Por Carlos Páez de la Torre H
08 Agosto 2013
LIBRERÍA DE LA CIUDAD. Estampilla que colocaba en los ejemplares la "Librería Francesa", de Adriano Ribet, la más importante de la ciudad en los años 1920. LA GACETA / ARCHIVO
Una nota escéptica y reveladora publicó Exequiel Díaz en LA GACETA del 27 de marzo de 1927. "¡Un tucumano ha escrito un libro!", se titulaba. A propósito de "Ella y otros poemas", de Miguel Tarzia, que acababa de aparecer, Díaz discurría sobre la realidad literaria de la ciudad.
Expresaba que "eso de que un tucumano escriba un libro, no es cosa de todos los días. Allá por la muerte de un obispo aparece un nuevo Quijote que, escalando abismos, surcando el inmenso llano del ambiente local, llega jadeante con un libro en la mano". Es que tal cosa constituye "en realidad, una gran quijotada".
El fenómeno estaba alimentado por los mismos intelectuales tucumanos, "que denigramos la producción local y fuimos los primeros en encogernos de hombros", cuando cualquier iniciativa surge "de alguna cabeza del ambiente". Aquí, afirmaba Díaz, es sabido que "se tiene debilidad por lo que viene de Buenos Aires, lo mismo que allí con respecto a lo importado".
En cambio, "tenemos mucha política. Tiene más representación un versificador de comité, o un pasquinero de temporada, que cualquier muchacho estudioso". Recordaba que "cuando inicié la publicación de una serie de tradiciones, explotando nuestro hasta entonces intocado folklore, algunos de mis 'hermanos de arte' no gustaron de la idea. Entre ellos, una niña ensayista dijo que era preferible hacer novela francesa".
De ese modo, el libro del comprovinciano Tarzia "ha caído del cielo como el maná de los israelitas cuando esperaban por momentos morirse de hambre. Nosotros también creíamos que ya no iban a escribirse más libros en Tucumán".
Expresaba que "eso de que un tucumano escriba un libro, no es cosa de todos los días. Allá por la muerte de un obispo aparece un nuevo Quijote que, escalando abismos, surcando el inmenso llano del ambiente local, llega jadeante con un libro en la mano". Es que tal cosa constituye "en realidad, una gran quijotada".
El fenómeno estaba alimentado por los mismos intelectuales tucumanos, "que denigramos la producción local y fuimos los primeros en encogernos de hombros", cuando cualquier iniciativa surge "de alguna cabeza del ambiente". Aquí, afirmaba Díaz, es sabido que "se tiene debilidad por lo que viene de Buenos Aires, lo mismo que allí con respecto a lo importado".
En cambio, "tenemos mucha política. Tiene más representación un versificador de comité, o un pasquinero de temporada, que cualquier muchacho estudioso". Recordaba que "cuando inicié la publicación de una serie de tradiciones, explotando nuestro hasta entonces intocado folklore, algunos de mis 'hermanos de arte' no gustaron de la idea. Entre ellos, una niña ensayista dijo que era preferible hacer novela francesa".
De ese modo, el libro del comprovinciano Tarzia "ha caído del cielo como el maná de los israelitas cuando esperaban por momentos morirse de hambre. Nosotros también creíamos que ya no iban a escribirse más libros en Tucumán".
Lo más popular
