El primer gran aniversario del Congreso de 1816 quedó en manos de la sociedad civil

Corremos el riesgo de que se replique lo que pasó hace un siglo. La conmemoración del Centenario no despertó interés en Victorino de la Plaza, entonces presidente del país. En mayo de 1915 comenzó a funcionar la comisión popular a cargo de la organización de los festejos de los 100 años de la Independencia

Irene Benito
Por Irene Benito 08 Julio 2013

El Centenario del Congreso que declaró la Independencia en 1816 se aproximaba a tambor batiente -como se avecina el Bicentenario- haciendo patente el desinterés conmemorativo de la Casa Rosada y las limitaciones presupuestarias del Gobierno provincial. Los grandes fastos imaginados en su momento parecían condenados a una celebración oficial mezquina y casi humillante. Dicha perspectiva "sublevó" a un grupo de caballeros tucumanos, que en mayo de 1915 (13 meses antes del aniversario) decidieron constituir la comisión popular pro Centenario.

Era una época de crítica explícita al salteño Victorino de la Plaza, presidente argentino entre agosto de 1914 y octubre de 1916 (por la muerte de Roque Sáenz Peña), por no manifestar interés alguno -o manifestar directamente desprecio- respecto de los 100 años de la Declaración de la Independencia. "Es evidente que don Victorino no quiere bien a Tucumán. Su guerra despiadada contra el Centenario se debe a una simple rivalidad lugareña. Si el histórico Congreso de 1816 se hubiese celebrado en Salta, otra sería la conducta de don Victorino en lo que respecta al gran aniversario que tan pobremente conmemoraremos por culpa suya", apunta una nota de LA GACETA publicada en la edición del 13 de mayo de 1915. En aquel texto, De la Plaza es calificado de "enemigo personal del Jardín de la República".

Era una época de arcas provinciales flacas y un Gobierno, el de Ernesto Padilla, preocupado -¡cómo no!- por la crisis azucarera y la carencia de infraestructura básica (entonces comenzaba la obra de la avenida Mate de Luna y la calle Santiago, por ejemplo, adolecía de falta de desagües decentes). En esas condiciones generales difíciles, la comisión popular pro Centenario comienza a reunirse en los salones de la Sociedad Sarmiento, institución cultural emblemática de la generación que en 1914 fundó la Universidad Nacional de Tucumán. Al primer encuentro asisten los presidentes de los centros, clubes, sociedades civiles y asociaciones de colectividades extranjeras, y entre las voces presentes se levanta una, la de Pedro León Cornet, que pide una fiesta inspirada en el espíritu del pueblo.

De la nada a todo

Enseguida el órgano ad hoc decide por unanimidad incorporar a los directores de los diarios locales (por LA GACETA participa su fundador, Alberto García Hamilton), y de los establecimientos docentes secundarios y especiales, además de al representante de la comisión inspectora de la Academia de Bellas Artes (más adelante resuelve otorgar la membresía a los vicecónsules extranjeros; los gerentes de bancos y a los integrantes de los cuatro centros de estudiantes: el Universitario; el del Colegio Nacional; el de la Escuela de Comercio y el de la Escuela de Agricultura). "Durante la reunión de ayer reinó el mayor entusiasmo patrio, lo que augura las brillantes proporciones que alcanzarán los festejos que se organiza", informa este matutino en una pieza del 30 de mayo.

El clima de excitación aumenta según pasan los días. De la nada (el vacío más angustiante) se pasa a un estado de algarabía fundado en la expectativa de abundantes propuestas para celebrar el 9 de Julio de 1916: "cada cual aportará su granito de arena para conmemorar con el mayor esplendor posible la gloriosa fecha del primer Centenario de la Independencia" (LA GACETA, 5 de junio de 1915).

Pero lo primero es organizar el aparato que ejecutará esos proyectos. Cuando falta un año exacto para el "día D", la comisión popular pro Centenario que lidera Rodrigo Amorortu, titular de la Sociedad Sarmiento, presenta ya una fisonomía compleja, con subcomisiones (denominadas "ejecutiva", "de hacienda" y "de propaganda") y puntillosos reglamentos internos.

Educar al soberano

A mediados de junio de 1915 principia la discusión de ideas. Siempre en espacios destacados, LA GACETA resume los proyectos presentados: Adolfo S. Carranza propugna la fundación de una escuela primaria o graduada con la denominación "Sarmiento"; Miguel Molina promueve la construcción de una escuela e internado popular para albergue del mayor número de menores varones; Justo Tejerizo, presidente del Centro de Estudiantes Universitarios, propone ampliar y normalizar la universidad local, un congreso de estudiantes universitarios, un gran concurso de tiro; una carroza alegórica…; LeandroRivas Jordán pone a consideración de sus pares la idea de crear una escuela y biblioteca para obreros con cursos nocturnos gratuitos, y otra para "niños débiles, retardados y defectuosos de ambos sexos" y, por fin, Lizondo Borda insta a fundar un ateneo popular para la educación e ilustración gratuita del campesinado.

