04 Septiembre 2011
- ¿Cómo fueron los sucesivos encuentros con el Nano Balbo, que derivaron en Un maestro?
- El primer contacto fue por correspondencia, epistolar, vía e-mail, a través de la palabra escrita. Lo que más me sorprendió ya en los primeros e-mails que cambiamos fue la sensación de retomar una conversación interrumpida ayer. Desde el comienzo tuvimos en claro que si nos encontrábamos no sería para recordar la colimba como tanto facho que anda por ahí. Si nos encontrábamos era para constatar si estábamos a la altura de aquellas ideas que teníamos en aquella época en que nos conocimos, en el 69/70 en Junín de los Andes. Y así fue que el Nano me invitó a dar un taller en Neuquén, en la gremial docente de ATEN. Después intervinimos en un acto en el Día de la Memoria a Chos Malal. Hicimos una serie de trabajos conjuntos en la CTA. Organizamos, incluso, una antología sobre la historia del trabajo. Se trataba de una convocatoria para que los trabajadores, incluidos o excluidos (porque aún aquel que no está incluido en el aparato productivo no deja de ser un trabajador) pudieran contar sus historias. De alguna manera, esta convocatoria, que se volcó en un libro, recogía la lección de Walsh: que los trabajadores se reconocieran en sus propias palabras y no en las del patrón. Y ese libro, me doy cuenta ahora, fue el antecedente de Un maestro, donde me puse a trabajar una historia de vida, una crónica en primera persona, desde un punto de vista que no fuera el periodístico habitual. Se trataba ahora de ponerme en el lugar del otro, en los zapatos del otro.
- La historia del Nano parece atravesar todo un siglo, y más, de historia argentina: la Conquista del Desierto, la dicotomía ciudad-puerto, el anarquismo, el peronismo, la Dictadura Militar, el menemato, etc.
- El relato atraviesa la historia argentina. Pero de esto nosotros tomamos conciencia recién cuando el libro estuvo terminado. Uno no es consciente cuando lo está elaborando. Esto es algo que ocurre a posteriori. Del mismo modo, reparé más tarde en la identificación mía con el personaje. Uno como narrador se plantea "yo soy otro", pero acá ese "otro" no era ficcional. Ese "otro" era real, de carne y hueso, y tenía una historia parecida a la mía en tanto yo también tuve un padre gremialista como el Nano tuvo un padre militante de las Ligas Agrarias. En este aspecto, hay que consignar que nuestra generación tuvo la política, muy en primer plano, desde que éramos pibes. Es como el aire que respiramos. Estoy contando la vida de él, pero a la vez estoy contando la mía, Y estoy contando también la nuestra, la social. Estoy contando la vida de una generación.
© LA GACETA
PERFIL
Guillermo Saccomanno nació en Buenos Aires, en 1948. Es autor de 20 libros, entre los que merecen destacarse sus novelas El buen dolor, El amor argentino y El oficinista. Ha ganado entre, otras distinciones, el Premio Nacional de Literatura y el Premio Crisis de Narrativa Latinoamericana. Su cuento Bajo bandera fue llevado al cine por Juan José Jusid. Es colaborador del diario Página/12.
- El primer contacto fue por correspondencia, epistolar, vía e-mail, a través de la palabra escrita. Lo que más me sorprendió ya en los primeros e-mails que cambiamos fue la sensación de retomar una conversación interrumpida ayer. Desde el comienzo tuvimos en claro que si nos encontrábamos no sería para recordar la colimba como tanto facho que anda por ahí. Si nos encontrábamos era para constatar si estábamos a la altura de aquellas ideas que teníamos en aquella época en que nos conocimos, en el 69/70 en Junín de los Andes. Y así fue que el Nano me invitó a dar un taller en Neuquén, en la gremial docente de ATEN. Después intervinimos en un acto en el Día de la Memoria a Chos Malal. Hicimos una serie de trabajos conjuntos en la CTA. Organizamos, incluso, una antología sobre la historia del trabajo. Se trataba de una convocatoria para que los trabajadores, incluidos o excluidos (porque aún aquel que no está incluido en el aparato productivo no deja de ser un trabajador) pudieran contar sus historias. De alguna manera, esta convocatoria, que se volcó en un libro, recogía la lección de Walsh: que los trabajadores se reconocieran en sus propias palabras y no en las del patrón. Y ese libro, me doy cuenta ahora, fue el antecedente de Un maestro, donde me puse a trabajar una historia de vida, una crónica en primera persona, desde un punto de vista que no fuera el periodístico habitual. Se trataba ahora de ponerme en el lugar del otro, en los zapatos del otro.
- La historia del Nano parece atravesar todo un siglo, y más, de historia argentina: la Conquista del Desierto, la dicotomía ciudad-puerto, el anarquismo, el peronismo, la Dictadura Militar, el menemato, etc.
- El relato atraviesa la historia argentina. Pero de esto nosotros tomamos conciencia recién cuando el libro estuvo terminado. Uno no es consciente cuando lo está elaborando. Esto es algo que ocurre a posteriori. Del mismo modo, reparé más tarde en la identificación mía con el personaje. Uno como narrador se plantea "yo soy otro", pero acá ese "otro" no era ficcional. Ese "otro" era real, de carne y hueso, y tenía una historia parecida a la mía en tanto yo también tuve un padre gremialista como el Nano tuvo un padre militante de las Ligas Agrarias. En este aspecto, hay que consignar que nuestra generación tuvo la política, muy en primer plano, desde que éramos pibes. Es como el aire que respiramos. Estoy contando la vida de él, pero a la vez estoy contando la mía, Y estoy contando también la nuestra, la social. Estoy contando la vida de una generación.
© LA GACETA
PERFIL
Guillermo Saccomanno nació en Buenos Aires, en 1948. Es autor de 20 libros, entre los que merecen destacarse sus novelas El buen dolor, El amor argentino y El oficinista. Ha ganado entre, otras distinciones, el Premio Nacional de Literatura y el Premio Crisis de Narrativa Latinoamericana. Su cuento Bajo bandera fue llevado al cine por Juan José Jusid. Es colaborador del diario Página/12.
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