Doble golpe de Cristina a la pareja monárquica

Doble golpe de Cristina a la pareja monárquica

El desplazamiento de la senadora impacta también en el gobernador. Betty Rojkés queda devaluada en sus aspiraciones a ocupar la silla de Lucas Córdoba.

Si para Betty Rojkés fue un golpe durísimo que la sumió en profunda depresión, para su marido no fue menos, pues el impacto lo alcanza de lleno por carácter transitivo. La Presidente la sacó de la cancha en tiempo de alargue. Esperó hasta último momento para bajarle la cimitarra y colocar en su lugar a Gerardo Zamora, un apóstata radical -como el matrimonio tucumano- devenido soldado K, mucho más hábil que ella y confiable ante los tiempos tormentosos que se avecinan en el país. La senadora estaba convencida de que continuaría en la presidencia provisional del Senado y denostó al periodismo que hablaba de su defenestración. Tenía champagne helado (francés) para festejar, junto con su cónyuge y sus fieles servidores, ahora colgados de la brocha. Será para otra oportunidad. Si la hubiera.

Su desempeño como tercera autoridad en la línea sucesoria del poder, no es para vanagloriarse, ni para recordar sino con críticas. Fue un cargo que le llovió del cielo por la generosidad presidencial. Abusó de su incompetencia, diría Groussac, y lució acabadamente su escasa aptitud en las funciones que le tocó en suerte, sin saber dónde estaba parada. Hasta desconocía el reglamento interno del Senado, cuando quiso impedir el juramento de su par Silvia Elías de Pérez. No fue lo peor. Llegó al extremo de votar una moción radical condenatoria a Boudou, lo que desató la hilaridad de sus propios colegas de bancada por la gaffe. Además, se la recordará siempre por la colección de sus expresiones desafortunadas, su incontinencia verborrágica y su falta de tino y mesura.

En el defenestramiento jugó su propia inoperancia, pero también es, de paso, una factura al gobernador. Cristina no olvida su derrota política en octubre, al perder un diputado, además de los 8 muertos durante los saqueos, resultante de la sedición policial. Zamora, en cambio, sentó en el Congreso a tres senadores y cinco diputados, y tiene a su provincia bajo control, a través de su esposa. Despojada del cargo, se devaluaron las acciones de Rojkés como aspirante autopropulsada a la gobernación. Carece del aval de su cónyuge. No se sabe si ahora, en el llano, insistirá en su anhelo de sentarse en la silla de Lucas Córdoba. Con la certeza -equivocada, al fin- de que permanecería en su sitial, recorría la provincia atando adhesiones. Tenía como favorito para la intendencia capitalina al arquitecto Hugo Cabral, de añeja militancia en el peronismo. ¿Todo quedó en la nada?

El gobernador, en medio de dudas existenciales sobre su propio futuro, más piensa en su amigo Juan Manzur que en ella para la sucesión. No es el más apto –ya lo demostró-, pero es fiable para el mandamás, porque necesita que alguien le cuide la retaguardia. El ministro de Cristina sueña despierto con la banda como blindaje ante el proceso penal que afronta, acusado de enriquecimiento sin causa. Por vías laterales -se supo- llevó una embestida al fuero federal en el intento -vano- de zafar de las graves imputaciones. Lo único que obtuvo fue la reactivación de la causa al detectarse de que sería propietario de otros bienes en la región cuyana.

Entre ellos, el conocido como Tío Yamil, mote que la imaginería tucumana acaba de colgarle. Si fuera el elegido de su patrón, el tío Yamil tendría que aclarar, al retornar al terruño, si es cierta la versión que le atribuye que recibe $ 500.000 por mes del Parlamento, extraídos de ese agujero negro que son “los gastos sociales”. Nunca Regino Amado, titular subrogante del cuerpo, desmintió la especie que lo involucra también a él y a otros miembros de la “honorable Legislatura”. ¿No hay fiscal alguno que se anime a meter mano en este entuerto de tanta gravedad? Mientras Alperovich cedió a la extorsión policial, acordándole el 35% de aumento, desconoce a los maestros sus derechos. ¿Será porque en sus manos cargan tizas y no armas? En tanto, se hace el distraído con “los gastos sociales” y se encierra en su mudez.

