La carroza se convirtió en calabaza para Manuel

La carroza se convirtió en calabaza para Manuel

El chico que en 2002 se hizo conocido como "el cartonero abanderado" ahora tiene 19 años y sigue sufriendo las mismas penurias. Video

ABANDERADO. Manuel Cruz, hace ocho años, cuando iba a la primaria. ABANDERADO. Manuel Cruz, hace ocho años, cuando iba a la primaria.
Fue una de las historias más conmovedoras de esta década. Empezó en Tucumán y terminó recorriendo el mundo. Un cuento de Disney para ver con un pañuelo en la mano y con final feliz asegurado. Al menos, es lo que en ese momento imaginaron las miles de personas que siguieron con atención la historia de Manuel Cruz, el niño que pasó a la fama como "el cartonero abanderado", como lo bautizó LA GACETA en 2002.

Hoy, ocho años más tarde, a Manuel la carroza se le transformó en calabaza y aprendió que la vida no es una película de Disney. ¿Aprendió? Cómo si él no supiera. Con apenas 11 años recorría las calles hasta la madrugada juntando cartones con su mamá, su abuelo y sus cinco hermanitos. Caminaba más de 10 kilómetros diarios arrastrando el carro, descansaba cuatro horas y a las siete ya estaba en la escuela, donde no se dormía en el pupitre sino todo lo contrario, era el abanderado.

El esfuerzo de este niño conmovió más allá de las fronteras argentinas. Fue tapa de los principales diarios porteños y de revistas como Gente o Noticias, lo llevaron en avión a Buenos Aires, recorrió los canales de televisión y su vida empezó a cambiar. La carroza brillaba. El y su familia recibían ayuda de todos lados, tan variadas como efímeras. Muchos sólo buscaban la foto con Manuel. Otros, en cambio, extendían una mano silenciosa.

Ana Cruz, su madre, sabía que los estudios de sus hijos eran una prioridad, incluso a veces por encima de la alimentación. No fueron pocos los días en que tuvieron que saltear el desayuno. Pese a los esfuerzos, Manuel no iba a poder ingresar a la secundaria. Ana ni siquiera podía pagarle los viajes en colectivo hasta el colegio y ni pensar en los otros cinco hermanos. Dependían cien por ciento de las ayudas y de las becas. Era la única forma de que este niño abanderado no tuviera que abandonar los estudios y cumpliera su sueño: "me gustaría ser arquitecto", contaba Manuel sentado sobre los cartones.

Hace una semana llegó al diario una mujer acompañada por un joven de 1,90 de estatura. Luego de anunciarse fueron atendidos por uno de los jefes de la Redacción. "Yo me llamo Ana Cruz y el es Manuel, mi hijo, ¿se acuerda de nosotros?", se presentó la mujer. El periodista quedó pasmado. ¿Cómo ocurrió que ese frágil y dulce "cartonerito" se transformó en un muchacho de casi dos metros?

Superado el asombro, se inició una charla que vale la pena contar. La conversación tuvo momentos emotivos, por los recuerdos compartidos, otros pasajes más fríos, por la distancia transcurrida, y algunos ratos angustiosos, como cuando Manuel y su madre hablaron sobre el presente que les toca vivir.

"Sentí mucha presión cuando entré al colegio privado. Quería seguir siendo abanderado pero no pude, había mucha diferencia con la escuela pública y me llevé varias materias al principio, hasta que logré normalizarme", relató Manuel, sobre su ingreso a la secundaria en el Instituto 25 de Mayo, donde fue becado. "La mejor ayuda que recibimos fue de ese colegio (que también becó a sus hermanos), el resto de las ayudas se terminaron a los pocos meses. Pero el colegio me dio el estudio, la ropa, el transporte y muchas otras cosas, durante cinco años", contó agradecido.

No llegó a la universidad

"En 2007 terminé la secundaria, pero debía varias materias, así que no pude entrar a la universidad. Después las aprobé, pero la urgencia era trabajar", admitió Manuel.

"Yo siempre quise que él siga estudiando, pero la verdad es que no tenemos ni para el cospel, así que le pedí que buscara trabajo", explicó la madre.

Lejos de los amigos

Ana, el motor de esta lucha incansable de la familia Cruz, sigue hoy recogiendo cartones, actividad que le aporta unos 300 pesos mensuales. Con ese ingreso más un plan social que recibe mantiene a sus seis hijos y a su padre enfermo, Antonio Cruz, que vive con ellos. Salvo Manuel y María (18) todos estudian: los mellizos, de 16 años, Pamela, de 12, y Rodrigo, de 9.

Cuando terminó la secundaria Manuel empezó a trabajar en una concesionaria de autos, como limpiecista. "Me despidieron en noviembre del año pasado, junto a otros cinco compañeros, por ajustes en la empresa. Después presenté mi currículo en la Caja Popular, pero todavía no me respondieron", explicó.

La familia Cruz sigue viviendo en el barrio El Molino, atrás del Cementerio del Norte, en Villa 9 de Julio. "La única línea de ómnibus pasa a 10 cuadras de la casa y son calles destrozadas que siempre están llenas de barro", dijo Ana.

La distancia y la falta de transporte alejó a Manuel de sus ex compañeros del colegio. "Al principio me costó porque era nuevo, pero después hice muchos amigos, me trataron muy bien. Ahora casi no los veo porque vivimos muy lejos entre nosotros", reconoció con cierta pena.

Las urgencias aprietan

"Cuando soluciones tu situación laboral ¿te gustaría seguir estudiando?", se le preguntó. "Lo más importante ahora es conseguir trabajo para ayudar a mi mamá, pero no abandoné la idea de continuar los estudios", respondió con firmeza, mostrando que tiene en claro sus prioridades.

"¿Seguís pensando en estudiar Arquitectura?", se le recordó. Se ríe antes de responder: "no, ya no, pensaba en Arquitectura porque me gustaba dibujar, pero ahora me gustaría estudiar Administración de Empresas. En la secundaria también me interesaban mucho Inglés y Computación, pero no sé, en lo único que pienso ahora es en conseguir trabajo", afirmó.

La despedida en el diario fue difícil, aunque afectuosa. Se analizaron distintas alternativas para ayudar a Manuel y se le consultó si estaba de acuerdo en que se publicara esta nota, contando qué había pasado con aquel "cartonerito abanderado" que enterneció al país. "Sí, no tengo problema que el diario publique, pero no me gustaría que después me vengan a molestar todos los medios, eso no me gustaría", recalcó.

"Manuel siempre fue mi esperanza. Cuando nos encontraron en la calle recogiendo cartones él estaba por dejar la primaria y ahora todos van a terminar la secundaria gracias a Manuel, por eso él sigue siendo mi esperanza", concluyó Ana.

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