El matutino de García Hamilton desliza en la edición del 13 de junio que el proyecto más valioso es el de Molina: "el establecimiento en esta ciudad de una escuela e internado de instrucción primaria, y de artes y oficios para niños pobres tiene que resultar, naturalmente, una idea simpática a la opinión, y un pensamiento patriótico y altruista. El autor de este proyecto es un hombre de labor que conoce las durezas de la lucha por la vida en que la falta de una profesión u oficio desvía muchas jóvenes y útiles existencias hacia los senderos de la miseria y el crimen".

Pululan los "granitos de arena" y las ganas de hacer cosas con motivo del Centenario. La comisión recibe luego un proyecto para crear una casa de baños públicos (la moción parte de Julio Ledesma Padilla, entonces presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Comercio). Juan Serra Bernabé, titular del Círculo Artístico Valenciano, expone la necesidad de fabricar carteles conmemorativos de colores que han de ser colocados en toda la república, en países limítrofes y en España, e iluminaciones y adornos callejeros; una cabalgata alegórica; juegos florales; funciones teatrales alusivas al aniversario, y concursos de tiro y otros deportes.

Máxima expresión

A finales de junio de 1916, LA GACETA registra ese ambiente de agitación colectiva en un editorial titulado "El Centenario de 1816 y la iniciativa particular". "Es indudable que, dada la difícil situación económica actual del país, los festejos del Centenario dejarán mucho que desear en lo que a acción oficial se refiere. Los grandes proyectos trazados a principios del año pasado y encomendados por el Gobierno nacional a una comisión de distinguidos ciudadanos quedarán reducidos a su mínima expresión. El Gobierno provincial, por su parte, no logrará, a pesar de su buena voluntad y de los sacrificios que realice, llenar ampliamente los deseos de los que quisieran que este Centenario memorable fuera celebrado con el esplendor debido. La iniciativa popular tendrá, pues, un ancho campo en el que ejercitarse y tal vez a ella deberá esa fecha, grata a todo corazón argentino, sus galas más lúcidas".

El 9 de Julio de 1916 se aproximaba como un caballo desbocado, y de esa emergencia emergió -valga la redundancia- el programa de actividades y obras que (aún) perpetúa el legado de la llamada "Generación del Centenario". La inactividad de la política propició una gesta comunitaria inédita que honró al Congreso de 1816 corroborando que no hay reto imposible para un pueblo en movimiento.

Demasiados desafíos y apenas tres años para afrontarlos

El artículo que abre este informe ("El primer gran aniversario...") demuestra cómo los festejos del Centenario de la Independencia fueron exclusiva responsabilidad de la sociedad civil. La indiferencia de la Nación y las estrecheces económicas que soportaba la administración de Ernesto Padilla obligaron a las fuerzas vivas a hacerse cargo de aquellos fastos. Esas iniciativas se pusieron en marcha un año antes, en 1915. ¿Se repetirá la historia?

Mañana la cuenta regresiva marcará tres años exactos hasta el Bicentenario. Los desafíos que se plantean para Tucumán son muchísimos y el tiempo, que parece suficiente, en realidad corre a toda velocidad. Máxime cuando hay elecciones de por medio, como en el proceso que desembocará en octubre venidero. Son meses en los que los esfuerzos y las preocupaciones suelen desplazarse por otros carriles.

Más allá de los festejos a los que convoque el 9 de julio de 2016, la clave pasa por una nutrida agenda del Bicentenario. Las ideas fuerza, los objetivos y las obras que unan a Tucumán y permitan reposicionar a la provincia. Metas en materia de educación, salud, desarrollo social, infraestructura, comunicación, servicios, transparencia, calidad institucional... Un programa imaginativo y ambicioso, capaz de aglutinar a los tucumanos en torno a un sueño común.

En octubre de 2005, la Legislatura sancionó la Ley N° 7.649, que dispuso la creación del Ente Provincial Bicentenario Tucumán 2016 (EPBT 2016). Pronto van a cumplirse ocho años. ¿Cuál fue la tarea que desarrolló este organismo, dotado con un presupuesto que asegura su funcionamiento?

Hay voluntades, voces, algunas ideas, la mayoría aisladas. Falta cohesionarlas.

Buenos Aires celebró los 200 años de la Revolución de Mayo con una extraordinaria fiesta popular. Estuvo muy bien, pero ¿cuál fue la visión proyectada antes y después del show musical y de las proezas del grupo Fuerza Bruta? Tres años nos separan del Bicentenario de la Independencia, una alarma suena e indica que es el momento de poner manos a la obra.

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