Un justo Nobel
Por Juan Gustavo Cobo Borda
Para LA GACETA - BOGOTÁ
Desde su primera novela, La ciudad y los perros (1963), Vargas Llosa mostró una enérgica capacidad para recrear la realidad del poder y la violencia con un estilo eficaz que nunca dejó de prestar atención a los ritmos poéticos del lenguaje ni a las complejas arquitecturas de su composición narrativa que se abren, bifurcan y ramifican en un racimo incesante de historias dentro de la historia.
De ahí que tres de sus obras mayores - Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) y La Fiesta del Chivo (2000) - sean tres de las más logradas novelas políticas que se han producido en nuestro continente. La primera y la tercera afrontan la figura del dictador - Odria en el Perú, Trujillo en la República Dominicana- y La guerra del fin del mundo, situada en Brasil, también aborda la complejidad del poder, desde el fanatismo milenarista de quien encabeza una rebelión de desposeídos, en el sertón brasileño, y convoca unidos hasta la muerte a sus seguidores religiosos que desprecian las aparentes virtudes positivas de la modernidad y el progreso.
En El pez en el agua (1993), a raíz de su inspiración frustrada a ser presidente del Perú en competencia con un desconocido de origen japonés apellidado Fujimori, recobra la crónica de esa fulgurante campaña y realiza un feliz contrapunto con la figura de su padre ausente, que retorna de súbito y rechaza ese propósito de “maricones” de dedicarse a la literatura.
Sus discrepancias y alejamiento de la Cuba de Castro, sus informes sobre la Nicaragua sandinista, su rechazo a las dictaduras militares en el Cono Sur: todo ello ha quedado, y quedará, documentado en los sucesivos volúmenes de su trabajo periodístico, agrupado en los tres volúmenes de Contra viento y marea (1990).
Pero también tenemos contrapeso, a favor de la literatura, con que enriquece cada nueva edición de La verdad de las mentiras (2002). Un jugoso breviario sobre los escritores más intrigantes del siglo XX, de Conrad y Orwell, a Virginia Wolf, Faulkner y Canetti, de Malraux a Isak Dinesen, donde cualquiera que desee internarse de la mano de un gran lector que es ante todo un gran narrador, podrá quedar atrapado en el mundo de la ficción. Esa ficción que se nutre de una realidad precaria, insuficiente y mezquina en aras de la plenitud sin grietas que es la obra literaria, redonda y autosuficiente.
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Juan Gustavo Cobo Borda - Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y de la Real Academia Española. Autor de Vargas Llosa: la pasión de narrar. Este artículo fue publicado originalmente en 2010.

De la izquierda al liberalismo
Entregado a la pasión literaria y política, se comprometió primero con las luchas populares. Luego, pasaría a convertirse en un defensor acérrimo de la sociedad abierta y la libertad de mercado
Por Carmen Perilli
Para LA GACETA - TUCUMÁN
Mario Vargas Llosa ingresa a la literatura demandando reconocimiento como escritor e intelectual. Se construye como desafiante testigo de su tiempo. No trepida en entregarse a la pasión literaria y política. En su trayectoria podemos distinguir ciclos narrativos enlazados por un período de transición.
El ciclo de los 60 se caracteriza por su adhesión socialista y una visión moral que denuncia la opresión de una sociedad corrupta y se clausura entre 1971 y 1974. En el período de transición, coincidente con su alejamiento de Cuba, declara su fe flaubertiana, y reflexiona sobre las relaciones entre la literatura y la cultura masiva. Luego, Vargas Llosa gira, casi brutalmente, hacia el liberalismo hasta abrazar las doctrinas de Karl Popper, Isaiah Berlin y Jacques Revel. Si en la primera etapa se compromete con las luchas populares, en la última se convierte en el defensor acérrimo de la sociedad abierta y la libertad de mercado. Su afiliación al Perú y a América Latina trueca en defensa de la globalización.
Toma partido y se pronuncia, con inusitado brío, ante casi todos los acontecimientos políticos y sociales del Perú y América Latina. Pasa por la Universidad de San Marcos, donde se gradúa con una tesis sobre los cuentos de Rubén Darío, e ingresa en el grupo comunista Cahuide. Mientras tanto, Sartre marca su identidad de escritor y su concepción de la literatura. Después de su anhelado viaje a Francia cumple con el sueño de vivir en Europa, desde donde descubre la revolución cubana y forma parte activa de la familia literaria que rodea a la isla. La ruptura se anuncia con incidentes, como su negación a entregar al Che el Premio Rómulo Gallegos, y su condena a la represión contra los escritores soviéticos y a la invasión rusa a Checoslovaquia. El caso Padilla y la violencia con la que son recibidas sus críticas lo alejan hasta la abjuración del proyecto socialista.
