De bestia maldita a ahijado del Presidente de la Nación

De bestia maldita a ahijado del Presidente de la Nación

El mito dio origen a la ley de padrinazgo en 1973. Se modificó en 2009

05 Diciembre 2011
Cuenta la leyenda que el lobizón (o lobisón) es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, una pareja de la mitología guaraní que fue objeto de una dura maldición en tiempos pasados. En las noches de luna llena de los viernes o martes, el lobizón se transforma en una bestia mezcla de un perro muy grande y hombre. En el proceso de transformación, el hombre lobo (como se lo conoce en Europa) comienza sintiendo dolores intensos y malestares en todo el cuerpo; sabe lo que está por venir, entonces busca aislarse en el monte, se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés.

El lobizón se levanta transformado, con los ojos encendidos y despidiendo olor a podrido y sale a hacer maldades. Los perros notan su presencia y no paran de aullar en toda la noche y la bestia deambula por los gallineros y cobertizos alimentándose del excremento de los animales (por eso se dice que cuando el granjero ve que el gallinero esta limpio, es porque el lobizón anda acechando por el lugar), cadáveres desenterrados de tumbas y de vez en cuando come algún bebé recién nacido que no haya sido bautizado.

El hechizado vuelve a su forma de hombre sólo cuando entra en contacto con su propia sangre y no perdona al que descubre su secreto. Se lo reconoce porque suele ser un hombre flaco y enfermizo, solitario y poco sociable desde niño y porque después de los días de transformación cae en cama, enfermo del estómago.

Para matar a un lobizón hay que utilizar un arma blanca o una bala bendecida. Para alejarlo, ante su presencia, hay que arrodillarse y rezar un Padre Nuestro, realizar la señal de la cruz, arrojarle agua bendita, un tizón al rojo vivo o botellas rotas.

El lobo mimado

En Argentina y Paraguay se acostumbra desde el siglo XIX que el Presidente de la Nación sea el padrino del séptimo hijo varón de una familia. Esta costumbre se debió a que los campesinos sacrificaban a su séptimo hijo por temor a que fuera un lobizón.

Este padrinazgo se realizaba de modo informal hasta 1907, y ese año se hizo el primer bautismo oficial, con el Presidente de la Nación como padrino. En 1973, el entonces presidente Juan Domingo Perón dio formato legal a esta costumbre a través de la Ley 20.843 y decreto 848, que otorga además becas totales para estudios primarios y secundarios del séptimo hijo, ya sea varón o mujer. En 2009 la presidenta, Cristina Fernández, amplió el alcance y los requisitos para acceder al beneficio.

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