Un Gobierno de prematuros políticos

Un Gobierno de prematuros políticos

Un Gobierno de prematuros políticos. Al menos, esa es la última sensación que deja el paso del macrismo tras su primer año de gestión. El fracaso en la pulseada por la reforma política y la reacción infantil ante el proyecto para modificar el Impuesto a las Ganancias de la oposición coronaron dos meses para el olvido del oficialismo nacional.

“Hay que dejarle salida al enemigo cercado”, sostiene una de las frases plasmadas por el chino Sun Tzu en el libro “El arte de la Guerra”. A juzgar por los últimos sucesos, el PRO y sus aliados pasaron por alto un consejo que la historia repite desde antes de Cristo.

En este tiempo, la coalición oficialista Cambiemos se enfrascó en dos batallas de las que aún no puede salir. Por un lado, arrinconó al peronismo con el objetivo de aplicar desde 2017 el voto electrónico en todo el país. Pero lo único que consiguió fue reunir voluntades en contra. De más está decir -porque suena reiterativo- que la mayoría de los gobernadores e intendentes justicialistas del país se oponen a cualquier sistema que les quite el dominio del proceso electoral en el territorio y que los exponga a una posibilidad cierta de perder sus privilegios.

Sin embargo, fueron los modos los que le infringieron al Presidente la primera gran derrota de su mandato. Senadores, diputados y gobernadores del peronismo aducen que la Casa Rosada los “maltrata”, les da órdenes y elude cualquier negociación, y que esa carencia no se compensa con las “muñecas” políticas del ministro del Interior, Rogelio Frigerio; y del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. El tucumano Juan Manzur, que se cansó de rendir tributo al Gobierno nacional, puede dar fe de los desplantes y de las incomodidades que debió tolerar en estos 12 meses. Van algunos ejemplos: aquel reto del propio Macri enfrente de los intendentes (en mayo), el pase de facturas de Guillermo Dietrich -en las narices del gobernador- por haber cobijado el PJ tucumano a José López, la idea del fraude durante 2015 que aventó nuevamente Frigerio en un mitin opositor (en octubre), o la última incontinencia del Presidente al lanzar -tres años antes de los comicios provinciales- como candidato a gobernador de Cambiemos al radical José Cano y tratar de miedoso a Manzur. Puede que sea cierto y que el titular del Plan Belgrano sea en 2019 otra vez el líder de la fórmula; en ese caso, Cano es el principal perjudicado por el desgaste que deberá soportar antes de tiempo. De hecho, él debió salir a decir un par de horas después que dentro de Cambiemos hay muchos dirigentes valiosos, para disipar celos hoy innecesarios en la débil alianza opositora local.

Algo similar aconteció con el debate sobre los cambios a aplicar en el Impuesto a las Ganancias. El Gobierno tiene razón cuando recuerda que el kirchnerismo -durante 12 años- evitó discutir en serio sobre las escalas de un tributo que afecta a cada vez más trabajadores. Hasta es entendible que advierta acerca de una maniobra del peronismo para desfinanciarlo justo en un año electoral. No obstante, nada justifica la ira desatada sobre los diputados que apoyaron el proyecto opositor.

No hace falta hacer juicios de valor sobre moral: desde lo pragmático, los insultos posteriores ya representan el mayor error político. En especial, porque el peronismo siempre necesita un empujoncito para amontonarse. Y el macrismo, con el Presidente a la cabeza, acaba de darle al justicialismo un argumento de sobra para reagruparse antes de los comicios de renovación parcial del Congreso. Sin dudas, el mayor yerro tiene como beneficiario a Sergio Massa. El ex jefe de Gabinete kirchnerista, que apuesta a convertirse en el jefe de la manada peronista, fue tildado hasta de impostor por la cabeza de la Rosada. Hasta hace una semana, el líder del Frente Renovador era uno de los principales aliados opositores que tenía el Gobierno en el Congreso. Más allá de que tuvieran motivos para enojarse con el tigrense, ¿cómo recuperarlo después de semejante ataque de furia?

Lo preocupante es que ante el primer zarpazo opositor serio, el macrismo se desnudó y emuló las peores prácticas kirchneristas. Desde la Casa Rosada blanquearon sin tapujos la necesidad de “apretar” a los gobernadores peronistas para lograr que, en el Senado, el proyecto sobre Ganancias sea modificado. Comenzaron a circular planillas con los fondos que deberían resignar las provincias para financiar la rebaja impositiva, y hasta obras públicas y subsidios que deberían olvidarse ante una eventual falta de cash.

En el centro de la escena

Manzur, nuevamente, quedó en el centro de las miradas macristas. En la sesión en Diputados, votaron en contra Miriam Gallardo de Dip (responde a la Casa de Gobierno) y el siempre presto José Orellana, quienes se sumaron a los tres kirchneristas tucumanos (Marcelo Santillán, Mabel Carrizo y Alicia Soraire). Además, en la Rosada son conscientes de que uno de los senadores justicialistas que más despotrica contra ellos es el ex gobernador José Alperovich, y que de él depende el voto de su par Beatriz Mirkin. La ex ministra de Desarrollo Social adelantó la semana pasada que votará por la iniciativa tal como llegó de Diputados. Todo un indicio sobre lo que piensa Alperovich. Por lo pronto, Manzur se mantiene en la idea de apoyar a la oposición y viajará a Buenos Aires para seguir de cerca el desenlace. Ya recibió llamados de emisarios que frecuentan la Quinta de Olivos y por estas horas esa línea de teléfono arderá. Con una oreja atenderá los recados del peronismo que lo sentó en el sillón de Lucas Córdoba; con la otra, las advertencias de quienes manejan la billetera oficial. Una riesgosa disyuntiva se puso enfrente del gobernador. Sobre todo, porque él tampoco ha alcanzado aún la madurez política.

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