En estos tiempos de grieta y polarización, el populismo es percibido como un elemento negativo, como el corruptor de instituciones y de libertades. Sin embargo, el populismo se percibe porque no puede definirse. Y ese carácter elusivo ha hecho del populismo un conjunto de características reconocibles, antes que una ideología, tal como lo planteó Ernesto Laclau.

¿Hasta qué punto es posible rastrear este fenómeno en la historia política tucumana de la primera mitad del siglo XX?

Nuestra historia provincial fue pródiga en fenómenos populistas. Tenemos al “verismo”, ese movimiento acaecido durante el gobierno de Octaviano Vera, en 1923. La férrea resistencia por parte de los propietarios de los ingenios a las leyes laborales impulsadas desde el estado provincial desencadenaron las grandes huelgas en los ingenios durante la zafra de ese año. La represión militar selló la derrota de los sectores obreros, legando una huella divisoria entre un “nosotros” -los obreros, los pobres, los trabajadores- frente a un “ellos” -los industriales azucareros, los ricos-, iniciando una lógica política que se extenderá hasta el triunfo del peronismo en 1946.

Otra característica del populismo es el tipo de liderazgo que condensa las aspiraciones de las mayorías, representando valores y aspiraciones colectivas. Allí, la figura del gobernador Miguel Campero adquiere todas las características de un liderazgo político particular, mereciendo ser llamado por el diario porteño Crítica como el Yrigoyen tucumano. Imitando la imagen pública de Hipólito Yrigoyen, caudillo radical por excelencia, Campero encarnó en la política tucumana de entreguerras el perfil de austeridad, laboriosidad y misterio que recubría la personalidad de un hábil político y un paciente estratega, quien gobernó la provincia durante dos períodos consecutivos en las décadas del 20 y del 30. Dueño de un capital político real, no erosionado por sus giros políticos dentro de las turbulencias de la Unión Cívica Radical, Campero supo dotar a su partido de un liderazgo simbólico que unificaba, bajo el signo del radicalismo, a sectores sociales tan dispares como los poderosos empresarios azucareros Manuel García Fernández, Ramón Paz Posse y Solano Peña junto a sindicalistas como Ramón Berenguer y los pequeños cañeros del interior. Esta convivencia de sectores tan antagónicos se explica por el poder simbólico de su liderazgo, y por el significante “democracia” enarbolado por los radicales frente a los conservadores. Esta articulación política permitió la autonomía de la UCR tucumana frente al Comité Nacional en 1935, al impugnar la abstención electoral, triunfando en las elecciones provinciales, y dando origen a la UCR Concurrencista que será determinante en la política local hasta 1943.

El diario radical La Voz Comercial decía en 1941: En lo que a Tucumán respecta… el radicalismo es la expresión de la democracia y sus filas se cierran alrededor del concepto único que puede ofrecer todas las soluciones a la dignidad humana. La democracia era el estandarte unificador de las filas radicales, frente a la amenaza del fraude y la “corrupción”, representada por los conservadores. Las elecciones de octubre de 1942 fueron el “momento populista” del radicalismo concurrencista, enfrentado a la candidatura del conservador Adolfo Piossek. Bajo el liderazgo de Miguel Campero, los concurrencistas buscaron el apoyo de los obreros y de los sectores populares. Fue una campaña electoral con una fuerte conflagración de ideas sobre el futuro de la industria azucarera, la miseria de los trabajadores y la autonomía económica de la provincia. El “camperismo” apareció en la política tucumana con su discurso obrerista con una fuerte impronta de los pensadores forjistas. El joven Nicasio Sánchez Toranzo fue la voz de ese pensamiento, impugnador de la “oligarquía azucarera”, que ocupaba los cargos legislativos provinciales. Un discurso que preanunciaba su carrera política posterior en las filas del peronismo.

Aunque el “camperismo” se esfumó de la memoria colectiva, su existencia sedimentó en discursos y en rituales políticos que se replicarán en el proselitismo peronista a partir de octubre de 1945. Un antecedente histórico-político que emparenta a los dos movimientos políticos más importantes de nuestra provincia, considerados antagónicos, pero cuya acción política está vigente.

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Ariel Hernando Campero -

Magister en Ciencias Políticas,

diplomático de carrera.