El flamante presidente de la Corte Suprema de Justicia de la provincia muestra dos caras en su vida pública. Una, dentro de Tribunales donde se ha abocado a una tarea de control del funcionamiento interno del palacio y ha puesto especial atención a la gestión de los expedientes digitales. La otra ha buscado esquivar aquel escándalo que lo dejara mal parado ante un importante sector de la sociedad, pero que a la vez lo ha fortalecido en su círculo político.

Es decir hay un Daniel Leiva que trata de envolverse (y esconderse) en su vestimenta institucional, pero cuando se mira al espejo no puede evitar ver a ese Daniel Leiva absorbido por la política y por sus compañeros de cruzada antes que por los juristas. El reflejo no lo muestra con toga sino con los andrajos que le dejaron algunas salidas del palacio.

En una de esas salidas, y siendo vocal de la Corte, almorzó con el gobernador de licencia y con el gobernador interino en casa del intendente de Banda de Río Salí, en una movida política. Ser miembro de la Corte Suprema tiene beneficios y seguramente privilegios, pero también exige responsabilidades y sacrificios. Uno de los más simples es olvidar algunos vínculos amistosos y políticos para que la Justicia no se saque la venda y le dé la mayor tranquilidad a la sociedad.

Pero aquel encuentro no tuvo muchas críticas por esa comida (algunos dijeron que fue asado; y otros, minimizando, que había sido algo más frugal), lo que al fin y al cabo demuestra lo poco que perturban algunas cuestiones éticas en el poder.

En cambio, tuvo ribetes de escándalo cuando se constató que a Juan Manzur, a Osvaldo Jaldo, a Daniel Leiva y a varios intendentes no les preocupó violar la prohibición de hacer reuniones en plena pandemia. Pero a nadie le costó nada. Ni siquiera un dolor de cabeza ni un enrojecimiento del rostro por lo sucedido. Menos, una cuestión legal como les pasó a algunos ciudadanos comunes. Al contrario, tiempo después todos fueron premiados con el sillón que más anhelaban.

Volviendo al actor principal de la semana, Leiva siempre prefirió mirar para otro lado sobre este tema. Lo mismo ocurrió cuando trascendió que había pedido a un juez (Enrique Pedicone) que actúe de una manera determinada en una causa. Presuntamente, habrá que aclarar. Y, lo que es aún peor, cuando se detectó que una voz con un timbre y un acento tremendamente parecidos a los suyos se escuchaban claramente en un par de audios. Él atinó a decir un tímido son mentiras y se refugió en sus apoyos políticos, que hasta lo salvaron de juicios políticos y trataron de borrar su relato, tan jaqueado por las grabaciones tomadas por un iPod.

En la entrevista que se publica hoy en LA GACETA, la pensadora Beatriz Sarlo es muy contundente cuando dice que a la gente no le interesan los valores.

Pese a todo, esta semana, Leiva recibió el voto afectuoso de sus pares vocales Antonio Estofán y Eleonora Rodríguez Campos. A estas dos voluntades se sumó el voto propio de Leiva (una costumbre vieja que ya afeó otras elecciones de autoridades hace años) y consiguió sentarse en la poltrona más alta de Tribunales. Sus primeras palabras fueron hablar de institucionalidad, pero en la oposición lo zamarrearon sorprendidos por la decisión de la Corte. Una vez más fueron sus amigos de la política los que salieron a defenderlo. Por más que lo intente y disimule, Leiva aún no puede sacarse su camiseta, aunque trate de disimularla con la toga. El espejo le sigue devolviendo la imagen que él quiere dejar de ver.

La misma grieta

Las elecciones y sus curiosas interpretaciones van quedando en el archivo. Hay una desesperación por saber qué vendrá. Hay una intuición de que se están llegando vendavales, pero ni se construyen refugios ni la gente se abriga. El país es pura tensión. Bienvenidos a la Argentina post electoral. Volvimos a la rutina de convivir con la economía de crisis, como para que nadie se haga el desentendido y se olvide que aún falta bastante por sufrir.

