Sexualmente hablando: el mito de la comunicación

Sexualmente hablando: el mito de la comunicación

Sexualmente hablando: el mito de la comunicación

Ramana Maharshi, uno de los santos más grandes de la India y con una gran llegada a occidente, sostenía que la mejor y más potente forma de comunicar su enseñanza era a través del silencio. Sólo cuando los que acudían a él no podían conectar con ésta, su vía primordial, empleaba palabras. En sus valiosísimos diálogos, que fueron registrados y publicados, el gurú respondía con gran paciencia a infinidad de preguntas, aclarando una y mil veces cuán limitadas resultan las palabras para hablar de la Verdad: es claro que lo tan “innombrable” como evidente para una mente iluminada -la suya- no puede ser abarcado con palabras. Sería apelar a una traducción que no llega a hacerle justicia.

Muchos otros santos se inclinaron más por el silencio que por las palabras, más a irradiar que a dar sermones. ¡Qué diferente costumbre tenemos por este lado del mapa! ¡Cuánto confiamos en las palabras! ¡Y cómo nos inquieta el silencio!

Si hasta dicen que la música funcional de ciertos lugares públicos está pensada para que no haya un espacio sin ruido que pueda incomodarnos y darnos ganas de huir. Y a esta fe en las palabras, en la comunicación verbal, la tenemos fuertemente arraigada. Está bien: tiene sentido y es lógico, pero valdría la pena comunicar también desde otros lugares, menos espectaculares pero quizás más elocuentes: la escucha, la mirada, las actitudes, las conductas. Una sugerencia muy oportuna cuando de relaciones de pareja se trata.

Ser amables

Respecto de la pregunta acerca de si una buena comunicación -comunicación verbal- conduce a una relación satisfactoria, o si es que una relación satisfactoria lleva a una buena comunicación, las investigaciones sugieren que es la satisfacción quien logra una buena comunicación más frecuentemente que al revés. Un dato no menor, porque implica que cuando las cosas andan mal en un vínculo, poner el acento en, por ejemplo, ser amables, puede traer muchos más beneficios que entrenarse en habilidades comunicacionales.

En suma, las palabras no son la panacea que a veces creemos. De hecho constituyen un arma de doble filo: si son eficaces pueden revelar más de lo conveniente y dejarnos peor. Por eso algunas de las personas más diestras en armar frases y en predecir cómo lo que digan puede a afectar a su pareja, también tienen el poder de herirla… saben hacerlo.

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