Un gaucho a la medida

Un gaucho a la medida

Punto de vista. Por Ricardo Jonatás Kaliman - Profesor de Teoría Literaria y Cultural de la UNT, investigador independiente del Conicet, autor de "El capital simbólico de Atahualpa Yupanqui".

09 Noviembre 2008

La tradición, entendida como una costumbre que se ha mantenido idéntica durante generaciones, es, las más de las veces, una ilusión.

El examen histórico suele mostrar que en muchos casos son el resultado de selecciones operadas sobre algunos rasgos del pasado, cuando no de construcciones predominantemente imaginarias. Y, en todo caso, dada la naturaleza humana, difícilmente la transmisión de una generación a otra puede garantizar una reproducción exacta.

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En todas las comunidades humanas, hay prácticas que se reproducen y al mismo tiempo, en mayor o menor grado, se transforman.

Cuando se llama la atención sobre estos procesos y se usan palabras como "tradición", es porque hay, consciente o inconscientemente, una aspiración a crear la sensación de que cierto modo de vivir el hoy es una continuidad del modo en que se vivían las cosas en el ayer y, usualmente, la implicación de un imperativo moral de preservar esa continuidad.

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Hay, en consecuencia, una voluntad política, inmersa en estructuras de poder.

Para un grupo social, económica y/o políticamente subordinado, la reafirmación, e incluso la invención, de una tradición, puede constituir un modo de resistirse a las influencias de los grupos dominantes.

Para los grupos poderosos, en cambio, puede constituir un instrumento de legitimación, tratando de imponer a todo el conjunto social que controlan las prácticas y valores que no son sino las que mejor se avienen con sus propias perspectivas.

En el análisis de estos procesos, la crítica cultural puede cumplir un papel esclarecedor, denunciando los avasallamientos sobre la autoestima de las identidades provocados por las desigualdades sociales.

La concepción de tradición que subyace a la celebración del 10 de noviembre en nuestro país es un caso de manipulación hegemónica, pero incluye otros componentes complejos.

Por un lado, responde a las perspectivas que se desarrollaron en la dominante oligarquía de comienzos del siglo XX.

Los intelectuales de este sector entronizaron cierta imagen del gaucho como símbolo de la argentinidad, con el fin, muchas veces explícito, de dejar fuera de esa supuesta esencia al indio (¡al que llegaron a declarar extinto!) y subordinar la incorporación del inmigrante.

Sin embargo, apelaron para eso a la selección de ciertos rasgos de una identidad popular criolla preexistente y de fuerte vigencia en la segunda mitad del siglo XIX, que sus antecesores habían despreciado y combatido. En particular, extirparon el rasgo de protesta de clase contra las injusticias sociales que caracterizaba al gaucho popular.

El que cambia entre la Ida y la Vuelta no es tanto Martín Fierro, al fin de cuentas un personaje de ficción, como el propio José Hernández.

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