Muhammad Alí: ante todo, dignidad

Muhammad Alí: ante todo, dignidad

Las redes le dedicaron un gran homenaje el viernes pasado, al cumplirse el 78 aniversario de su nacimiento. Muhammad Alí, ya fallecido, aparece entonces en un video esquivando golpes del rival. Recostado sobre las cuerdas, con sus brazos bajos, solo moviendo cabeza y torso, puro visteo, ridiculizando al adversario que tira y tira y no acierta siquiera una. O lo muestran dando sus discursos habituales de senador de la nación. O haciéndole trucos de magia a los niños antes de un combate. O arengando a los negros para que aprendan a defender sus derechos. O explicando él mismo porque alguna vez se negó a combatir en Vietnam sabiendo que, como sucedió, le quitarían su corona mundial de los pesos completos, lo dejarían sin boxear y lo condenarían a prisión. Los que no han conocido vida y obra de Alí tienen en las redes del viernes pasado la explicación de por qué el ex campeón mundial de boxeo sigue siendo el deportista más influyente de la historia.

¿Qué le diría hoy Alí a los tenistas que aceptan jugar en condiciones de bochorno en Australia? ¿Y a los atletas a los que el Comité Olímpico Internacional (COI) les advirtió dos semanas atrás que tienen prohibido realizar protestas políticas en los podios de los Juegos que comenzarán en julio en Tokio? Alí les diría acaso que sean libres, que sean ciudadanos antes que deportistas y que defiendan al deporte de los tiburones que lo explotan, no por nada principales defensores del supuesto “apoliticismo” del deporte. Es el mismo “apoliticismo” del que se jacta la NFL del fútbol americano. “Apolíticos” sí. Pero tocan himno antes de cada partido (ahora en plenos playoffs) y exigen postura patriótica. Son apolíticos y nacionalistas. Cuidado el que diga “no estoy de acuerdo con la letra de nuestro himno, no estoy de acuerdo con las injusticias que veo en mi país y por eso, como protesta, me arrodillo”. Fue más o menos lo que hizo un día de 2016 Colin Kaepernick, el jugador todavía sin club, porque aún hoy nadie quiere ficharlo. Alí saludaría el gesto de Kaepernick. A Colin no lo condenaron a prisión como a él. Pero Kaepernick arruinó su carrera por su gesto de protesta. Fue de una valentía inusual.

¿Se rebelarán algunos atletas ahora ante la directiva del COI que prohíbe gestos políticos en los podios de Tokio 2020? ¿Volverán a cuestionar a Donald Trump en plena Olimpíada los reputados entrenadores de la selección de basquet de Estados Unidos, Greg Popovich y Steve Kerr? ¿Y se mantendrá callada una luchadora como Megan Rapinoe, capitana del seleccionado de fútbol de Estados Unidos, gran candidato a ganar el oro en Tokio? No hay espacio para los Alí en el deporte siglo 21. Casi imposible que un deportista supertop de hoy se anime a cuestionar el status quo. LeBron James, astro de la NBA, podría ser tal vez quien más se acerca. Diego Maradona amagó en su momento, especialmente cuando en pleno Mundial de México ‘86 arriesgó su momento de gloria, para desesperación del DT Carlos Bilardo, y apuntó contra la FIFA de Joao Havelange porque los hacía jugar en la altura y con calor y humedad insoportables, y al mediodía, cuando el sol más picaba, para satisfacer así a la TV de Europa.

Pero no hubo nadie como Alí porque el gran campeón fue mucho más que un deportista. Mucho más que un campeón mundial de boxeo. Fue símbolo de una época. Hijo de su tiempo. Es, por lejos, el deportista de la historia con más libros y documentales. La última biografía fue escrita por su único hermano, Rahaman Alí. Su título es directo: “Mi hermano Muhammad Alí”. Y su valor es la narración personal íntima y la no beatificación de Alí, pues Rahaman cuenta problemas familiares y equivocadas decisiones financieras. Lo mejor es cuando el propio Rahaman admite que su hermano “pertenecía al mundo”. Es cierto. El gesto de Alí de negarse a participar de una guerra que no era suya inspiró a millones. Porque significó “dignidad”. El mundo podría recordarlo por su calidad infinita. Por sus bailoteos sobre el ring. Por su elegancia. Por sus golpes. Pero no. Lo recordamos ante todo por esa dignidad.

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