El aspecto de la ciudad, una vieja asignatura pendiente

El aspecto de la ciudad, una vieja asignatura pendiente

Se supone que este año del Bicentenario de la Independencia, nuestra ciudad habrá de recibir numerosos visitantes. Así se conjetura sin esfuerzo, con sólo mirar la lista de los encuentros, de diversa índole, que se han programado. El solo Congreso Eucarístico Internacional prevé una concurrencia de varios miles de personas; y no hay duda de que, con motivo de la conmemoración, la temporada turística habrá de ser mucho más nutrida.

Así las cosas, entre los requerimientos que la desusada afluencia de público indudablemente planteará, está la necesidad de que San Miguel de Tucumán brinde el mejor aspecto posible a los visitantes. Por lo menos, desde el próximo mes en adelante, que es cuando empezará a desarrollarse la mayoría de los eventos que integran el almanaque del Bicentenario.

Un rubro fundamental es el que requiere la más urgente corrección. Nuestra capital presenta un aire de descuido generalizado, que es lo que primero pica la atención de quien llega a ella. Salir de eso es una notoria deuda que ya sería hora de disponerse a saldar.

Nuestras calles, avenidas y parques, en su gran mayoría, tienen un aire de franco desaliño. Muros pintarrajeados, veredas rotas, yuyales, baldíos en total descuido, plazas con sus instalaciones deterioradas, basura en las calles. Nuestra famosa condición de “Jardín de la República” suena a ironía no se ven flores, ni jardines arreglados.

En múltiples ocasiones, tales deficiencias han sido marcadas en esta columna, en nuestras notas de opinión, en las cartas de lectores y en la información del diario en general, sin que se perciba generalmente cambio de ninguna especie. Si es indiscutible que toda ciudad es un reflejo de sus habitantes, hay que convenir que estamos hablando de problemas directamente generados por una conducta tradicional del vecindario. Lamentablemente, lo más nítido de esa conducta, en realidad, resulta ser una fuerte inclinación al vandalismo, que daña o destruye todo lo que esté a su alcance, en el ajuar de la ciudad.

Y no se percibe, como reacción, un ánimo de mejorar el aspecto exterior de nuestra capital. A lo que no ejecuta el Estado, no lo ejecuta nadie. La limpieza, la conservación de instalaciones, el propósito, en fin, de obtener un mejor aspecto, no parece figurar entre las preocupaciones de quienes habitan San Miguel de Tucumán. Es más, no falta quienes atribuyan, a nuestra capital, el deplorable título de ser una de las más descuidadas de la República. Pensamos que es hora de que se opere una reacción contra tan lamentable estado de cosas.

Por cierto que la Municipalidad tiene un importante rol para cumplir, plasmado no sólo en la realización de intensas campañas que insten al vecindario a cuidar su ciudad, sino también en un sistema de premios y castigos, donde se distingan las conductas positivas y se sancionen las negativas. Pero nada podrá tener resultados palpables, si no se logra suscitar una convicción distinta en el habitante. Esto es, un despertar del cariño por la urbe y del propósito de no incurrir en actitudes que vulneren sus instalaciones. Si se pudiera lograr este nuevo espíritu presentaríamos, a nuestros visitantes del Bicentenario, una impresión distinta de la que nos hemos acostumbrado a proporcionar, estos últimos años.

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