Fauna

Por Ricardo Grau - Para LA GACETA - Tucumán

Hay una familia de corrientes ideológicas de aspecto diverso y sustancia similar. Su parentesco se refleja, por ejemplo, en la práctica de nombrar con apelativos zoológicos a quienes no adhieren a su credo; una nomenclatura faunística para calificar espíritus indóciles. A los judíos conversos, la Santa Inquisición les llamó “marranos”; y eran “ratas” los judíos para los nazis de siglos más tarde. A quienes huyen de Cuba hacia algún país democrático, el régimen y sus seguidores les llama “gusanos”. Los opositores explícitos o implícitos al peronismo son “gorilas”. Estas metáforas no sólo definen una estética distintiva; su desprecio antropocéntrico tiene consecuencias prácticas. En contextos históricos variados ayuda a justificar el escarnio público y la persecución política, padres de la tortura y el asesinato: los derechos son cosa de humanos, no de roedores, invertebrados, cerdos, primates inferiores o plumíferos. Para dar apoyo moral al entendible propósito de no pagar, el populismo vernáculo de tiempos recientes llamó “buitres” a los acreedores externos; y “caranchos” a los jubilados empecinados en cobrar lo adeudado. Heredero intelectual de Perón y de Mussolini, el sindicalismo argentino llama “carneros” a los docentes que quieren trabajar cuando aquel promueve huelgas, proclamas, desmanes o vagancia. En su vocación de insulto, la democrática grey se sorprende al encontrarse con quienes hallan motivo de celebración en la pertenencia a estas categorías inhumanas. Es que acierta la particular taxonomía al asemejarlos a la rata Einstein, el gusano Carlos Montaner, el gorila Borges.

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Ricardo Grau - Profesor titular de Ecología de la UNT e investigador principal del Conicet.