Los peligros del nuevo populismo

Los peligros del nuevo populismo

Por David D. Kirkpatrick/ The New York Times

13 Diciembre 2015
Tiroteos masivos por parte de milicianos islamistas. Inmigrantes chocando con fronteras. Competencia internacional castigando al trabajador pero enriqueciendo a élites. A través del mundo occidental, una nueva raza de populistas de la derecha como Donald Trump, Marine Le Pen en Francia y Viktor Orban en Hungría están ganando popularidad, capitalizando una inseguridad climática que rivaliza con el periodo posterior a la I Guerra Mundial. Muchos de ellos -como hizo esta semana Trump- han acaparado titulares en meses recientes despotricando en contra de inmigrantes musulmanes, diciendo que son una amenaza para la seguridad pública e identidad cultural. Detractores de izquierda han comparado a los populistas con los fascistas de comienzos del siglo XX, porque algunos de los que montan la ola populista -como el Partido Libertad en Austria o Amanecer Dorado en Grecia- tienen raíces neonazis específicas.

A diferencia de movimientos anteriores de derecha, esta generación de populistas repudia el racismo abierto, la retórica militarista y las asociaciones con el fascismo que hasta hace poco ahuyentaban a electores de la corriente popular.

Antes de que los recientes ataques terroristas o la crisis europea de inmigrantes proyectaran un reflector de atención sobre la inmigración musulmana, los populistas habían logrado respaldo como proteccionistas comerciales o nacionalistas económicos apelando a votantes de clase trabajadora, que se sentía distante de los partidos establecidos y las élites políticas. Y por primera vez en casi un siglo, partidos establecidos a lo largo de Europa y Estados Unidos luchan por mantener a raya a los insurgentes populistas, conforme su competencia tira de la corriente popular hacia la derecha. “Lo que estamos viendo es un cambio bastante radical”, dijo Roger Eatwell, politólogo en la Universidad de Bath.

Le Pen es la figura más conocida de más de una docena de partidos populistas de la derecha a lo largo de Europa que han anotado grandes progresos durante los últimos dos años. Esta semana, su partido, el Frente Nacional, ganó el mayor porcentaje de votos en la primera ronda de elecciones regionales en Francia, con 30 %, convirtiéndola en un contendiente por la presidencia en 2017. Ella hace campaña en contra de lo que llama la islamización de Francia, al tiempo que ha comparado los rezos musulmanes en las calles francesas con la ocupación nazi. Sin embargo, Le Pen funde su chauvinismo cultural con llamados a las ansiedades económicas de votantes de clase trabajadora o clase media-baja que han sufrido de alto desempleo, salarios estancados y creciente desigualdad en el ingreso, particularmente desde la crisis financiera de 2008.

Venas de chauvinismo han subido a la superficie en Europa Occidental desde que ésta dio la bienvenida por primera vez a olas de inmigrantes de ex colonias, a mediados del siglo pasado, con miles de indios, jamaiquinos y otros llegando a Reino Unido. Pero sólo en las últimas dos décadas -con los números en aumento de personas llegando de Asia, Oriente Medio y África- es que el sentir nativista en Europa se ha vuelto tan prominente como lo es en Estados Unidos, donde la inmigración es central para la experiencia nacional.

Vínculos que alguna vez unieron a partidos con sus bases populares -democristianos con iglesias católicas, por ejemplo, o socialdemócratas con sindicatos- se han raído. Cambios en medios masivos han hecho celebridades de algunos líderes políticos, al tiempo que devaluaron a algunas organizaciones partidistas de tipo tradicional.

Pero, al mismo tiempo, partidos de la cúpula en la izquierda y derecha por igual tampoco han logrado suministrar soluciones en buena medida para los problemas que más molestan a votantes de clase trabajadora: estancamiento de ingresos, inseguridad y desigualdad en una era de cambio tecnológico y competencia global. Un sondeo en Europa del Centro Pew de Investigación reveló que considerables mayorías en media docena de países preveían que sus hijos estarían en peor condición que sus padres. Esa pesimista perspectiva es albergada por 58 % de los encuestados alemanes, 68 % de los británicos y 85 % de los franceses.

De igual forma, Trump extrae buena parte de su respaldo principalmente entre electores sin educación universitaria. Un sondeo reciente de New York Times y CBS demostró que Trump tenía el apoyo de 40 % de los votantes republicanos sin un diploma universitario. Él tenía el respaldo de 26 % entre aquéllos con título universitario. Ningún otro apoyo a candidatos estuvo tan estrechamente relacionado con el nivel educativo.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios