El jueves de la semana pasada se celebró el día del traductor. La fecha fue elegida en homenaje a San Jerónimo, de cuya muerte se cumplieron 1.600 años en 2020. Jerónimo vivió durante 35 años en una gruta en Belén. Dedicó más de dos décadas a traducir la Biblia del hebreo y el griego al latín. Su traducción bíblica fue adoptada como versión oficial entre mediados del siglo XVI y 1979.

En 2010 nació otro Jerónimo, bisnieto de un gobernador de Tucumán. Su historia la cuenta Pablo Massone, en el libro Casa alquilada. Jerónimo, Jerito para los que lo conocen, nació en la semana 28, pesando un kilo. Sus primeros tres meses los pasó en neonatología. Luego le diagnosticaron parálisis cerebral.

El pasado miércoles fue el día internacional de este trastorno congénito que afecta a una de cada 500 personas en el mundo y cuyo rasgo común es la dificultad de movimiento. La Fundación AEDIN impulsó una campaña en nuestro país apoyada por medios como LA GACETA.

El caso de Jerito estuvo presente en la campaña. Tiene oído absoluto, la capacidad de reproducir melodías sin ninguna referencia, apoyándose solo en la memoria auditiva. Su padre, amante de la música, se sorprendió al ver que su hijo, apenas aprendió a tocar la guitarra y el piano tocaba canciones que había escuchado una sola vez. Fue sumando instrumentos de cuerda. Ukelele, mandolina, charango, merlí, guitarra eléctrica, instrumentos que lo ayudaron a mejorar la motricidad de sus manos. Le gusta el jazz, el rock y el pop.

Jerito busca canciones en YouTube y las adapta a sus instrumentos. Cuando escuchamos cómo despliega su don sentimos que nos transmite un mensaje difícil de expresar con palabras y que toca fibras sensibles y profundas. Una especie particular de traducción. Nos hace pensar en su santo. La Iglesia consideró a Jerónimo un elegido de Dios para entender su palabra.

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Marcelo Zavaleta – Periodista cultural.