Avellaneda en el Senado

Avellaneda en el Senado

Último discurso del gran estadista enfermo

NICOLÁS AVELLANEDA. El monumento, obra de José Fioravanti, que se levanta desde 1935 en el parque Tres de Febrero. NICOLÁS AVELLANEDA. El monumento, obra de José Fioravanti, que se levanta desde 1935 en el parque Tres de Febrero.
Un artículo del diario porteño “Sud América” de 1895 narraba el último discurso que el tucumano Nicolás Avellaneda pronunció en el Senado de la Nación, meses antes de morir. “Un viejo convento perdido en las soledades del interior”, pedía un subsidio para reconstruir su local. Se temía el fracaso de la solicitud, por lo que se encargó a Avellaneda hacer de miembro informante.

Según el artículo, mucha gente acudió a la barra para escucharlo: “desconfiaban de sus condiciones oratorias, que suponían debilitadas por la enfermedad que lo abatía”. El ex presidente empezó diciendo: “He sido honrado con la más alta confianza por la Comisión de Peticiones, que me ha encargado defender este asunto ante la Cámara. Es una sencilla petición de los santos padres religiosos, dueños del convento que se cita, que pasan las horas de su vida entre los indios, aliviando sus penas y aprendiendo sus dialectos para consolarlos. Se ha escrito sobre esto una luminosa monografía por un eximio escritor, y quiero recordar algunos rasgos elevados de sus vidas”.

Entonces Avellaneda, dice el cronista, “dominando la palabra y haciéndola servir hasta en las vibraciones íntimas de las sílabas, trazaba luminosamente las graves y austeras figuras de los frailes, que iban pasando como sombras venerandas por delante de los ojos, a la vez que con un golpe de frase diseñaba el edificio colonial habitado por ellos”.

Hablaba pausadamente, “con una mímica tranquila, inclinado en su butaca ante el Presidente y dejando escapar su palabra como en la intimidad de una confidencia”. En suma, fue “un verdadero triunfo de elocuencia. Su grande y hermosa oratoria, formada en el estudio íntimo de los clásicos, se elevó aquel día a uno de los más altos niveles que jamás había alcanzado, y fue al terminar felicitado por la Cámara, decidiendo el éxito del proyecto”.

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