Un western argentino

Un western argentino

Las grandes extensiones de territorios donde no rige la ley, y donde los protagonistas son hombres a caballo, no es exclusiva del "Lejano Oeste".

25 Julio 2010
Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - Tucumán

No es frecuente la realización de un western en Argentina. Y la idea de filmarlo plantea múltiples interrogantes: ¿desde qué estética enfocar la película? ¿cuál es el escenario adecuado? ¿los gauchos son los cowboys del sur? ¿de qué manera encarar un cine de género con un presupuesto bajo? Estas son cuestiones no menores que debió resolver Fernando Spiner. Obsesivo y aventurero, el director de La sonámbula ha afrontado el desafío y trabaja, ansioso, en la etapa final de Aballay, basada en el cuento homónimo de Antonio Di Benedetto.
En su secreto estudio de Palermo, antiguo barrio de cuchilleros, habló de su devoción por el escritor mendocino y de su última película.

- ¿Cómo surgió la idea de Aballay? ¿Por qué partir de un cuento de Di Benedetto?
- Soy fanático de Di Benedetto, creo que es un escritor increíble, y me impactó mucho Aballay cuando lo leí hace 18 años. Desde ese momento decidí hacer un film a partir de ese cuento. ¿Por qué? Esas son siempre decisiones caprichosas y arbitrarias. Tanto cuando surge de un gusto personal subjetivo, como cuando se aprovechan coyunturas que podrían ser favorables a esa decisión. Es inevitable volver a preguntarse muchas veces a lo largo de todo el largo proceso: ¿por qué esto y no otra cosa? ¿Por qué el Padre Sergio de León Tolstoi, un oficial del regimiento imperial, guapo, joven, de aristocrática familia en quien todos veían al futuro ayudante del Emperador Nicolás, un mes antes de su enlace matrimonial con una hermosa dama, solicitó ser relevado de sus funciones, rompió su compromiso de matrimonio, cedió sus propiedades y se retiró a un monasterio decidido a hacerse monje? ¿Por qué Aballay decide subir a su caballo para no bajarse jamás?

- ¿Cómo ves la relación entre el cine y la literatura?
- Es una pregunta muy amplia. La historia de esa relación es casi paralela a la historia del cine. El cine se ha nutrido principalmente de la literatura (además de la pintura, la fotografía, el teatro, la arquitectura, la música, la filosofía...). Grandes obras de la literatura han llegado masivamente al público a través del cine, y grandes películas son adaptaciones de obras literarias. Hoy la literatura vive una crisis de lectores: muy pocos leen literatura. La gente mira televisión, lee diarios, y eso es todo. Tal vez una de las funciones del cine se parezca a la de aquellos lectores de Fahrenheit 451, que viviendo en una sociedad que quemaba libros, organizaban su resistencia transformándose en libros vivos, aprendiendo de memoria cada persona un libro para garantizar su preservación. Tal vez siguiendo un pensamiento apocalíptico típico de la ciencia ficción, las obras literarias puedan sobrevivir en el cine (aunque sólo sea algo de su esencia), a la espera de que algún espectador apasionado sea estimulado a buscar esa novela original que descubrió en una sala de proyección.

- ¿Por qué decidiste trabajar la película desde la perspectiva del western? En este sentido, ¿cuáles son tus precursores en la Argentina?
- El western transcurre en grandes extensiones sin ley, y sus protagonistas son hombres a caballo. Estas características son claves en el cuento de Di Benedetto. Es cierto que también podría ser otro tipo de película, pero me incliné por no hacer un film hermético sino afrontar el riesgo de contar una historia dándole a la trama un valor fundamental. Creo que además es un género que permite hablar del tema de la violencia, sacado del contexto cotidiano. En el cine argentino hay una importante tradición en el genero; incluso Leonardo Favio, uno de los mas grandes directores de cine de la Argentina, dirigió Juan Moreira. Es un género muy genuino y completamente ligado a nuestra historia. Tengo además una historia personal con otro importante director: Hugo Fregonese. El fue director de Pampa Bárbara junto a Lucas De Mare. Pasé muchos años en el delta del Paraná en la casa donde estuvo sus últimos años Hugo y pude acceder a muchos de sus guiones y escritos personales; eso me permitió acercarme a él y desde entonces siento que algo de eso me vincula mucho con el género.

- ¿Cómo ves a Aballay en relación con La sonámbula y Adiós, querida luna? ¿Qué ha cambiado y qué se mantiene en tu mirada sobre el cine?
- Creo que se trata de películas muy diferentes, y, al mismo tiempo, siguen cierta línea de búsqueda y experimentación. El permanente cambio es una característica de las cosas que hago. No sé si tengo una mirada sobre el cine, o mejor dicho, si esa mirada es algo fijo y definitivamente construido. A su vez creo que cada película constituye una nueva mirada.
© LA GACETA

Fabián Soberón - Profesor de
Teoría y Estética del Cine en la
Escuela Universitaria de Cine y de  
Comunicación Audiovisual y
Comunicación Visual Gráfica en la
Facultad de Filosofía y Letras de
la UNT.

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