Cartas de lectores
03 Diciembre 2016

Ciencia

Sólo para ubicarnos en el tiempo, hace más de 100 años que los argentinos a través de sus gobiernos optamos por ser un país subdesarrollado y no existe ninguna señal de que esta situación cambie. En mi juventud siempre miraba atentamente esperando una señal, ante tantos discursos de los políticos de que se implementaran programas que nos sacaran del estado que aún hoy conservamos, confieso que hace algunos años comprendí que todos los gobiernos nos engañaron. En un determinado momento los desarrollados, en vez de llamarnos subdesarrollado nos empezaron a nombrar como país en vías de desarrollo, y nosotros nos la creímos, pensando que el desarrollo es una escalera y nosotros estamos en camino de alcanzar la ansiada meta; pues no es así es una moneda una cara el desarrollo y la otra nosotros. Tener científicos como: Leloir, Milstein, Favaloro y en cualquier momento Rabinovich con reconocimiento mundial no es tener ciencia, es solamente tener hombres capaces, que se rompen la cabeza para investigar en condiciones precarias para lo que es el mundo y casi siempre cuando descubren algo que su saber los lleva, son tentados por laboratorios extranjeros. Pero a los jóvenes me dirijo, porque hay forma por lo menos de no caer en el engaño, cuando un gobernante asume y en su discurso al hablar de ciencia dice que apoyara a la misma incrementando algunos puntos del presupuesto, sepan que está mintiendo los países desarrollados como dicen los que saben, no apoyan a la ciencia, sino que se apoyan en la ciencia, son muy pocas las actividades humanas que no tengan un respaldo científico; sólo cuando vean que el estado convoca al capital privado y a las universidades, quedando el mismo de control de esas asociaciones, o formando parte de las mismas entonces empezaremos a tener esperanzas de salir de este atraso en el que nos vemos sumergidos.

Luis Mónaco

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Desde bueyes hasta camiones

Soy jubilado y tengo experiencia para dar y guardar. Nací en Chubut, y mi padre, de origen escocés, fue contratado como técnico en el manejo de vehículos y máquinas pesadas, durante la explotación de las minas carboníferas del Puyen. Falleció cuando yo tenía 8 años; y quedamos solos mi madre, yo y mis hermanos, circunstancia que la llevó a relacionarse con un operario de la misma empresa, pasando él a ser mi padrastro. Este era nativo de La Laguna de Robles (Tucumán), y terminado su contrato laboral, decidió volver a sus pagos y nos trajo a todos. Era diestro en el campo, tenía cercos, potreros, ganado y un carro de bueyes. A poco de llegar a estas tierras, me enseñó a manejar los animales, y con ello el oficio de boyero. Cuando ya era adolescente me sentó en la punta del pértigo para fletear leña y rollos de madera desde El Morao hasta la Estación 7 de Abril, por huellas propias de la época. Al mismo tiempo adquirió un carro tropero a mulas y una zorrita para rodar la madera, pasando a ser yo el carrero. Luego puso un abasto de carne en el km 37 del tren carguero que transportaba leña vía ferrocarril Mitre, lugar donde se faenaba las reses. Allí aprendí a cuerear y despresar. Me montó en una burra de paso con las alforjas a cuestas, con la que semanalmente hacía el reparto de carne por los campamentos de los hacheros en medio del monte. Allí, me conoció el dueño de ese obraje, don Enrique Rico Idígoras, el que me ocupó como empleado de su almacén, para el reparto de mercaderías en una jardinera a sus clientes del ingenio La Florida y sus colonias. Luego me tocó el servicio militar en la Marina, donde manejé lanchas y botes. Al retornar, me ocuparon para manejar un camión “canadiense”, para transportar vacunos y cueros en una barraca. Más adelante me ocuparon para manejar un camión tanque para acarreo de combustible. Al poco tiempo me tomaron en la Dirección de Transporte para conducir los trolebuses. Desaparecidos estos ingresé a una empresa de colectivos para efectuar viajes de corta, mediana y larga distancia, lo que me permitió recorrer y conocer la mayoría de los centros turísticos del país, casi todas las localidades tucumanas. Y como si esto fuera poco, manejaba un taxi en los momentos libres. Y para llegar a mi lugar de trabajo, lo hacía en una motocicleta o en bicicleta. En cierta oportunidad, mi yerno adquirió una finca, donde le manejé un tractor; al mismo tiempo pasé a colaborar con sus tareas como empresario de espectáculos, trasladando artistas en colectivos y/o combis. Quizás, el más recordado fue la larga gira que realizamos en los inicios de Gladys “La Bomba tucumana”. Por todo esto, hoy con mis 85 años a cuestas, digo con mucho orgullo que fui chofer “todo terreno”, y no es para menos; a lo largo de mi vida manejé desde carretas a bueyes hasta colectivos y camiones de gran porte.

