos. Navarro Montoya, ‘Navarrito’, no es mal arquero, pero simplemente es uno más”, sentenció tiempo después de aquel episodio.
Todo eso, lo bueno y lo conflictivo, forma parte de la esencia de Gatti: un “Loco” que amaba el fútbol y lo hacía notar en cada gesto. “Mi única droga es el fútbol”, fue una de sus frases más recordadas y la repitió en la previa del partido amistoso que organizó Boca en 1998 para homenajearlo en La Bombonera, tras la conquista del torneo Apertura. Un partido que significó el adiós a la hinchada “Xeneize” y su último capítulo con la camiseta “azul y oro”.
El recuento de sus locuras podría ser infinito. Hay miles de anécdotas que quedaron en el baúl encantado del fútbol argentino y cada una deja una sola certeza: Gatti fue un artista del arco y su obra perdurará para siempre.







