Tucumán es de avanzada

Tucumán adelanta en materia electoral, porque lo que está en juego este año no es si el alpero-manzurismo y el Acuerdo para el Bicentenario se repartirán dos bancas cada uno de las cuatro en pugna, sino el poder de cara a 2019. Juan Manzur y José Cano lo saben. Por eso la disputa es dura y el intercambio es piña por piña, sin guantes ni árbitros.

¿Y si el médico ensaya un “plan de escape? La teoría comenzó a circular entre los viejos armadores peronistas, que observan que la batalla de Tucumán del nuevo milenio quiere dañar -o sacar frutos- donde atiende Dios: en Buenos Aires. ¿Y si Manzur se acomoda bien y apunta a ser parte de una dupla presidencial? ¿Y si termina golpeteando a un delfín de Mauricio Macri, amontonando a los gobernadores y ayudando a refundar el peronismo? Sería la salida hacia arriba y no por la ventana de la Gobernación en caso de que José Alperovich finalmente le pida -¿exija?- que le devuelva el sillón que ocupó 12 años. El senador, casualmente, visitó ayer a su pupilo en la Casa de Gobierno, como para tranquilizar rumores de peleas entre ellos y de internas con Osvaldo Jaldo, a quien hasta se mencionó disparatadamente como posible candidato a diputado.

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El reducidísimo grupo de personas que realmente conoce al ex ministro de Cristina Fernández de Kirchner afirma que detrás de su eterna sonrisa Manzur esconde a un hombre que piensa siempre en varias estrategias distintas y simultáneas. “¿No se acuerda cuando, supuestamente de la nada, fue ministro de Alperovich y luego, nuevamente de manera “inesperada”, se fue a la Nación?”, rememora un peronista. El mismo interlocutor razona que Manzur jamás tuvo menos de dos chances de ubicarse en distintos cargos públicos. Ahora, prosigue la fuente, el mandatario habría comenzado a andar el camino de instalar su figura en Buenos Aires, como para que comiencen a conocer al tucumano que le hace frente a Macri desde el peronismo y que administra “exitosamente”.

El gobernador continúa siendo ese hombre al que muchos le deben favores, cuya devolución exige en los momentos precisos. Sucedió cuando llegó a la Nación y, luego, cuando necesitó apoyo “externo” para hacer pie en la Tucumán de las urnas quemadas. Falta mucho para que el peronismo no alineado con Cambiemos termine su readecuación pero, a río revuelto, el tucumano se acomoda a los codazos entre los hombres importantes del PJ nacional.

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El desfile de invitados a Tucumán no parece causal. Pasaron por la Casa de Gobierno el poderoso Juan Schiaretti, el bien posicionado Martín Lousteau y el líder de uno de los gremios más robustos, Sergio Palazzo, de La Bancaria. En el medio se sucedieron contactos con otros mandatarios peronistas y con intendentes del conurbano preocupados por la reconstrucción del movimiento. Por supuesto que la teoría suena descabellada para los cortesanos que se tiran de las mechas por un carguito o por develar si deben fogonear el “operativo clamor” a Alperovich o dejarse seducir por la sonrisa de Manzur.

Escudos bajos

En la vereda de enfrente, Cano lidia con la poderosa y aceitada artillería peronista. Los hoy oficialistas nacionales, poco acostumbrados a ser gobierno y demasiado acomodados en el rol de opositores, la pasan mal en cada round. Cada opereta en su contra embronca a los sin corbata y los hace cometer errores. ¿No sabían que iban a estar bajo asedio? ¿Desconocían que el justicialismo utilizaría lo que estuviera a su alcance para dañarlos? A cada denuncia reaccionan con lentitud, sin estrategia y de manera inorgánica. Todavía se espera que los aliados “grandes” de Cano aparezcan públicamente apoyándolo ante la extraña y misteriosa denuncia anónima del caso “Corea del Sur”. Silvia Elías de Pérez prefirió el silencio para no dilapidar su capital político. ¿Dudó de Cano y de su entorno o fue egoísta? Quizás la indiferencia le cueste cara.

En el ApB (que de a poco parece mudar directamente a Cambiemos) también asoma un “cambio de figuritas”. El otrora bien visto Domingo Amaya habría dilapidado parte de la simpatía del público tucumano. Tampoco sería tan querido ya en la Casa Rosada y algunos creen que podría dejar el cargo actual por uno de menor valía. ¿Cuánto tuvo que ver en ello su ex secretario de Gobierno? Germán Alfaro se acomodó entre Marcos Peña y Rogelio Frigerio. Casi al mismo tiempo, las acciones del ex intendente parecieron las de Enron y comenzaron a desmoronarse. Beatriz Avila, la esposa de Alfaro, se ganó el segundo lugar en la lista de candidatos a diputados y Amaya, finalmente, no aceptaría el tercer puesto. Problemas de entrecasa de indefinible final. Algo similar sucede con Libres del Sur. Federico Masso quiere una de las cuatro camisetas titulares, pero Cano insiste que el resto de esos lugares deben ser para el PRO. Idas y vueltas comarcanas.

En Buenos Aires, Cano mantiene el apoyo de Macri. El trascendido sobre el fin del rango ministerial para el Plan Belgrano terminaría perjudicándolo, pero no del modo que imaginaron sus detractores. Si el organismo pasaba a ser secretaría, iba a quedar en manos de los hombres del radical. Por ende, hubiese mantenido el control sobre esa estructura. Ahora habrá que ver -si continúa siendo ministerio- si allí se sienta un amigo radical o algún peronista que, como quien pierde el poncho (¿será uno rojo?), termina cobijándose en esa mesa chica “ampliada” del Presidente.

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