Carlos Mcleod

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Antártida Argentina 378

Banda del Río Salí


Levantar vuelo

Se puede clasificar a los dirigentes máximos del Poder Ejecutivo (presidente, gobernador o intendente), según sean visionarios, estadistas o simplemente detentadores del poder. Perón fue un visionario cuando previó la era del continentalismo; Julio A. Roca o Sarmiento, cuando previeron el engrandecimiento del país con la educación, los ferrocarriles y la producción agrícola en gran escala en el siglo XIX; o Arturo Frondizi, cuando desarrolló la industria y la energía, fueron estadistas. La mayoría de los demás fueron políticos cuya mayor preocupación fue detentar y retener el poder para la próxima elección, como sucedió en Tucumán en los últimos años. Si examinamos hoy la situación, es bueno que el señor Gobernador tenga en su plan de gobierno algo que no se hizo, como la ampliación del aeropuerto, la autovía a Termas de Rio Hondo, un Centro Cívico de lujo o la creación de un estadio único con capacidad para eventos nacionales e internacionales. ¿Pero estas intenciones lo convierten en estadista? Creemos que no, porque no resolverán los grandes problemas de Tucumán atado junto con la región norte a un infradesarrollo crónico y tributario del litoral y del centro del país. Siempre sostuvimos que ninguna de las 10 provincias del norte accederá a un desarrollo y crecimiento sustentable por sí sola. Un estadista es el que tiene una estrategia de gobierno de mediano y largo plazo que echa las bases que servirán de guía para florecer con las futuras generaciones políticas. Es el caso de las llamadas Políticas de Estado. En el norte argentino esta estrategia tiene como base lo que se denomina comunicación biomecánica que arranca con la puesta en marcha de los pasos hacia los puertos del Pacifico (San Francisco en Catamarca, Sico en Salta y Jama en Jujuy), seguido de un corredor ferrovial que una las rutas 40, 38, 157 y 9 con conexiones NOA, NEA, transporte multimodal para llegar a la hidrovía Paraguay-Paraná, y culmina con los puertos brasileños del Atlántico. Es la creación de un Hinterland de desarrollo transversal como único modo de lograr autonomía y economía de fletes, relaciones comerciales, industriales, culturales, etc con independencia de los puertos del litoral y Buenos Aires. Todo esto se lograría con convenios de integración entre las provincias y la unidad política en los objetivos comunes. Además de convenios internacionales que las regiones pueden hacerlo según el art. 124 de la C.N. Su desarrollo es el único modo de superar el atraso histórico del norte. A eso debería servir el Plan Belgrano hasta ahora sin concepción estratégica que se le conozca. El gobernador de Tucumán, ahora Presidente del Zicosur (países del Centro Oeste Sudamericano) tendría que ampliar su horizonte, mas allá de obras necesarias para la provincia, para llegar a ser un estadista que Tucumán no posee desde la generación del Centenario. En suma; no es cuestión de hacer una obrita aquí y otra mas allá, sino de tener un plan estratégico como pista para levantar el vuelo de larga distancia y llegar al bienestar general de la Región. Lo contrario es un vuelo cortito y sin altura.

Benito Carlos Garzón

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Vivencias

Quisiera aportar una vivencia ocurrida entre los años 1949 y 1950, en el Colegio San Francisco; 2° y 3° año de mi bachillerato, con el maestro escultor Juan Carlos Iramain, como profesor de Dibujo del curso. Me movió a ello la carta del lector Jorge Antonio Cháves, presidente de la Comisión Permanente a su Memoria, y que LA GACETA publicó el 9/6, con foto, quizás inédita, del propio lector. En aquel tiempo, un grupo de compañeros, entusiastas del deporte, formaban los equipos y designaban a los integrantes para las clases de Educación Física, que se desarrollaban por las tardes, en un deportivo, que no recuerdo si era el club Argentinos del Norte o el Instituto de Educación Física, que hacía poco había sido transferido a la órbita de la Universidad Nacional de Tucumán. Un día de aquellos, estando en el curso los compañeros, todos futboleros, le pedimos al profesor Iramain que nos consiga una pelota. Y es así que, un día, apoyando con su mano junto a su corazón, la pelota de cuero y tiento, sin alarde y con humildad de los seres elegidos por su talento, se presentó en el aula con el regalo. Entre los presentes, estaba un compañero de apellido Leri, que no volvimos a ver; y otro que recuerdo, Manuel Ávila Gallo, distinguido alumno, que fue abanderado del curso. El maestro, autor de la gran obra del Cristo Bendicente de nuestro cerro San Javier y del Cristo de los cerros salteños, se trasladó por razones de trabajo, y quedó en su reemplazo, el también destacado paisajista Antonio Osorio Luque (LA GACETA, 7/9). Me dio mucha alegría recordar, a través de las páginas de LA GACETA, recuerdos de mi juventud; hechos ocurridos hace ya 70 años. Y también con la satisfacción de saber que LA GACETA tiene, sin duda, miles de archivos, interesada siempre en la cultura de la región y de todo el país: Yo he tratado de aportar un pequeño granito de arena de vivencias personales. Y por recibirlas, muchas gracias.

Rodolfo Ricardo Maza

Avenida Sáenz Peña 579-PA

San Miguel de Tucumán


Niños cantores

Quiero agradecer a LA GACETA por la nota realizada a los ex “niños cantores de la Caja Popular de Ahorros”, técnicamente llamados Bolilleros. Que vuestro prestigioso diario haya puesto la mirada en nosotros, no solo nos reconforta por el reconocimiento en sí mismo, sino que ratifica la importancia de ese primer trabajo que la vida nos llevó a hacer a muy temprana edad. La mayoría de los ex bolilleros tomamos a esa etapa de nuestras vidas como algo natural y hasta normal, sin comprender quizás, que se trató de algo muy especial. De pronto, LA GACETA nos hace ver que lo nuestro fue algo singular, distinto. Tan distinto como que –en este caso- el trabajo infantil no fue explotación, porque siempre tuvo un marco adecuado de contención. La Caja llegó a hacer un seguimiento de nuestros estudios, puso a nuestra disposición maestras particulares cuando era necesario, propició las actividades lúdicas, organizó viajes recreativos, nos acompañó un gabinete psicológico y –como si esto fuera poco- nos pagaban un buen sueldo. Todo esto hace que hoy nos sintamos privilegiados, sanamente orgullosos y más unidos que nunca. Muchas gracias a la institución que nos cobijó y muchas gracias a LA GACETA que tan fielmente reflejó nuestra historia.

Juan José Torres

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