En la política peruana tiene polémicas intervenciones. Actúa como miembro de la Comisión de la Verdad que investiga las muertes de Uchuraccay, a pedido de Fernando Belaúnde Terry, con discutibles resultados. En los 90, se postula a presidente del Perú encabezando una alianza de sectores de centroderecha. Su estrepitoso fracaso lo lleva a escribir sus memorias y a asumir la nacionalidad española.
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Carmen Perilli - Doctora en Letras, especialista en Literatura latinoamericana.
El regreso a Tucumán que ya no podrá ser
Por Jorge Daniel Brahim
Para LA GACETA - TUCUMÁN
El amplio frente vidriado aparecía frente a mí como un coloso transparente que debía franquear. Apenas traspasado el umbral la avidez de mis ojos recorrió en un santiamén de derecha a izquierda y de arriba abajo el espacioso hall de entrada. En esa primera mirada el ambiente se volvió borroso debido, sin dudas, a la premura palpitante que engendra toda ansiedad desmedida. Sin embargo, algo a mi izquierda, parecía prometerme claridad en ese cielo monótono y nebuloso.
Hasta que, al fin, lo vi. Sentado en un sillón gris, de espalda a la mampara que da hacia la calle, con la mirada fija en las páginas del diario Clarín. Su perfil sereno de cacique inca no lo desmentía. Entonces comencé una de las carreras más vertiginosas y frenéticas de toda mi vida.
Todo empezó cuando a fines de enero me acredité para participar del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española que se llevaría a cabo en la ciudad de Córdoba, en marzo de 2019. Entre mis objetivos de máxima estaba reunirme con la figura rutilante del congreso, el premio nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Tenía en mi poder una invitación de la Intendencia de San Miguel de Tucumán para que concurriera a nuestra ciudad con el propósito de otorgarle el plácet que lo designaba visitante ilustre y, lo que consideraba más importante aún, que nos convidara con una conferencia en el Teatro San Martín que, imaginaba, desbordaría de público.
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Jorge Daniel Brahim - Editor y ensayista. Una versión más extensa de este artículo será publicado en un próximo número.
La crueldad del poder absoluto
Radiografía de un tirano
NOVELA
LA FIESTA DEL CHIVO
MARIO VARGAS LLOSA
(Alfaguara - Buenos Aires)
Este año cumple su 25 aniversario La Fiesta del Chivo. Merecería una celebración de no ser por el hecho de que esa obra no hace referencia a ninguna fiesta. Todo lo contrario. Aunque es una novela, su cimiento es la realidad. La realidad de la violencia, la corrupción, los asesinatos, los abusos y la impunidad de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina durante tres décadas oprobiosas en República Dominica. En síntesis, es una novela sobre la crueldad del poder absoluto. Ese que es capaz de todo: que tiene la capacidad de hacer cualquier cosa. Porque como dice el francés David Rousset, citado por Hannah Arendt en “Orígenes del Totalitarismo”: “Los hombres normales no saben que todo es posible”.
El tirano dominicano fue un energúmeno con un complejo de inferioridad tan bestial que se hizo otorgar el grado de “generalísimo”. Y le cambió el nombre a Santo Domingo, la capital de República Dominicana, rebautizándola como “Ciudad Trujillo”. Sin embargo, su sobrenombre era todo un atajo para descubrir la dudosa grandeza de lo grandote: lo apodaban “El Chivo”.
La recorre el bestiario del dictador, luego de que el autor, durante tres años, se documentara respecto del régimen que imperó entre 1930 y 1961. A lo que sumó algunos meses en la propia isla para recoger testimonios directos.
Los extremos de la sumisión
Para Trujillo, la sexualidad era uno de los atributos con los que el poder lo investía y se asumía con el derecho de acostarse con la mujer que se le antojase. No sólo mantenía relaciones con las esposas de sus funcionarios, sino que se encargaba de que ellos lo supieran. La idea de que él era un “ser superior” operaba como justificación de los excesos. Muchos padres entregaban a sus hijas como “regalos” al déspota, para que él -en el paroxismo del absurdo- se encargara deshonrosamente de honrarlas.
Este es uno de los estratos de la novela, que anuda la trama en una de las narradoras. Urania Cabral, hija de un senador apodado “Cerebrito”, que “cae en desgracia” en las consideraciones de Trujillo sin saber por qué, ya que le tributó 30 años de genuflexión. Es un indigno émulo de Josef K…, el trágico protagonista de El proceso, de Kafka.
Un segundo sustrato de La Fiesta del Chivo, precisamente, es la relación de sumisión y humillación que enmarca la corrupción del trujillismo. Circulan, con rigurosidad biográfica, muchos de los colaboradores del dictador. Ellos se repartían las tareas para blindar al régimen de una manera que hubiera encarnado la pesadilla de Durkheim en materia de división del trabajo social. Uno se encargaba de las trapisondas jurídicas; otro, de los negocios oscuros; un tercero mantenía contento al ejército; el jefe del Servicio de Inteligencia Militar se encargaba de sembrar el terror; y hasta había un encargado de la labor de proxeneta. Trujillo era famoso por poner “a prueba” la “fidelidad” de estos siervos. A uno le compró una hacienda modelo por un precio ridículo. Como el funcionario aceptó de buena gana, le dio luego un cargo en el que pudo hacer, corrupción mediante, una “diferencia” de dinero largamente superior a la del valor del inmueble. Lo que le pedirían a “Cerebrito” Cabral es casi indecible. Está dicho al final.
