De reelecciones y realidades
La noche del domingo 26 de agosto de 2007, hubo un gobernador en Tucumán que se sintió con todo el poder. José Alperovich rompía una vieja tradición de recambio institucional y fue reelecto en el cargo con casi el 80% de los sufragios. Alperovich había sido antes un dirigente deportivo respetado y un empresario con ambiciones políticas. Pero nunca antes había tenido tanto poder; el de la política. Lo confesó tiempo después con la re-re. El poder de un político es muy distinto al de un empresario o al de un referente social. Es esa sensación de tener el tablero de control de todo. De absolutamente todo. Hoy, pese a que es senador nacional por Tucumán, extraña la casilla del medio, donde apuntan las luces de las cámaras y de los flashes. Y, naturalmente, siempre está latente su deseo de volver a ocupar la gobernación.

Sin embargo, hay otras realidades en la provincia. Y también en la Nación. La reelección se cuela, consciente e inconscientemente, en cada charla entre dirigentes. Por caso, el 20 de abril pasado, el ministro de Trabajo de la Nación, Guillermo Dietrich, dejó entrever el deseo de continuidad del presidente Mauricio Macri más allá de 2019, hasta 2023. “Vamos a hacer un aeropuerto nuevo entre Santa Fe y Paraná. Me temo que esa obra no la terminaremos en el mandato (actual); por ahí, en el próximo mandato llego a verlo”, dijo Macri, coqueteando anticipadamente con su probable reelección en territorio santafesino.

Aunque sin decirlo, Juan Manzur comparte los argumentos del líder de Cambiemos. El tucumano, ex compañero de fórmula de Alperovich, quien lo ha convertido en su sucesor en la gobernación, viene proyectando emprendimientos que, seguramente, no se inaugurarán antes de octubre de 2019, cuando se cumpla su mandato. El Centro Cívico, que se proyecta construir en Los Nogales, es un claro ejemplo de que el médico no dejará la guardia política para irse a su consultorio privado. De hecho, tampoco pretende abandonar el despacho de la céntrica Casa de Gobierno para irse al nuevo edificio. Manzur quiere que su apellido se refleje en el bronce de la placa que se colocaría al inaugurar el complejo administrativo que diseñará el arquitecto César Pelli. La misma placa que se instaló en el nuevo edificio del Parlamento provincial. Y se anima a encarar otros proyectos, como la planta de pectina que reclamó, luego de que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, liberara la comercialización de limones argentinos en su país.

Manzur y su vicegobernador Osvaldo Jaldo despuntaron argumentos para unificar el discurso provincial por la reapertura del mercado estadounidense a los limones, tras 16 años de bloqueo. Pero también están delineando acciones para las iniciativas que se pueden abrir con la posible mejora en los niveles de producción citrícola. De hecho, el mandatario mantuvo charlas con dos empresarios de multinacionales con contactos en Tucumán, con el fin de interesarlos en la instalación de la planta de pectina, un proyecto que demandaría no menos de U$S 130 millones. La pectina es un producto, a base de frutas cítricas, que se encuentran en mermeladas, jaleas, yogur, dulces y hasta en aderezos. La mayor parte de las compañías involucrados en esos alimentos la adquieren en Copenhague, Dinamarca. Por eso, el argumento oficial ha sido el abaratamiento de costos y el aprovechamiento de una materia prima de calidad, hecha por tucumanos.

Mientras tanto...

Más allá de que el presente le sonríe al citrus, hay otra actividad que está en terapia intensiva: la textil. En Buenos Aires, Manzur fue a ver qué sucederá con Alpargatas, que cuenta con una planta en Aguilares donde 1.400 operarios no saben qué pasará dentro de algunos meses. La intención es que, para el corto plazo, se gestionen beneficios del Programa de Reconversión Productiva (Repro), con el fin de que no se paralice la fábrica. Las importaciones han golpeado con dureza en el corazón del negocio textil.

La realidad económica complica cualquier plan político electoral. De todas maneras, nadie descuida nada, ni siquiera el armado de las listas para las elecciones parlamentarias que se vienen. Por las dudas, Manzur, en sus charlas con Jaldo, ya ha dejado en claro que Pablo Yedlin, su secretario general de la Gobernación, correrá con el caballo del comisario en la nómina a diputados por el Frente para la Victoria. Ese nombre no desagradaría del todo a Alperovich, que también tiene voz y voto en el armado de la lista.

El segundo lugar sería para la legisladora Gladys Medina, esposa del actual intendente de Banda del Río Salí, Darío Monteros. En esa candidatura pesaría la opinión del presidente de la Cámara. Para el tercer lugar y los subsiguientes subyace la idea de contención peronista. Los conductores institucionales de la provincia temen una diáspora justicialista por efecto de un eventual descontento. Incluso, piensan que ese puede ser el principal adversario del oficialismo para los comicios que se avecinan. Y, en ese aspecto, hay dos sectores que piden pista: Acción Regional, que lidera el legislador Juan Antonio Ruiz Olivares, y los Orellana (Juan y Enrique), con peso electoral en la sección Oeste de la provincia.

Las encuestas encargadas por dirigentes de la Casa de Gobierno dan cierta tranquilidad al Frente para la Victoria. Más allá de los nombres, los funcionarios cercanos a Manzur creen que será la gestión la que impulsará el resultado. No obstante, hay una cifra que puede marcar el destino de Manzur y de otros referentes justicialistas: la diferencia de unos 120.000 votos obtenidas en las elecciones de agosto de 2015. Un resultado en los comicios por encima de ese margen seguramente indicará cierta fortaleza política para avanzar hacia la reelección. Un número menor, no obstante, obligaría a efectuar ciertos replanteos en la gestión y en el futuro de algunos dirigentes. Por eso, hay un lema que el oficialismo ha marcado con fuego: no hay margen para los caprichos si se quieren ganar elecciones y, naturalmente, aspirar a una reelección.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios