Personalismo absoluto o desunión

Personalismo absoluto o desunión

Si se miran desde afuera el oficialismo y la oposición, se encuentran disvalores como el abuso del poder y la falta de criterio de realidad, respectivamente. Por Federico van Mameren - Secretario de Redacción.

LA GACETA / ANTONIO FERRONI LA GACETA / ANTONIO FERRONI
19 Abril 2009

Hace ya más de un lustro, el entonces presidente Néstor Kirchner se enojó con Daniel Scioli, que ocupaba la vicepresidencia. De un plumazo, Kirchner hizo volar todos los "sciolistas" que el ex titular del Senado había puesto en el área de Turismo. El golpe fue durísimo. Se lo entendió y hasta se lo aplaudió, porque era un mensaje respecto de quién tenía el poder y de que había que respetarlo.
Han pasado los años. Kirchner no es presidente, pero tiene más poder que si lo fuera; y no sólo es capaz de voltear un vocal de la Corte en Tucumán -aunque ya lo haya votado la Legislatura-; también se mete con total desparpajo en la vida de las provincias. Esta semana la cosa fue peor que nunca. El santacruceño ni siquiera tiene un cargo público y le ordenó a Santiago Montoya que fuera candidato a concejal. El "elegido" es nada menos que el principal recaudador de la provincia de Buenos Aires. Odiado y amado, pero un funcionario que trató de evitar injusticias y lograr que los bonaerenses cumplieran sus obligaciones con el Estado, pidió seguir haciendo lo que sabía y no entrar en las candidaturas ficticias (mal llamadas testimoniales).
Scioli, obediente como pocos, echó a Montoya. Aquella vez, cuando Kirchner expulsó del Gobierno a su gente, llegó a pensar que el ex presidente estaba loco, y buscó refugio en sus afectos menemistas y duhaldistas. Hoy, por el contrario, cumplió con la locura K: podría ser candidato ficticio a diputado y no tuvo problemas en denigrar a un buen funcionario, sólo porque el hombre eligió hacer lo que sabe, que, además, lo viene haciendo bien.
Un verdadero abuso de poder del presidente sin banda de los argentinos y un sinceramiento de la falta de federalismo, de libertad y de autonomía de un gobernante. Ni hablar de principios, ni de ética, ni de honor.
Ejemplos sobran en este Tucumán, en el que primero se pregunta ?¿qué dice José??, y después se analiza si lo permiten las leyes o la Constitución.
Los padecimientos de Montoya se convierten en una fotografía de cómo se vive la política de hoy. En esta imagen se puede ver a un presidente o un gobernador que antes que nada piensa en cómo continuar teniendo poder y no en cómo defender un proyecto político determinado. Se aprecia también la ausencia de control para esa autoridad y una oposición sin estructuras para frenar el absolutismo presidencial o gubernamental.

Los números hablan
Da la sensación de que nada de estas cuestiones importa. Sin controles y con poderes que se arrodillan ante el Ejecutivo, los ciudadanos también desaparecen en cuanto entes civiles. Lo que valen son las encuestas: mientras digan que todo está bien, no hay problemas.
Y esta semana, además de la demostración de poder K, hablaron las encuestas. Pero no sólo hablaron los sondeos alperovichistas; también los de la oposición.
Los guarismos que llegaron a manos del jurismo y de un grupo de radicales coinciden en algunos puntos, y provocaron sensaciones contrarias en una y otra parte. Por un lado, los embarga la desazón y el pesar de que a la gestión Alperovich "no tienen con qué darle", como ellos mismos dicen. Están condenados a pelear el segundo puesto sin ningún tipo de ilusión. Sin embargo, por otro lado, se abre una esperanza de que algo pueden conseguir, siempre y cuando cumplan con una condición: la unidad.
Las encuestas de los peronistas disidentes pasaron de boca en boca y desnudaron que Fernando Juri ocupa el segundo lugar. En esto se diferencian de las que comentan en Casa de Gobierno, donde los Bussi salen favorecidos en un segundo puesto. Se acercan unas a otras en cuanto a que Fuerza Republicana tendría cautivo entre un 9 y un 10 por ciento del electorado. Es sorprendente; parece que los seguidores del bussismo mantienen cierta fidelidad, a pesar de los grandes esfuerzos que hicieron los hermanos Luis José y Ricardo por romper todo.
Esteban Jerez es el que aparece como tercero en la discordia electoral. Da la sensación de que aquella fama que se ganó como fiscal anticorrupción es inocua a sus fallas políticas.
El radical José Cano lo empareja cuando se empieza a hablar de fórmulas.
Así, la mejor fórmula opositora -según los papeles que mostraron los juristas- es la que conforman Juri-Cano. Esta aventaja por varios puntos las combinaciones de José Ignacio García Hamilton-Cano, Juri-Ernesto Padilla o Juri-Jerez.
La encuesta que han encargado algunos radicales coincide en que Juri y Cano son la mejor fuerza de choque para enfrentar la hegemonía alperovichista, que cedió su estandarte a la esposa del gobernador.
Lo que en la capital Juri muestra como flaquezas, lo compensa Cano; y lo que este último pierde en el interior, lo equilibra el ex vicegobernador.
Hasta ahí lo que dicen los estudios técnicos. A la hora en que entran a tallar los hombres las cosas se complican.
En el radicalismo todos le apuntan a Rubén Edgardo Chebaia. En voz baja, aunque sin tapujos, desde todos lados responsabilizan al ex intendente yex legislador por la mezquindad en el armado .
En Buenos Aires esperan la bendición de Julio Cobos para dar un paso de unidad. El vicepresidente está un poco despistado, o se hace. Desde el sillón más alto del Senado ni niega ni afirma cuando se le consulta sobre un posible frente de peronistas disidentes y radicales. Lo más grave es que Cobos exagera su dialoguismo y profundiza la confusión. Como es capaz de hablar con cualquier interlocutor y, además, como por cada radical entusiasta nace una línea interna, el vicepresidente terminó consultando por Antonio Bustamente, el ex presidente del Colegio de Abogados, y hasta por el ex intendente Roberto Martínez Zavalía. Incluso preguntó por la senadora Delia Pinchetti de Sierra Morales, mostrando la inocencia de aceptar a alguien del bussismo.
Pasada la tensión de las encuestas, la oposición está ante el desafío terrible de separar ambiciones y egoísmos. Pero también debe definir si el enemigo es Alperovich o Kirchner. No hay que olvidar que las billeteras electorales también son unitarias, y atienden en Buenos Aires.
Las sociedades deben estar atentas para evitar que el poder sirva para dominar y controlar, porque su mejor función -sea oficialismo u oposición- es generar acciones para el bien común.

 

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