Registro, trabajo y exploración: La idea natural, de María Negroni

Registro, trabajo y exploración: La idea natural, de María Negroni

Negroni se vale tanto de palabras como imágenes, recuperando detalles y obsesiones de quienes buscaron clasificar “la riqueza de lo inabarcable”.

Registro, trabajo y exploración: La idea natural, de María Negroni FOTO GENTILEZA ©Fredi Michel
25 Abril 2024

Por Juan Páez

 

Con Fredi pasaremos el fin de semana en el campo. En la mochila llevo la última publicación de María Negroni. Su título, “La idea natural” (Acantilado, 2024), anuncia la distancia que se impone entre el cemento de la vida urbana y el aire libre que asoma con el paisaje. Al llegar, tomamos el volumen y lo ubicamos sobre la hierba para tomarle algunas fotografías. Entre los hongos nacidos por las intensas lluvias del litoral, destacan las flores que aparecen en la tapa. Se trata de un fragmento del “Herbario” (c.1939-1846) de Emily Dickinson.

Hay humedad en el ambiente. Recorro el libro del mismo modo en que solía hacerlo con aquellas lecturas de infancia en las cuales un hombrecito o un animalito movía su cuerpo al pasar las páginas con velocidad. En “La idea natural” (2024) conviven pequeñas biografías con ilustraciones y mapas. También hay notas y poemas, es decir, pequeñas instalaciones discursivas que giran en torno a una serie de personajes singulares vinculados, de un modo u otro, a la naturaleza. O más bien, a una idea de la naturaleza. 

En la nota con que se abren las puertas de esta galería, la autora señala que “las figuras que desfilan por este libro no solo son científicos o naturalistas. Hay también fotógrafos, pintores, ilustradoras, cineastas, alquimistas, escultoras, filósofos, revolucionarias, compositores, poeta y novelistas (y hasta un emperador y un taxidermista) que se dejaron seducir por el templo natural y su fiesta hermética)”.

Para narrar un total de 49 vidas, que van de Lucrecio (Siglo I a.C.) a Mike Wilson (1974), pasando por Clemente Onelli (1864-1924) y Ludwig Wittgenstein (1889-1951), entre otros, Negroni se vale tanto de palabras como imágenes, recuperando detalles y obsesiones de quienes buscaron clasificar “la riqueza de lo inabarcable”. El resultado, como no podía ser de otra manera, es un texto melódico y metódico cuyas entradas dan forma a esta suerte de vademécum biobibliográfico. Escribe: 

"María Sibylla Merian (1647 – 1717)

Entomología de los sentimientos

María Sibylla Merian, una mujer naturalista que en pleno 1600 se aburre de su matrimonio y deja atrás Fráncfort para instalarse en Ámsterdam, donde están las colecciones de Albertus Seba y Frederik Rysch. Una ilustradora a quien sus amigos viajeros traen flores exóticas para que les dé vida en el papel […].

¿En qué quedamos? ¿Es una artista o una entomóloga?

Los científicos la encuentran demasiado pueril. Los artistas, demasiado seria […].

Trabajará en la ilustración, rodeada de aprendices mujeres, hasta el momento de su muerte en 1717.

Una especie de araña –la Metellina merianæ– lleva su nombre". (p. 33-35)

El proceder investigativo que Negroni lleva adelante en esta obra pareciera no alejarse demasiado de su producción poética y, claro, de su modo de concebir la poesía. En una entrevista publicada en “Cuadernos Hispanoamericanos” (2022), a propósito de la poesía como una epistemología del no saber, sostiene: “Siempre pensé el poema como juego –juego serio, desde luego– donde las preguntas se responden con otras preguntas, con suerte, mejor formuladas. He sostenido siempre que la poesía es una epistemología del no saber. Lo que pasa es que la calidad de ese no saber puede mejorarse”. Entonces nos preguntamos, ¿qué es un naturalista, una ilustradora o un alquimista sino un niño o una niña que juega a indagar sobre aquello que falta?

Así, con tan solo leer las primeras entradas descubrimos que, en esta propuesta, el desafío principal y única compañía es el lenguaje; es decir, esa búsqueda constante que apuesta a la escritura como instrumento de registro, trabajo y exploración. Destacan también en el volumen las lenguas a las que recurre la autora en un movimiento que la lleva del pasado al presente, y viceversa. Tanto en los títulos como en las producciones, encontramos, por ejemplo, la presencia del latín, el francés, el alemán, que conviven con el castellano argentino orquestando una mínima Babel o una Babel con lo mínimo en un máximo de indagación lingüística.

“La idea natural” traza un recorrido arbitrario por vidas y hallazgos que revelan el principio caótico de la naturaleza. Además, nuclea textos diversos que advierten de la necesidad humana de ponerle un orden al caos a través de los intentos fallidos de la clasificación. Y es que, como señala Brigitte Baptiste: “No hay nada más queer que la naturaleza”. En suma, un libro que mima la curaduría de los museos naturales vertebrando un cuadro de curiosidades y descubrimientos insólitos.

 

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