El presidente brasileño Jair Bolsonaro y su rival de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva se preparaban el lunes para otras cuatro semanas de intensa campaña en un país profundamente dividido, ya que la inesperada fuerte votación del mandatario derechista perfiló una reñida segunda vuelta el 30 de octubre.

Lula, un expresidente que fue encarcelado por condenas de corrupción que luego fueron anuladas, recibió la mayor cantidad de votos en las elecciones presidenciales del domingo, y para muchos sigue siendo el favorito para el balotaje de finales de este mes.

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Pero el desempeño mejor de lo esperado de Bolsonaro revitalizó su campaña, dando crédito a su afirmación de que los encuestadores se equivocaban al darlo por derrotado en las elecciones más tensas de Brasil desde el fin del régimen militar en 1985.

La fuerte actuación del líder de la extrema derecha también prolongó los interrogantes sobre si las instituciones democráticas de Brasil serán capaces de hacer frente a sus infundadas acusaciones de que el sistema de votación del país no es fiable.

La mayoría de las empresas de sondeos daban a Lula una ventaja de entre 10 y 15 puntos antes de la votación del domingo, lo que aumentaba la posibilidad de una victoria del izquierdista en la primera vuelta.

Con el 99,99% de los votos electrónicos escrutados, Lula había obtenido el 48,4% de los votos frente al 43,2% de Bolsonaro, lo que significa que ninguno de los dos consiguió el más del 50% necesario para evitar una segunda vuelta.

Los votos restantes fueron a parar a otros nueve candidatos que ahora están eliminados de la carrera.

El derechista Partido Liberal (PL) de Bolsonaro ganó 99 escaños en la Cámara baja de 513 miembros, frente a los 77 que tenía, y los partidos de derecha aliados a Bolsonaro controlan ahora la mitad del hemiciclo. Los candidatos del PL ganaron 13 de los 27 escaños en juego en el Senado y podrían conseguir dos más en la segunda vuelta, dijo un portavoz del partido.

El resultado disparaba a los mercados brasileños, ante la expectativa de que pueda obligar a Lula a moverse hacia el centro y limitar su margen de maniobra para realizar cambios políticos drásticos, incluso si finalmente triunfa. (Reuters)