Carlos Páez de la Torre (h), en su libro Pedes in Terra ad Sidera Visus, coloca pensamientos de Juan B. Terán, algunos de los cuales analizamos en esta presentación. Al referirse a la enseñanza-aprendizaje, señala “la relación de la historia con la pedagogía”. En las lecciones del pasado, “la educación es el arte de realizar los votos que la historia trae por el culto de la vida”.

Los realizadores de la cruzada por la educación “vislumbraron el alto valor de le escuela en la organización de los pueblos”. Entre ellos destacamos a Domingo F. Sarmiento y a José Manuel Estrada. Ambos trascienden por su encomiable labor “colocando la cultura en la comunidad, para lograr así la dignidad humana”. Esta se alcanzará por medio de “una obra paciente del espíritu; con el ejercicio de la inteligencia, haciendo surgir de tal modo, las superioridades más bellas de la vida: el talento, el carácter, la abnegación por el bien, el sacrificio por el país”, elevados sentimientos para la humanidad.

De ambos próceres, existen copiosas bibliografías: mencionamos breves publicaciones de homenaje. Primeramente: Sarmiento mira a Buenos Aires (1962), realizada por la Municipalidad de esa ciudad, dando a conocer tres textos de sus Obras completas (1913). En segundo lugar: Cuyano Alborotador (1997), libro de José Ignacio García Hamilton. Ambas publicaciones constituyen brillantes tributos de interés histórico y documental. En sus páginas, se reflejan la lucha por un país mejor deseando su grandeza, con su axioma: “Educar al Soberano”.

En cuanto a José M. Estrada, varios de sus valiosos conceptos están colocados por Joaquín V. González en su Manual de la Constitución Argentina, texto realizado en 1897, para el aprendizaje de Instrucción Cívica. Transcribimos palabras de Estrada a sus alumnos, reflejo de su ideario: “Estampad en vuestras almas dos nombres, divisa y enseña de las supremas victorias: ¡Dios y la Patria!”.

Siguiendo a Carlos Páez de la Torre (h), decimos: “Sarmiento y Estrada amaron a la Patria, un poco como padres… y la sirvieron como hijos… amaron la cultura, preparando las reservas que la Nación habría que requerir un día…” E

sta evocación “es una gratitud a la memoria de los grandes… ya que entraron en nuestras vidas en las lecturas de las bibliotecas, siendo maestros guías en la iniciación literaria”. Tuvieron ellos su “pensamiento puesto en la patria con sentimiento enérgico del derecho y de nuestro deber; organizaron la escuela en nombre del orden y la justicia y ante el analfabetismo, desplegaron su misión dura y noble”.

En esta proyección, “la escuela es la agencia fundamental de la sociedad y el maestro, un servidor singular”. Valioso es recoger el legado de los antiguos cultores de la dignidad humana para perfeccionarlo con fe y entusiasmo. Y en las épocas de crisis, con las palabras de Juan B. Terán, tener en cuentas las enseñanzas que nos dieron: “sus virtudes, su disciplina, vida interior, cualidades que producen las únicas rentas seguras e inembargables”. En la historia, esta clase de intelectuales tan necesarias, “han mantenido encendido el fuego de la verdad” y serán siempre norte, en el sendero de la elevación humana.

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Graciela del V. Martínez Aráoz - Licenciada y profesora en

Historia, profesora de la Unsta y de la UNT.