"Desde febrero que intento que alguien pode mi gomero. Es una lucha. Entiendo que se encuentra dentro de mi casa. Pero si cae, puede que se desplome también en la vereda", dice Florencia Cabral, una vecina de San Miguel de Tucumán a la que le asusta la posibilidad de una tragedia. Amén de su caso particular, el mantenimiento de los árboles representa un problema tan grande como el tamaño de los ejemplares, tanto para los particulares como para los gobernantes. Pero, ¿cuáles son los principales desafíos? "Primero, hay que decir que muchas veces esos inconvenientes se deben a errores que cometieron años antes, cuando no fueron conscientes y colocaron árboles que en su madurez se hacen gigantes. Algunos causan inconvenientes en los techos, o porque tapan las cañerías o porque ponen en riesgo las viviendas ante la posibilidad de un desplome", dice Francisco Toro, ingeniero agrónomo y profesor de la cátedra de Silvicultura de la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).

Otras variedades -como los alámos, sauces o mimbres, describe el especialista- tienen un poderoso sistema radicular que invade las cañerías, especialmente las de cemento, que se utilizaban en las viejas casas. "Entonces, en esos momentos se plantean sacarlos, lo cual ya resulta muy costoso desde el punto de vista económico", expresa.

"Hoy, en la mayoría de las ciudades nos encontramos con árboles totalmente inadecuados". Pablo Quiroga.

Las declaraciones de Toro se producen en vísperas de la época de poda en este hemisferio, fijada en otoño y en invierno. "Los municipios asumen con mucho ruido y pocas nueces el mantenimiento de los árboles situados en las veredas", añade, pues considera que las podas afuera de las propiedades son más preocupantes. "A esta cuestión habría que darle igual tenor y seriedad que a cualquier obra de infraestructura. Las autoridades tendrían que ocuparse del arbolado público del mismo modo que tendrían que asumir la reparación de desagües pluviales, puentes o caminos. Se requieren convocatorias a profesionales y un plan maestro de acción", evalúa.

- ¿Por qué hace falta una gestión del arbolado urbano?

- Los árboles, como cualquier ser vivo, tienen un ciclo de vida. Por ello, es necesario que se implementen planes de erradicación y de reemplazo. Los tarcos viejos, por caso, pueden causar desastres. Un plan de reforestación para las principales ciudades del Gran Tucumán es una necesidad inmediata. Los fresnos y los lapachos son especies recomendadas. En el primero de los casos, hay que colocar uno cada seis metros, más o menos. Los lapachos deben ponerse uno cada 10 metros.

Guarán amarillo y rojo; arrayán; mato; chal chal; brea; chañar; garabato; aguaribay y queñoa son algunos otros de los que se le ocurren al ingeniero para diferentes ambientes tucumanos. "Se trata de flora autóctona que cumpliría muy bien su función", aclara. En cambio, los árboles desaconsejados para las zonas urbanas son aquellos de gran porte. "Los eucaliptos, por ejemplo, no pueden convivir con una población. Habría que sacarlos a todos, incluso de las plazas. Nunca deberían estar en las ciudades", sentencia Toro. Seis años atrás, a fines de 2016, la municipalidad de Yerba Buena había implementado una campaña de poda de esas variedades, luego de que un niño de cinco años muriera cuando el transporte escolar en el que viajaba a su jardín de infantes fue aplastado.

Enseguida, el ingeniero explica que estas especies crecen muy rápido y son verdaderos reservorios de agua. Entonces, adquieren un peso extra. No hace falta que caiga un árbol entero para que sea una tragedia; basta con que se desprenda una rama, razona. "Las calles y las avenidas son zonas de tránsito. Los vecinos deben entender que, al cortarlos, están protegiendo sus vidas y sus bienes", afirma.

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Lo primero que el director de Medio Ambiente de Yerba Buena, Pablo Quiroga, indica es que en la Argentina, el poder de policía del arbolado urbano lo tienen los municipios. En ese sentido, afirma que desde aquella tragedia se realiza un monitoreo preventivo del arbolado en la ciudad. En segundo lugar, remarca que la mayoría de las localidades del Norte heredó árboles plantados 70 años atrás. "El contexto urbano era totalmente distinto al actual", resalta.

"Hoy, en la mayoría de las ciudades nos encontramos con árboles totalmente inadecuados, ya sea por sus características biológicas, por su desarrollo o porque interfieren permanentemente con los otros servicios que se han ido incorporando, incluso hasta con el desarrollo inmobiliario", revela.

El último censo del arbolado urbano yerbabuense se hizo en 2013. Por aquel entonces, únicamente en el área con mayor consolidación del tejido urbano se habían contabilizado 17.024 árboles. Aunque no ha habido otro censo formal (justamente actualmente se está realizando una actualización del mismo, cuenta Quiroga), se sabe que aproximadamente un 20 % debería ser reemplazado.

"En esto es muy importante la información. La gente tiene que saber que las extracciones son necesarias. Pueden deberse a un crecimiento desmedido, a una mala higiene sanitaria o a una plantación de un ejemplar desaconsejado", refuerza. Finalmente, asegura que la Municipalidad ha plantado en lo que va del año 800 árboles, algunos en el barrio Marti Coll y otros en las zonas identificadas como islas de calor, a fin de revertir esa situación. "La gente tiene que entender que los árboles no son intangibles. Tanto en lo privado como en lo público, se requiere una gestión de los mismos", concluye.