La cuenta de la fiesta
02 Agosto 2015
MIGUEL ANGEL ROUCO

AGENCIA DYN


BUENOS AIRES.- El intento del Banco Central por mitigar el apetito de los agentes económicas por las divisas, resultó estéril.

La incertidumbre ganó la calle y con ella, la desconfianza en los activos locales tornó en aumento. Ya nadie quiere invertir en moneda local porque faltan definiciones y sobreabundan los pesos.

El descontrol fiscal y financiero de la administración Kirchner está aumentando a medida que se acercan las elecciones y el déficit de las cuentas del Tesoro, proyectado en 7% del Producto Bruto Interno (PBI), puede resultar insuficiente.

La suba en las tasas de interés pasivas ha disparado el costo del dinero en los mercados de segunda y tercera línea, lo que redujo la financiación de muchas operaciones que se venían pactando a plazos.

Esto trajo aparejado una mayor retracción de la actividad económica que se percibe en una baja en las ventas, sostenida únicamente, por los planes oficiales de compras en cuotas. Algo muy exiguo en medio de un ambiente enrarecido.

En tanto, la actividad industrial permanece estancada desde hace dos años y el comercio exterior refleja esa parálisis.

La administración de Cristina Kirchner registró en 2008, su primer año en el gobierno, un nivel de exportaciones de unos 70.000 millones de dólares, y terminará su último año de mandato con un nivel similar, lo cual revela, la intrascendencia de su gestión.

Peor será su performance en materia inflacionaria. Ante la falta de estadísticas confiables por parte del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y frente a la dispersión entre los índices oficiales y los calculados por consultoras privadas, tomando como parámetro una inflación de 25 por ciento anual, los precios minoristas en la Argentina habrán subido 500 por ciento, durante los dos mandatos de la presidenta.

Las medidas

La agenda de los economistas que asesoran a los candidatos a presidente contienen medidas para atacar los problemas de flujo y no de stock.

Sin embargo, aun ninguno de ellos dice qué medidas se van a tomar para eliminar esos 7 puntos del PBI de déficit que tienen la cuentas públicas.

“Si se habla del flujo, quiero saber como van a hacer para bajar el gasto público, frenar la emisión monetaria y bajar la inflación”, dijo a DyN un importante administrador de carteras.

Si se toman bajo análisis las cuentas del Tesoro, los dos componentes generadores del desequilibrio son los gastos y las transferencias.

En el primer capítulo, es el que presenta las mayores rigideces. Allí se encuentra el corazón de las erogaciones del Estado como todo el esquema previsional y la asistencia social, a través de todos los planes como la Asignación Universal por HIjo (AUH), los jefes y jefas y el flamante Plan Qunita, entre otros. ¿Quién se atreverá a trazar un lápiz rojo en esos gastos?

En el segundo capítulo, es donde se centra la atención para efectuar correcciones. En las transferencias, los gastos por la importación de energía y los subsidios al consumo son los vectores del desequilibrio en las cuentas públicas.

El gobierno gastó en el primer semestre del año 111.000 millones de pesos por ese rubro -unos 10.000 millones de dólares-.

En gran medida, unos 70.000 millones de pesos estuvieron destinados a ser virtualmente “quemados” en la generación de energía, a tarifas irrisorias, subsidiando consumidores de alto poder adquisitivo.

El resto se repartió en subsidiar al transporte que también presenta tarifas ridículas, en especial, en el área metropolitana, y el pozo ciego de la aerolínea de bandera, de la compañía de aguas y cloacas que se estatizó bajo la promesa de dotar de servicios básicos al Gran Buenos Aires y de todo el aparato de propaganda estatal, incluido el polémico Futbol para Todos.

Camino escarpado

Si se eliminan estas distorsiones, adecuando tarifas y suprimiendo gastos innecesarios, se podrá haber reducido el déficit en casi 4 puntos del Producto Bruto Interno, para luego trabajar sobre estructuras de gastos más rígidos y sobre una mejora del perfil de la deuda.

El camino es escarpado, con obstáculos, no exento de sabores amargos, pero de posible tránsito. Tiene costos. Son años de despilfarro. Es la herencia del kirchnerismo.

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