En ese valle de lágrimas, el Gobierno nacional, urgido de concluir las negociaciones con el FMI, se peleó una vez más con los sectores medios de la sociedad, al prohibir la venta en cuotas de viajes al exterior, una medida que busca aliviar las reservas del Banco Central de la República Argentina, cuando se venía un alud de demandas de divisas con la llegada del verano tras el largo aislamiento por la pandemia.

Esta medida que se conoció casi al mismo tiempo que el alivio judicial de la vicepresidente sacó de las casillas a la oposición que se limitó a despotricar para no salir de la agrietada escena política. Sin embargo no alcanzan esos gritos para disimular el desmoronamiento de la coalición que no puede disimular sus desórdenes y sus descontroladas ambiciones.

En la vereda del frente, la llegada de Juan Manzur a la jefatura de gabinete parece haberle dado ínfulas a todos aquellos que quieren sacarse de encima a Cristina Fernández de Kirchner. Y, con las heridas sangrantes aún de las generales ya empiezan a rejuntar los pertrechos para darle batalla a la vicepresidenta en las PASO de 2023. Cristina lo sabe y ha adoptado como respuesta un perfil bajo. Está muy concentrada en sacudirse el cúmulo de causas judiciales.

El sobreseimiento con que ella y sus hijos fueron favorecidos en la causa “Hotesur – Los Sauces” se suma a la causa del “dólar futuro” y la de la firma del Memorándum con Irán. Esperan su turno las de Vialidad y la de “los Cuadernos”.

En esta Argentina post-electoral, la grieta seguirá emitiendo mensajes. Los seguidores de Cristina insistirán en fueron causas “armadas” para perseguirla políticamente durante el macrismo y desde la otra orilla que sus victorias judiciales son consecuencia de la presión sobre la Justicia. Eterno diálogo de sordos sin síntesis.

La sociedad, en tanto, sigue confundida. Fue llamada a las urnas dio un mensaje muy preciso. Queremos diálogo y soluciones a problemas muy precisos que afectan el día a día. Allí están la inseguridad, la inflación y el narcotráfico. Las respuestas recibidas en estos días pareciera que la dirigencia política aún no se despabiló.

Especulaciones constantes

En Tucumán, otra grieta parece haberse cerrado o al menos achicado. Fue la que llevó a la guerra en las PASO al gobernador y al vice de la provincia. Por ahora, tras el divorcio, sobrevino una reconciliación por interés y las cosas funcionan bastante armónicamente.

Que el matrimonio siga unido depende del destino de Manzur y su capacidad de condicionar a Jaldo, quien por las dudas, tampoco se la cree totalmente. Sabe que el Jefe de Gabinete no tiene certezas sobre su futuro. En el caso de que siga en Buenos Aires, la posibilidad de acordar la sucesión de 2023 aumenta. Pero si regresara a la provincia para reasumir el gobierno, se podría reabrir la disputa.

Hay al menos tres escenarios posibles en la lucha por la sucesión, y una sola certeza: si Manzur no asciende en 2023 a las ligas mayores, comienza la discusión por su futuro. Una apuesta es que lo suceda Pablo Yedlin, quien tendría que iniciar una gran seducción al peronismo vernáculo, que no lo ve con buenos ojos. Y si eso ocurriere la certeza es que Manzur podrá asumir automáticamente en la banca de senador que dejaría vacante Yedlin.

No faltan los que sostienen que otra salida posible, es volver al asiático despacho de la Presidencia de la Legislatura que alguna vez hizo construir, acompañando al futuro candidato a gobernador, más allá de quien sea. Hipótesis que se tejen a la misma velocidad con que se cuecen las habas en Juntos por el Cambio, donde se abrió una nueva fisura. El intenso esfuerzo por cortar votos entre las listas de diputados y senadores, dio como resultado que ambos cabezas de nóminas se preparen para medir fuerzas respecto a quien peleará por el sillón de Lucas Córdoba. Pero, al igual que en Buenos Aires, por estos lares sobran los ilusos y las ambiciones.

En la Argentina pos electoral todo se hace pensando en 2023 como si el presente fuera un lecho de rosas.