Desentrañando el enigma Trump: la visión sistémica

Desentrañando el enigma Trump: la visión sistémica

25 Marzo 2017

Sergio Berensztein - Analista político

¿Cuál puede ser la prospectiva de los posibles impactos que la gestión Donald Trump podría tener para América Latina en general y para la Argentina en particular? La personalidad del 45º presidente norteamericano, la primera de las dimensiones analizadas, marcará de seguro su interacción con los países de nuestra región. La próxima Cumbre de las Américas de la Organización de los Estados Americanos (OEA) tendrá lugar en Perú en 2018. Recordemos que la cuarta edición de este encuentro, que tuvo lugar en Mar del Plata en 2005, rubricó el distanciamiento de la región del liderazgo estadounidense del entonces presidente George W. Bush. En esa ocasión, el entonces presidente Néstor Kirchner fue uno de los protagonistas principales de ese alejamiento, incluyendo algunos incidentes y detalles destinados a integrar el anecdotario del folklore anti imperialista latinoamericano, con sus características connotaciones entre románticas e infantiles.

Es difícil imaginar que Trump busque el consenso o apoye el diálogo con los países de la región. Por el contrario, se puede anticipar un modelo arrogante y unilateralista que fluctuará entre la falta de interés y la imposición. Aunque el estilo trumpista de liderazgo posee los rasgos más acendrados del caudillismo latinoamericano, eso no implica un mayor entendimiento en las relaciones hemisféricas. Las acciones internacionales de Washington se desprenden de la superioridad. Esto se sentirá en todo los países de la región a partir de dos características: el decisionismo sobre la deliberación y el personalismo sobre el consenso. Como ya se la hecho saber a México, Trump tiene conciencia de la asimetría inmensa de poder con sus vecinos del sur y ése será el punto de partida para definir su relacionamiento.

De todas formas, el vínculo personal que existe entre Trump y el presidente Mauricio Macri representa una oportunidad para intentar mantener un canal de negociación e influencia abierto. El próximo encuentro planificado para fines de abril puede ser el comienzo de un vínculo de gradual confianza que puede permitirle a la Argentina recuperar un protagonismo positivo y proyectarse como facilitador en una dinámica de cooperación y coordinación con el resto de los países de la región.

La dimensión institucional se abre como la avenida más promisoria para nuestros países a la hora de interactuar con el mandatario estadounidense. Los múltiples puntos de veto que tiene el sutil y complejo sistema político norteamericano otorgan alternativas para avanzar hacia los diversos intereses nacionales, desde la migración de mexicanos hasta la entrada de limones argentinos. Los mecanismos de frenos y contrapesos, la división de poderes y la fuerte autonomía de los distintos niveles del gobierno pueden ser utilizados como instancias paralelas o alternativas a un Ejecutivo que no tolera el disenso, concentra el poder, rehúye del diálogo y decide sin matices ni consultas. El reciente protagonismo que han tomado algunos estados como California, Minnesota, Oregon o Washington para suspender los efectos de los restrictivos decretos migratorios sugiere que, en efecto, la estructura federal norteamericana constituye un poderoso mecanismo para atenuar el impacto de presidencias transformacionales con componentes predatorios. Esto obliga entonces a reorientar algunos esfuerzos diplomáticos a nivel sub nacional.

La dimensión social tiene también una vía de entrada interesante, en especial en lo relativo al sector privado. Es imperativo que el empresariado argentino y latinoamericano comprenda que se avecinan años difíciles para sus intereses en (y con relación a) Estados Unidos. La plataforma “America First” es clara en cuanto a que privilegiará de modo nacionalista la economía y pospondrá, degradará o rechazará acuerdos como el NAFTA o el TPP. La reducción en los niveles de apertura comercial causará disrupciones en las cadenas logísticas y de valor de las empresas que tengan sus operaciones regionalizadas o globalizadas. Otro impacto se producirá por la vía del costo del financiamiento, dado el cambio de régimen que insinúa la Reserva Federal, poniendo fin a un larguísimo ciclo de tasas de interés artificialmente bajas. Será necesario repensar estrategias, áreas y niveles de integración.

Algunas de las empresas de tecnología más grandes de Estados Unidos, como Apple, Google, Facebook, Microsoft, Intel, Uber, y Airbnb, ya presentaron un escrito ante la Corte de Apelaciones del Circuito Noveno alegando que el decreto antiinmigratorio del presidente Trump está “causando un daño sustancial a las compañíasestadounidenses”, ya que limita la capacidad de atraer talento de calidad, aumenta los costos organizacionales y dificulta la competencia en el mercado internacional. Las acciones de compañías latinoamericanas en este sentido también serán decisivas: capitalizar la integración regional, conformar una nueva arquitectura de socios comerciales (recuperando a Europa, profundizando a Asia y explorando oportunidades en el mundo emergente y los mercados de frontera) y replantear el perfil de inversiones son todas opciones que el empresariado de la región tiene a su disposición. Como dijo Carlos Slim: “el mejor muro son las inversiones, acciones y oportunidades de empleo para México”.

Finalmente, no se puede dejar de lado la dimensión global. La forma del orden internacional es en gran medida el reflejo de la capacidad y la voluntad de los Estados Unidos de reconfigurar el mundo en base a principios liberales. Cristalizados en la democracia cuando se analiza la dimensión política y en el libre mercado cuando se visualiza la económica, estos principios están abiertos a todas las naciones del mundo. No son excepcionales ni exclusivos de los Estados Unidos, sino que tienen una pretensión de validez universal. Hoy el mundo atraviesa una crisis en todos los planos relacionados con desentrañar el enigma Trump: en lo individual, surgen liderazgos antiliberales desde China a Rusia y desde Filipinas al corazón de la Unión Europea; en los institucional, emerge una crisis durísima de la democracia liberal que pierde terreno frente a opciones dictatoriales, híbridas y populistas. El panorama se completa con un aire de descontento social global que profundiza el malestar de representantes y representados y amenaza con degenerar en conflictos internos e internacionales. Parafraseando a Sir Winston Churchill, desentrañar a Trump es acaso sólo el primer paso. El presidente norteamericano bien podría ser también “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”.

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