La incertidumbre que embarga al gobernador sobre su delfín, no la tiene el radicalismo. Desde el mismo 27 de octubre, conocido el escrutinio, la UCR definió su postulante al palacio: no es otro que el ahora diputado José Cano. Cosechó arriba de 300.000 votos, volumen nunca alcanzado por el partido de Alem-Yrigoyen-Illia-Alfonsín. Es cierto, no todo es de patrimonio propio, pero es el opositor mejor posicionado para enfrentar cualquiera fuere el candidato alperovichista. La UCR no desaprovechará esa valiosa experiencia y busca nuevos socios para el choque de 2015. Para la Municipalidad capitalina se piensa en la senadora Silvia Elías de Pérez. Desde luego, todo previamente pasará por el cernidor de la interna, siempre a tarascones.

Sepultada la reelección infinita de Yo, José, el partido de Perón en su versión aldeana se convirtió en un aquelarre de debate continuo. Todos se sienten con el bastón de mariscal en la mochila, como decía Perón. Asoman desde el fuero federal dos camaristas que antes, por supuesto, deberán colgar sus togas para lanzarse al ruedo político. Con la paciencia de un tibetano, aguardan que escampe la enredada situación política de hoy, que Alperovich no sabe cómo resolver.

Su favorito, el tío Yamil, no mueve el amperímetro y ya demostró que fue un matungo en la cuadrera electoral de octubre. La medición de una encuestadora de opinión porteña, de reciente data, ubica a Domingo Amaya como el mejor posicionado dentro del peronismo, con 33 puntos de imagen positiva, detrás de Cano, con 37. El vínculo entre el alcalde y el mandamás es hipócritamente cortés. Entre ellos no se aman. Pero en política muchas veces se tragan sapos de patas abiertas y es el intendente a quien podría bendecir de última, junto con Osvaldo Jaldo como partenaire de la fórmula. Hasta hoy, no pasa de una especulación. Lo que sí es seguro, es que el peronismo tucumano se presentará dividido. Un ala, aún en barbecho, será la que responda a Sergio Massa. Su candidato es aún un misterio. Entre otros, está anotado José Yayo Carbonell, de rancios laureles dentro del PJ que ahora pretende reflotarlos acompañando al tigre bonaerense. Éste guarda silencio, mientras enhebra nuevos feligreses en el territorio nacional. La otra fórmula es de Alperovich y la tercera con Amaya a la cabeza.

El otro dilema del Zar es con quién va a jugar en 2015. Mercader devenido gobernante, merced a Julio Miranda, carece de sólidas convicciones ideológicas. No tuvo problemas de conciencia de mudarse como un tránsfuga de la UCR al PJ, previas asiduas visitas al represor Antonio Bussi, de quien llegó a ser hombre de consulta, para después pasear como turista por las carpas de Menem primero, después Duhalde y, finalmente, recalar en la del cacique patagón, transmutándose en un peón incondicional. Hoy, transita en cuesta abajo. ¿Con quién se aliará: con Scioli o con Massa? No puede equivocarse, a riesgo de ser fusilado por Cristina. Esperará la definición de la viuda para tirar sus fichas. Ya tiene una señal. Su esposa fue desalojada del Olimpo en que habitaba. Si las cosas se complican para Boudou en la justicia penal, Zamora será el hombre de recambio. Cristina no tiene heredero a la vista; tampoco Alperovich.

El ominoso crimen de Paulina Lebbos se cometió bajo la gestión de Alperovich. Nunca fue investigado a fondo. La policía bajo su mando se dedicó a desbaratar pruebas, alterar declaraciones testimoniales, fraguar actas y enredar todo en una mega operación de ocultamiento, con la participación directa de jerarcas de alto rango. Todo está acreditado en la causa penal. A ocho años de distancia, se mantiene en la impunidad. Una maniobra de tal magnitud y con un hermetismo inexpugnable, sólo se explica si hay involucrado alguien con ataduras umbilicales al poder político.

Justo cuando la pesquisa se internaba en altas esferas del oficialismo, existe el riesgo cierto de que el caso naufrague. El fiscal Diego López Ávila llegó hasta los encubridores. Detrás de ellos se ocultan los responsables. Con ese rumbo marchaba la investigación, cuando fueron separados, por una misteriosa mano larga, los expertos de la fuerza de seguridad que seguían el caso. En la multitudinaria recordación de la estudiante, Alberto Lebbos sindicó al mandatario como responsable de encubrir el crimen. El fiscal expresó que se avanza en el buen camino. El caso de la estudiante cobró una fuerza inercial difícil de frenar, por su peso en sí y sus implicancias con el poder político. Es similar al de María Soledad Morales, en la satrapía de los Saadi.

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