El tercer territorio de la novela es la conspiración de los ex trujillistas para liquidar a “El Chivo”. El asesinato de las contestatarias hermanas Miraval había marcado un punto de inflexión.
La Fiesta del Chivo configura una obra valiosísima. Su calidad narrativa es notable. Puesta en detalles como el temor sempiterno del decrépito dictador a manchar su pantalón caqui con una gotita de orina, porque el control de los esfínteres le fallaba. Su exposición del horror de las dictaduras latinoamericanas es todo un aporte a la conciencia histórica. Y el telón de fondo es memorable: resulta que en el Caribe, como en todas partes, eran legión las familias que “no sabían” lo que estaba ocurriendo. Y cuando se las confrontaba con la verdad se escandalizaban como si esa reacción, después de años de hacerse los otarios, fuera una pandemia regional.
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ALVARO JOSÉ AURANE

La historia oculta detrás de la pelea de García Márquez y Vargas Llosa
Novela polémica y audaz que explora el lado B de la genialidad
NOVELA
LOS GENIOS
JAIME BAYLY
(Galaxia Gutenberg - Barcelona)
Jaime Bayly indaga en el episodio que llevó a la ruptura definitiva de la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez, y en esa búsqueda, expone los claroscuros de los que no están exentos los genios.
-¡Esto es por lo que le hiciste a Patricia! - gritó Vargas Llosa.
Con esa frase comienza Los Genios, reproduciendo lo que le dijo Vargas Llosa a García Márquez en el momento de asestarle un puñetazo en el rostro, en febrero de 1976, en México, donde estaba por presentarse un documental con guion del primero.
Qué le hizo Gabo a Patricia Llosa -la prima y segunda esposa del autor de La Ciudad y los Perros- para provocar semejante reacción, es lo que se propone develar Jaime Bayly con su osada apuesta.
Desde que ocurrió aquel hecho la leyenda se fue agigantando, en gran medida por el hermetismo que mantuvieron los protagonistas.
Ese silencio es el que Bayly se propuso llenar, insertando sucesos reales en los mecanismos de la ficción.
El texto termina abonando una versión, en el sentido que Patricia Llosa, despechada por las infidelidades de su esposo, se deja llevar en una instancia a los brazos de García Márquez, según se lo manifiesta la propia Patricia a su marido, una vez reconciliados, para provocarle celos.
Ese suceso habría provocado el fatal desenlace y el fin de una intensa amistad; no la afinidad de García Márquez con Fidel Castro, ni supuestos recelos literarios de Vargas Llosa, quien había dedicado a GM, Historia de un Deicidio, libro en el cual ponía al autor de Cien Años de Soledad en el lugar de un “dios literario”.
La reconstrucciòn del camino a la gloria
De todas maneras, aquella trompada funciona en la obra como una “excusa” para describir el ascenso en tierras europeas de esas dos figuras sublimes de la literatura (desde que Vargas Llosa y García Márquez se conocen en el aeropuerto de Caracas, los años de vecindad en Barcelona), exponiendo también las falencias y contradicciones en las vidas privadas o posiciones políticas, y ahondando en la personalidad de los dos genios.
Sobre este último punto, hay una cita a la editora de ambos, Carmen Balcells que los distingue: “Vargas Llosa es el primero de la clase, pero Gabo es el genio”. La novela muestra el contraste entre un García Márquez distendido, vestido con mameluco, adicto al canto y alguna droga recreativa, compinche con su esposa Mercedes Barcha; en tanto Vargas Llosa aparece absorbido por la escritura, metódico, aunque tendiente a aventuras amorosas como cuando se enamora perdidamente de una admiradora en un barco -y se va a vivir con ella-, o es atraído por una actriz en la filmación de Pantaleón y las Visitadoras.
Hay también marcas en el pasado de los dos Nobel: La pésima relación con su padre en el caso del autor de El Pez en el Agua; o en el caso del colombiano, el aborto de un hijo decidido por su entonces pareja, una aspirante a actriz con quien convivía en la mayor pobreza en Francia.
Hay quienes puedan ver en Bayly una reminiscencia del aserto freudiano de querer “matar al padre”, por los aspectos críticos con que presenta la figura de alguien que tanto lo influyó como Vargas Llosa; otros lo verán como un acto de valentía, escribir sobre una cuestión que nadie se atrevía a tocar. Hasta ahora.
© LA GACETA
CLAUDIO RAVINI