Recuperar la legitimidad moral

Recuperar la legitimidad moral

Reflexiones de César Ceriani Cernadas y de Lucía Santos Lepera.

DOS ESTILOS.  Benedicto XVI, el perfil del intelectual; y el flamante Papa, Francisco, un religioso con carisma. DOS ESTILOS. Benedicto XVI, el perfil del intelectual; y el flamante Papa, Francisco, un religioso con carisma.
15 Marzo 2013
La elección de Jorge Bergoglio como Papa da a pensar varias hipótesis. Una cosa está bien clara, según los expertos: que se buscan cambios relevantes dentro de una Iglesia profundamente afectada por una crisis moral y financiera. Así lo consideró César Ceriani Cernadas, doctor en Antropología, Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y docente de la UBA y de Flacso.

"Eligieron un Papa con fuerza y con carisma, con un conocimiento más directo de problemáticas sociales y no sólo teológicas. Eso ya es un indicio del rumbo que tomará la Iglesia: seguramente se buscará tener una injerencia mayor en cuestiones de pobreza y equidad social y volver a tener legitimidad moral, algo que fue muy vapuleado por los escándalos sexuales y por las intrigas del Vaticano. El gran desafío es, sin dudas, reformar la estructura de la curia romana, pero eso no será nada fácil. Se necesitan muchas cosas; un Papa solo no va a cambiar todo", remarcó.

Ceriani Cernadas consideró: "era lógico que después del enorme carisma de Juan Pablo II iba a venir una transición como fue la de Benedicto XVI. Era de esperar, entonces, que ahora se buscara un cambio, mucho más después de las denuncias por abusos y los problemas económicos".

El investigador no cree que Bergoglio pueda ser enmarcado bajo etiquetas de progresista o conservador. Su posición, sostiene, es más ambigua y generalmente depende del tema. "Podría decirse que está a medio camino: en algunas cuestiones es flexible y en otras no, como lo dejó en claro mostrando su oposición al matrimonio igualitario", recalcó.

El antropólogo religioso no avizora una gran revolución ni una reforma importante en los próximos años, como lo fue el Concilio Vaticano II, que implicó una nueva forma de pensar, una nueva relación de la Iglesia con el mundo.

"Tal vez lo que se busque es un nuevo rumbo. Para mí, esto es un planteo de parar la pelota y ver cómo está la situación, que no es la mejor y que viene en picada. La Iglesia siente que tiene que recuperar la autoridad, volver a hacer creíble su mensaje en medio de una pérdida de fieles cada vez mayor. Tiene que recuperar poder y tener más injerencia en temas que le preocupan a la sociedad", opina.

Aunque el Papa es universal, el experto sostiene que Bergoglio podrá tener incidencia en la política argentina. "Si tenemos en cuenta que Juan Pablo II influyó en el movimiento polaco de recuperación de la democracia, no tenemos por qué descartar que Francisco tendrá un ojo metido en lo que pasa en Argentina con un cúmulo de poder mayor para tomar decisiones", remarcó.

Respecto del impacto religioso en Argentina y Latinoamérica, el antropólogo cree que el tema religioso tendrá más importancia en la agenda. "Siempre preocupa el avance de los evangélicos. En la medida que se refuercen los principios fundamentales de la Iglesia, la lucha por la equidad social, y a su vez se legitime moralmente a la Iglesia y haya más flexibilidades en algunos temas, podrán recuperar fieles", evaluó.

Bergoglio, un papa político

"Históricamente en nuestro país la Iglesia católica y el Estado establecieron vínculos muy estrechos", afirma por su parte Lucía Santos Lepera, historiadora egresada de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y becaria doctoral del Conicet (su tema de investigación es la relación entre Iglesia y peronismo)

En ese sentido, continúa, los obispos desplegaron un rol central en el tablero del poder político. "Bergoglio se formó y es parte de esa tradición, tal como lo reflejó su trayectoria en los últimos años, signada por una abierta intervención en la agenda política (por ejemplo su férrea oposición al matrimonio igualitario). Puede decirse que existen distintos perfiles de Papado. En relación a Benedicto XVI se consideró que su ministerio se centró fundamentalmente en aspectos de índole intelectual y que no pudo o no supo afrontar muchos de los problemas que hoy afectan al Vaticano. A diferencia de esa gestión, coincido con Juan Cruz Esquivel, sociólogo investigador del Conicet, en que Bergoglio presenta cualidades distintas para afrontar esos desafíos internos.

