Mormones que apoyan a los gays están renunciando a su Iglesia

Mormones que apoyan a los gays están renunciando a su Iglesia

SALT LAKE. Hacen cola para borrar su nombre de los archivos de su Iglesia. Foto de Kim Raff / The New York Times SALT LAKE. Hacen cola para borrar su nombre de los archivos de su Iglesia. Foto de Kim Raff / The New York Times
21 Noviembre 2015
Jack Healy / The New York Times

Desde que era una niña y había sido bautizada, Lindsay Matson se había dedicado a los libros de la Iglesia mormona, que regía su vida espiritual. A medida que iba cambiando de una congregación a otra, asumió cargos de liderazgo juvenil, y se casó a los 19 años en un templo mormón.

Pero la armonía con su religión se rompió, tanto para ella como para muchos otros mormones. Este grupo está molesto porque la Iglesia mormona ha declarado apóstatas a las parejas del mismo sexo, y les han restringido el acceso al bautismo y a otros ritos a sus hijos. Los disidentes quieren renunciar a su Iglesia y exigen que se borren sus nombres de los expedientes que meticulosamente llevan los mormones.

El fin de semana pasado, Matson y sus dos hijas, una de las cuales es lesbiana, se unieron a más de 1.000 personas que hacían fila en un parque de Salt Lake, junto a los chapiteles del templo, para efectivizar una renuncia en masa. La mayoría no había asistido a la iglesia en años aunque habían tenido vínculos profundos.

Ellos habían crecido dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, habían ido a misiones, habían criado a sus hijos como mormones. Aun cuando disminuía su fe y su asistencia siguieron siendo miembros en los papeles. La Iglesia dice que tiene 6,5 millones de miembros en Estados Unidos.

Un trámite de meses

“Hay un contacto constante cuando tu nombre está en los archivos -dijo Matson-; la Iglesia se considera responsable de ti”. De manera que alejarse puede resultar complicado tanto emocional como administrativamente.

Matson empezó el proceso en julio, con una carta dirigida a la unidad de archivos que la Iglesia posee en sus oficinas centrales. Contó que recibió un folleto en el que le pedían que reconsiderara su postura. Una semana después, el obispo local la visitó en su casa para preguntarle si realmente quería salirse. Le dijo que sí, que quería alejarse. Y en octubre recibió una carta de la Iglesia en la que le informaban que la habían sacado de su lista. “Ahí terminó todo”, dijo Matson.

Antes de la reunión que se hizo en el parque el sábado, el presidente de la Iglesia, Thomas S. Monson, envió un mensaje por Twitter que parecía dirigido a los feligreses que quisiera renunciar: “ruego con ustedes para evitar cualquier cosa que los prive de su felicidad aquí, en la mortalidad, y en la vida eterna en el mundo por venir”.

Eric Hawkins, un portavoz de la Iglesia, dijo: “no queremos ver que nadie abandone la Iglesia, especialmente las personas que han estado batallando con algún aspecto de su vida. La Iglesia existe para construir personas y ayudarlas a sanar, y no hay uno solo de nosotros que no necesite ayuda en algún momento de nuestra vida”.

Un hecho simbólico

Para quienes han decidido dejar la Iglesia borrar su nombre de los archivos era un hecho cargado de simbolismo. La Iglesia mormona otorga una profunda importancia espiritual a la investigación sobre la historia de la familia y en rastrear las líneas ancestrales. En el centro de Salt Lake está la Biblioteca de Historia Familiar. También cuenta con un sitio web de genealogía: FamilySearch.

Los organizadores de la renuncia masiva llevaron formularios y sobres, y asesoraron a los fieles durante el proceso. Había escribanos para sellar las cartas. Mark Naugle, un abogado que fue mormón, y que suele ayudar quienes desean abandonar la Iglesia, fue el encargado de recoger y enviar las cartas de renuncia. Comentó que había recibido 1.500 misivas el fin de semana pasado, en el parque.

Muchos eligieron explicar los motivos de su decisión. En general, contaban cómo aman a sus hijos gays o cómo habían luchado durante años para reconciliar ser gays con ser mormones. Otros solo firmaron una planilla.

Testimonios variados

Algunos dijeron que no sentían ningún vínculo con la Iglesia, y otros expresaron que renunciar a su fe nunca había sido su primera opción. Que todavía tenían un hermano que era obispo o un padre que va a la iglesia cada domingo. Una mujer, que se negó a dar su nombre porque no quería contrariar a su familia, dijo que había esperado que muriera su madre para renunciar.

“Derramé algunas lágrimas”, confesó Kathy Franson, y agregó que había renunciado porque su hijo es gay. “Lo sentí como la muerte de alguien cercano. Lo comparo con una muerte, es como pasar por ese duelo”, añadió.

Como Franson, la vasta mayoría de los que se van ahora, ya habían dejado de asistir a los servicios y participar de eventos religiosos. Pero la noticia de la nueva política de la Iglesia respecto de las parejas del mismo sexo los llevó a tomar la decisión de la renuncia formal.

Aun cuando la Iglesia mormona se opone desde hace mucho a los matrimonios del mismo sexo, había respaldado una ley antidiscriminatoria en Utah. Incluso había criticado a una empleada pública de Kentucky que se había negado a emitir licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo.

Pero las nuevas políticas -distribuidas en un manual entre los dirigentes laicos de la congregación- fueron tajantes. Funcionarios de la Iglesia explicaron que las adoptaron porque necesitaban trazar una línea divisoria entre las leyes civiles que permiten los matrimonios del mismo sexo y la doctrina eclesiástica que no lo hace.

No va más

Brenner Zeller, un joven de 24 años, contó que él y su esposo, Daniel, crecieron en la Iglesia y que, tras años de haber estado afuera, habían empezado a considerar la posibilidad de volver a asistir a los servicios. Pero las nuevas políticas los alejaron definitivamente. “La percibimos como algo que desgarra a las familias. Y creo que si conservas tu nombre en la Iglesia, estás apoyando sus decisiones. Y no queremos apoyarlos porque ellos no nos apoyan a nosotros”, concluyó.

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