Cómo envejecer una gestión y no morir en el intento

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Si pudiera, Juan Manzur mandaría a construir un reloj cuyas agujas puedan retroceder en el tiempo, como aquel personaje del film “El curioso caso de Benjamin Button”. Pero, en la analogía de aquella película, Benjamin no es más que Osvaldo Jaldo cuya gestión parece estar envejeciendo antes de que nazca. Al menos, en apariencia eso está pasando, debido a la acumulación de problemas inconclusos como el persistente conflicto del transporte, las cada vez más crecientes quejas salariales de los gremios docentes y hasta la demanda social de las obras prometidas. El gobernador electo no tiene la lapicera que el mandatario actual posee, pero padece las consecuencias de todo lo que acontece en la transición hasta el recambio institucional.

El conflicto docente es una clara muestra de ese retroceso en la iniciativa. En otros tiempos, Manzur no hubiese esperado tanto tiempo en resolver una cuestión que, a la luz del comportamiento que había tenido el sindicalismo local, resultaba un trámite. Es verdad que el titular del Poder Ejecutivo puede llegar a aducir que no cuenta con los fondos suficientes para atender la demanda de mejores sueldos para los maestros porque, de hacerlo, implicaría un antecedente para los reclamos de otros sectores de la administración pública. Pero no es menos cierto que, en otros tiempos, un simple llamado telefónico hubiera calmado las aguas, sobre todo cuando se está muy cerca de un test electoral, como las PASO del domingo que viene. La conciliación obligatoria fue un atajo legal para tratar de evitar un paro de 48 horas en las escuelas. No era la solución de fondo, mucho menos política. La debilidad propia de un gobernador que se va se observó en el “quiero retruco” que le gritó el Frente de Gremios Docentes al Poder Ejecutivo. Las bases no están dispuestas a aceptar la oferta oficial. En Casa de Gobierno señalan que un 92% de reajuste integral para el período febrero a octubre era una buena propuesta. Algunos señalan que el viernes previo a las elecciones puede haber un entendimiento; los menos optimistas consideran que el acuerdo llegará la semana que viene, mientras se preparan las otras negociaciones que se avecinan.

Jaldo, convertido en aquel personaje de Benjamin Button, tuvo que partir raudamente a Buenos Aires a buscar una salida a este problema. Viajar en silencio un lunes despertó muchas suspicacias. Se habló de gestiones financieras y también políticas. El gobernador electo tal vez concurra al acto de cierre de campaña de la fórmula de Unión por la Patria Sergio Massa-Agustín Rossi, prevista para mañana, en La Plata. Dependerá de la agenda de compromisos locales que tiene muy cargada porque el aparato electoral tucumano no termina de aceitarse. Trabajar sin combustible le resulta muy difícil a un peronismo acostumbrado a la ostentación. Nadie cree que el oficialismo local pueda llegar a los 610.000 votos obtenidos en los comicios provinciales del 11 de junio. Varios estrategas consultados por LA GACETA estiman que, en las PASO, captar 430.000 sufragios sería como salvar la ropa. Una cifra menor revelaría que la interna está más candente que siempre, porque siempre ha sido una guerra fría de intereses sectoriales, caprichos personales y sarcásticas sonrisas públicas. El juego del desconfío sigue vigente en el PJ. Los actos proselitistas no tienen la misma convocatoria que antes. E, incluso, hay quienes piensan que varios dirigentes están jugando al distraído para evitar exposiciones políticas de compromiso. El domingo a la noche, cuando se conozcan algunos resultados electorales, se sabrá si habrá pases de factura o, si por el contrario, todo se disimula y se llega hasta el 29 de octubre sin reproches mutuos entre el actual y el futuro gobernador.

Más allá de las internas, que existen por más que se las quieran ocultar, el Gobierno nacional está contribuyendo para que la transición sea lo más ordenada posible. Según pudo establecerse, el Palacio de Hacienda autorizó hace algunos días un anticipo financiero para Tucumán de unos $ 20.000 millones, con lo que el Ejecutivo pudo cubrir compromisos financieros y, además, dejar una reserva para que Jaldo atienda parte del medio aguinaldo que debe abonarse hacia fines de año. Al menos eso decía el tácito acuerdo político. En la Casa de Gobierno, y también fuera del histórico edificio, se escuchan demasiadas quejas por algunos ajustes que se están aplicando en el último tramo del segundo mandato de Manzur. Por ejemplo, hay una circular que está haciendo ruido entre varios funcionarios acostumbrados a viajar por gestiones oficiales a otras jurisdicciones. Según aquella disposición, sólo se autoriza a realizar viajes a ministros y a aquellos colaboradores que cuenten con la debida autorización de la superioridad. “Ese ajuste es como una gota de agua en medio de una inundación”, compara uno de los afectados por la medida. Las acciones de recorte de gastos también causaron suspicacias en la Legislatura. En los últimos días trascendió que hubo legisladores que solicitaron la baja de parte de su personal político. Esa situación causó nerviosismo entre los bloques en un período electoralmente complejo. Fuentes consultadas señalaron que esas notas muestran una falta de pericia política o de oportunidad por parte del parlamentario que las redactó. Otro dolor de cabeza más para Jaldo.

Más allá de los intentos por frenar las agujas, el reloj del tiempo político no se detiene. Manzur recorre los últimos 83 días de su segundo mandato como gobernador. Su futuro es incierto. Aquellos dirigentes que lo rodeaban poco a poco se fueron hacia otro fogón en busca del calor del nuevo poder. Manzur nominó al actual gobernador electo; cuando la Justicia le dijo que no, colocó a Miguel Acevedo como compañero de fórmula de Jaldo. El ex jefe de Gabinete siempre estuvo en la mesa chica de discusiones nacionales. Conserva su cuota de poder, pero no como antes. Coqueteó con una precandidatura presidencial y luego se ubicó en una fórmula acompañando al actual ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro que, al final, se bajó para posibilitar que Massa alcance su objetivo de ser el indiscutido referente oficialista. Sin embargo, no hay que dar por vencido a Manzur; siempre se recicló. En el camino surge la banca en el Senado, hoy en poder del primer candidato a diputado oficialista, Pablo Yedlin. No obstante, ese recorrido le causa escozor. ¿Cuál es el motivo? Un karma. Después que dejó la gobernación, a principios de siglo, Julio Miranda se refugió en la Cámara Alta. Y nunca más se supo de él. Hace ocho años, José Alperovich se fue al Senado para continuar con visibilidad política luego de haber gobernado Tucumán durante una docena de años. El tiempo y algunas situaciones judiciales le cerraron la puerta del regreso al poder.

Jaldo, en tanto, ha llegado a alcanzar la máxima aspiración que él siempre se puso: gobernar Tucumán. Su carrera política arrancó en 1983 con el retorno a la democracia y, desde entonces, siempre estuvo en la primera línea del poder. Ahora le está llegando el turno de gobernar, pero teme que las cuestiones pendientes del manzurismo sigan envejeciendo a la gestión que aún no arrancó. Como Benjamin Button, pocos creen que tendrá chances de sobrevivir si es que la Casa Rosada cambia de signo político en las presidenciales. Para rejuvecener políticamente, Jaldo deberá tomar una serie de medidas que impliquen autonomía de vuelo presente y futura. El tranqueño promete caras renovadas en su gabinete, cuyos nombres todavía los preserva de la luz pública. Es una forma de marcar diferencias en los cuatro años de gestión que se le avecinan. O tal vez más tiempo si es que las urnas se lo permiten. Cuatro años son pocos para un político con ambiciones. Y Jaldo no escapa a las generales de la ley. Por eso sonríe cuando se le consulta si le alcanzará un período para hacer lo que él quiere desarrollar. Esa es otra película.

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