Por Carlos Páez de la Torre H
16 Agosto 2014
MANUEL GARCÍA MORENTE. Sentado, a la izquierda, junto a los doctores Norberto Antoni y Alberto Rougés la gaceta / archivo
El filósofo español Manuel García Morente fue, como se sabe, una de las grandes figuras que incorporó a su cuerpo docente la UNT, en 1937. El doctor Alberto Rougés, el 14 de agosto de ese año, narraba en carta a Ernesto Padilla su encuentro con esta destacada personalidad.
“Vino con sus hijas de visita hará tres días. Una de ellas es viuda. Su esposo fue asesinado por los rojos en Toledo, al comienzo de la revolución. Era astrónomo del observatorio que allí había”, contaba Rougés. Agregaba que había hablado con su visitante sobre filosofía “y lo he explorado un poco acerca de su actitud hacia la religión”. Afirmaba que esa primera entrevista le había producido una buena impresión.
“Cultivaré su amistad y haré lo que esté de mi parte para volver más llevadero su destierro y su tragedia. Este ex decano de la Facultad de Humanidades de Madrid se encuentra no sólo expatriado, sino también sin sus libros y sin biblioteca”, reflexionaba en la carta.
Rougés no era demasiado optimista. “Temo que, una vez que pase el entusiasmo del primer momento, nuestra Universidad no le dé el puesto que merece. Es un gran maestro que el azar trae a Tucumán y que habría que aprovechar debidamente. Hemos hablado de una revista filosófica en que colaborarán todos los estudiosos del país. No es fácil, porque entre ellos existen ya discordancias al parecer grandes. Así se explica que, en vez de un solo homenaje a Descartes, de un solo libro publicado por los pocos que pueden escribir sobre aquél algo de interés, se van a publicar dos”.
“Vino con sus hijas de visita hará tres días. Una de ellas es viuda. Su esposo fue asesinado por los rojos en Toledo, al comienzo de la revolución. Era astrónomo del observatorio que allí había”, contaba Rougés. Agregaba que había hablado con su visitante sobre filosofía “y lo he explorado un poco acerca de su actitud hacia la religión”. Afirmaba que esa primera entrevista le había producido una buena impresión.
“Cultivaré su amistad y haré lo que esté de mi parte para volver más llevadero su destierro y su tragedia. Este ex decano de la Facultad de Humanidades de Madrid se encuentra no sólo expatriado, sino también sin sus libros y sin biblioteca”, reflexionaba en la carta.
Rougés no era demasiado optimista. “Temo que, una vez que pase el entusiasmo del primer momento, nuestra Universidad no le dé el puesto que merece. Es un gran maestro que el azar trae a Tucumán y que habría que aprovechar debidamente. Hemos hablado de una revista filosófica en que colaborarán todos los estudiosos del país. No es fácil, porque entre ellos existen ya discordancias al parecer grandes. Así se explica que, en vez de un solo homenaje a Descartes, de un solo libro publicado por los pocos que pueden escribir sobre aquél algo de interés, se van a publicar dos”.
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