El nuevo papel del libro está en las pantallas

El nuevo papel del libro está en las pantallas

Las nuevas tecnologías aplicadas a la lectura aterrizaron exitosamente en la cita más importante de la industria editorial argentina. Los libros "analógicos" se encuentran ante el desafío que comprometió seriamente el futuro de los discos y las películas.

UNO DE LOS ADELANTADOS. El dispositivo Kindle, que vende la megatienda virtual Amazon, es un difundido soporte de libro electrónico. LA GACETA / IRENE BENITO UNO DE LOS "ADELANTADOS". El dispositivo "Kindle", que vende la megatienda virtual "Amazon", es un difundido soporte de libro electrónico. LA GACETA / IRENE BENITO
Un zumbido envolvió la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. No es nuevo, no. Libreros, editores y analistas del sector calculan que el ruido surgió hace una década y que, desde entonces, no ha hecho más que crecer en intensidad y volumen. Hasta esta edición de la muestra -con epidermis esqueleto y musculatura de papel-, donde aparecieron por primera vez las manifestaciones concretas de aquella realidad intangible: las librerías en línea, con sus catálogos de libros electrónicos (e-books), y una tienda para comprar los dispositivos portátiles conocidos como lectores (e-readers).

"La alternativa digital fue, sin duda, la novedad de la Feria", certifica Mariana González, presidenta de Grammata, firma que comercializa en el país los lectores de la marca Papyre. En la anatomía de este suceso hay gente convencida de que el soporte electrónico es el futuro del libro, gente en trámite de convencerse de aquello y gente convencida de que ningún invento superará la inveterada -y hierática- experiencia de leer en papel. "Como quiera que sea, en voz baja o alta, como amargo susurro o exclamación eufórica, todos hablan de esto", apostilla González.

El público convalidó aquella percepción ambiental. Las pantallas atrajeron más que las infinitas mesadas de volúmenes de toda índole dispuestas a lo largo y ancho del predio La Rural. "Hay muchísimo interés en testear los diferentes aparatos", expresa María, asistente del Espacio de Lectura Digital que montó la Fundación El Libro (institución que organiza la Feria).

El stand 632 se distinguió del resto por las típicas "zapatillas" atiborradas de enchufes que acompañaron el despliegue tecnológico de netbooks, tabletas o tablets (como el modelo Galaxy de Samsung y el divo del sector, el iPad de Mac), ordenadores de escritorio y celulares inteligentes. Ese Espacio donde cada dispositivo ofrece diferentes prestaciones y opciones de interacción puso de manifiesto una tendencia etaria: las nuevas generaciones prefieren los equipos más sofisticados ("dispositivos multitareas"), mientras que adultos y ancianos se inclinan por los artefactos de uso básico y específicamente equipados para la lectura (los que emplean, por ejemplo, la mágica tinta electrónica o e-ink).

El zumbido del zumbido

La otra pata del asunto es el contenido. O sea, la parte que involucra a autores, editores y plataformas de venta en línea, y cuyo devenir está directamente ligado al desarrollo del comercio electrónico (e-commerce), y a la batalla que libran los titulares y defensores de derechos intelectuales contra la piratería (las llamadas "descargas ilegales").

"Más allá de lo que pase en el negocio, cada vez más escritores y editoriales quieren que sus libros tengan una versión digital", explica Lucio Arrillaga, ejecutivo de Amabook, compañía pionera en e-books en español -el portal argentino de la compañía dispone de más de 600 títulos-.

Pese a que Amabook se define como una empresa impulsada por editores deseosos de preservar la "edición clásica", su stand ferial convocó, sobre todo, a autores independientes interesados en prescindir de los intermediarios. Arrillaga decodifica el negocio de esta manera: la firma provee el escaparate virtual y, a modo de contraprestación, se queda con un porcentaje de la venta. No hay uno sino tres criterios para la fijación del precio, que corre por cuenta del titular de los derechos sobre la obra: un monto arbitrario; un monto que representa un 30 o 35% menos que el precio de papel y un monto equivalente a la edición de bolsillo (la pocket).

"Lo ideal es que el e-book cueste entre la mitad y el 30% del valor de la versión analógica", aconseja Eugenia Bascarán, gerenta de Bajalibros.com, el emprendimiento comercial más joven de la Feria del Libro. La calificación obedece estrictamente a la realidad: la empresa comenzó a funcionar el fin de semana previo a la apertura de la muestra y en los primeros tres días de operaciones registró 150 descargas de títulos. No obstante ese debut feliz, Bascarán considera que, por lo menos en el mediano plazo, los libros digitales convivirán con los de papel: "no sabemos qué ocurrirá de aquí a cinco años. En gran medida, el crecimiento de la lectura electrónica en Argentina depende de la disponibilidad y la venta de dispositivos portátiles. Porque el despegue de lo digital depende de que la gente pueda llevar su e-reader a todos lados, tal y como haría con un libro convencional".

A juzgar por el movimiento que generó el stand de Grammata, las perspectivas son inmejorables. La firma que comercializa los lectores Papyre (el modelo más barato cuesta $1.199) postula al formato electrónico como la tabla de salvación del sector editorial. "No queremos que a los libros les ocurra lo mismo que a los discos y las películas", advierte la presidenta de la empresa con matriz española que llegó al país en diciembre del año pasado. González añade: "en este momento, la peor alternativa es negar la tecnología. Nadie puede detener esta revolución".

El zumbido digital asusta a los que han vendido -y leído- toda la vida objetos con olor a tinta, páginas crepitantes, y textura amable al tacto y al subrayado. La tensión entre los volúmenes de siempre y los e-books tuvo una caseta específica (y quizá previsible) en la Feria: la de Estados Unidos. Decorado con delgados paneles colgantes que hacían las veces de hojas, el espacio del país de Steve Jobs, Bill Gates y Mark Zuckerberg buscó reflejar "La evolución del libro". En esta exposición dentro de la colosal exposición convivieron uno de los primeros best sellers estadounidenses (Poor Richard?s Almanack -1739-, de Benjamín Franklin) con estudios publicados -en papel- sobre la iniciativa Google books e innovadores dispositivos de lectura electrónica. Pero la atracción del stand fue el simulador de realidad aumentada, la máquina que pretende zumbar el porvenir aturdidor de un futuro editorial que aún no acaba de llegar.

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