¿Se puede inferir cuáles serán los rumbos de la Iglesia? "Opinar sobre los rumbos futuros de una institución tradicional como la Iglesia supone circunscribirse al campo de las especulaciones", reflexiona la investigadora tucumana. "Aceptando tal limitación, considero que no pueden esperarse cambios estructurales sobre las posiciones tradicionales de la Iglesia respecto a muchos de los temas candentes (matrimonio igualitario, celibato sacerdotal, métodos anticonceptivos, el rol de las mujeres en la institución, etc). Creo que, dado el frente interno de conflictos que debe enfrentar el nuevo Papa, como dice Esquivel, la prioridad será "ordenar" la Iglesia internamente y resolver en primera instancia los problemas en el Vaticano. En ese sentido-evaluó- sí pueden esperarse una serie de reformas en la estructura de la burocracia vaticana".

En la charla surge la opinión del teólogo Hans Küng de que el papado de Francisco puede tener similitudes con la perestroika de Gorbachov. "Creo que la opinión de Kung debe interpretarse como una expresión de deseo por parte de un crítico con el statu quo eclesiástico, que espera que lleguen aires renovados a la Iglesia. En ese sentido, la asunción de Francisco genera, como todo proceso de cambios, expectativas diversas sobre el devenir de la institución católica".

Cuando Joseph Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI, apareció su ligazón con las juventudes hitlerianas, durante los albores de la segunda guerra mundial; ni bien se conoció la designación de Jorge Bergoglio como Papa, se denunció su presunto pasado como colaborador de la última dictadura, sobre la base de publicaciones del periodista Horacio Verbitsky. Adolfo Pérez Esquivel y Graciela Fernández Meijide, entre otros, salieron ayer a echar por tierra estas acusaciones. Ambos resultan palabras autorizadas: el primero fue torturado por los militares y Fernández Meijide, madre de un desaparecido, integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep). "No tengo ningún dato que lo relacione (a Francisco) con colaboración con la dictadura. Para nada. Sé que ayudaba a gente a salir del país. Me sorprenden algunos comentarios, siempre con esa visión conspirativa que tenemos los argentinos", dijo Fernández Meijide a la señal de cable Todo Noticias. "Hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no. Se lo cuestiona porque se dice que no hizo lo necesario para sacar de prisión a dos sacerdotes, siendo el superior de la congregación de los Jesuitas; pero sé que muchos obispos pedían a la junta militar la liberación de prisioneros y de sacerdotes, y no se les concedía", dijo Pérez Esquivel.

Consultada por LA GACETA, la titular de la cátedra de Historia Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Judith Casali de Babot, pidió prudencia a la hora de revisar el pasado de una persona. "Estamos viviendo un mundo fundamentalista; debemos tener muchísimo cuidado y ser muy respetuosos y honestos en cuanto a lo que pensamos y decimos. No se puede ver todo con ojos maniqueos; no todo es bueno o malo, puro o impuro; el ser humano es muy complejo", señaló Casali : "como historiadora necesito las pruebas; yo no conozco a Verbitsky como historiador, él dice tener pruebas. Pero sería deshonesto que yo emita una opinión, sin haber investigado".

El sociólogo Héctor Caldelari admitió que todo argentino mayor de 50 años, por el mero accidente cronológico, vivió en forma consciente la dictadura; pero separó dos grandes grupos. "Bergoglio ocupó un puesto de poder durante la dictadura; no es el caso de un ciudadano llano que puede haber tenido cierta actividad en el país, pero sin participar en una estructura de poder tan significativa, como es la Iglesia", consideró. Caldelari no cree que el religioso haya actuado como promotor de la represión desde la Iglesia, pero no lo exime totalmente de responsabilidades. "Me parece que fue bastante silencioso; él ocupaba una posición, y tenía la opción de acceder a información", advirtió.

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