El nuevo libro de Luciana García Barraza reúne tres poemarios que pueden leerse juntos y separados a la vez. Es cuestión de sumergirse en “Iluminación de la sangre” (título a la vez del volumen), “Habla la perdida” y “La casa de los gallos” para descubrir los elementos que los hermanan y las claves identitarias que los diferencian. Editado por Gerania y enmarcado por la sugerente ilustración de Florencia Méttola en la portada, el libro pertenece a la colección Alucinaje, de poesía argentina contemporánea. Es fruto, según la escritora tucumana, de experiencias urgentes que le interesaba acercar. “No porque me parecieran únicas o inéditas -advierte-, sino porque, más que nada, me parecían bellas”.

- Pasaron tres años desde la edición de “Broza”, tu primer libro. ¿Qué cambió en tu vida en este lapso y cómo afectó tu producción literaria?

- La edición de “Broza” estuvo repleta de esas sensaciones alucinantes que tiene la publicación de un primer libro. Eran poemas que, más allá de la experiencia estética y del trabajo íntimo que implicó su escritura, yo apreciaba mucho porque se habían socializado en instancias de talleres, en lecturas colectivas o compartiéndolos antes de su publicación. Son esas razones, y el trabajo sumamente amoroso y cuidado que realizaron lxs editores de La Cimarrona, por las cuales disfruté muchísimo su edición. Ahora 2018 se me presenta como una fecha muy lejana, si logro hacer consciente todo lo que ha sucedido en estos tres años me resulta hasta inverosímil; el tiempo en general me parece algo incompatible.

- ¿Y en lo que se refiere a la escritura?

- Diría que estos nuevos poemas han estado rodeados de mucho más silencio, los he sentido como un trabajo más a la sombra, los he escrito y leído en soledad durante mucho tiempo antes de compartirlos, porque la realidad es que a pesar de que he publicado ya un libro, la sensación de inquietud o remordimiento que me genera escribir, o más bien compartir lo escrito, no se ha ido por completo. He luchado con cierto escepticismo que por momentos me produce mi propia escritura y creo que ese ha sido uno de los desafíos para volver a publicar. Lo que se mantuvo intacto, lo que siento que quizá nunca se vaya, lo que no quisiera perder, es esa ilusión encarnada que, más allá de la inseguridad o la incertidumbre, me produce la escritura.

- ¿Jugaron algún rol importante la pandemia y las cuarentenas en las temáticas y en la inspiración de este nuevo libro?

- La pandemia y la cuarentena modificaron por completo mi modo de vida, mi modo de sentir la vida también. Podría rescatar que aparecieron nuevos lapsos para trabajar ciertas ideas que venían formándose y de las que antes no había tenido oportunidad de ocuparme. De hecho, hay poemas en este nuevo libro escritos antes de la publicación de “Broza”. Pero también la distancia, la angustia, la imposibilidad de contacto, las pérdidas que nos asolaron en este tiempo muchas veces me han hecho sentir que ante todo lo que ocurría mi escritura era insuficiente. Y por otros momentos sentía que era lo único, o lo más único, que tenía para dar.

- ¿Cómo conjuraste esas sensaciones?

- Creo que esas contradicciones también aparecen en el libro. En términos de temáticas, no hay un diálogo directo con eso, porque no todos los textos fueron escritos durante este período, pero hay algo que me sucede cada vez que releo estos poemarios y es que me veo frente a cierta utopía de comunicación, cierta utopía de acercamiento y cierta insistencia en el cuerpo como punto de encuentro, de refugio y de revelación; creo que son formas en las que he podido responder, a veces hasta inconscientemente, al modo en que este tiempo me ha afectado.

- El libro condensa tres poemarios inéditos. ¿Qué los hermana y qué los diferencia al momento de dialogar en el mismo volumen?

- Podría reconocer que he intentado vehiculizar en ellos un deseo, un deseo de escribir todo lo que estuviera a mi alcance, y simultáneamente, de asumir esa imposibilidad. Creo que quise mostrar cómo veía las cosas cuando se me hacía carne cierto presentimiento acerca de lo poético; creer que la poesía es siempre ese presentimiento. También hay ciertas formas de apreciar el mundo, ciertos posicionamientos, ciertas experiencias urgentes que me interesaba acercar, no porque me parecieran únicas o inéditas, sino porque, más que nada, me parecían bellas. De algún modo u otro, creo que esa voz los hermana. Por otro lado, creo también que cada poemario tiene su identidad. Esa fue una de las razones por las cuales Nacho Jurao, que es el editor del libro, me propuso, en lugar de realizar un solo tomo en tres secciones, como lo habíamos pensado en principio, que lo publicáramos como tres poemarios interdependientes.

- ¿Y cómo se leen?

- Si bien los textos han sido escritos en distintos períodos, no hemos optado por una publicación cronológica, el criterio ha sido más bien estético. Cuando yo le decía que no sabía cómo organizar coherentemente el material, Nacho me respondía que era interesante pensar qué núcleos había y cómo los poemas iban orbitando alrededor de ellos. Entonces creo que cada uno de estos poemarios está trabajado desde ese lugar. En algún punto son distintos y en algún punto insisten en lo mismo, porque creo que la escritura, o mi escritura, es, ante todo, una insistencia.

- ¿Qué te sedujo de la propuesta de Gerania para publicar?

- En varios sentidos el trabajo de Gerania me parece impecable. No sólo en términos de edición literaria, por cuya experiencia estoy muy agradecida; también en términos de catálogo editorial, de diseño y de propuesta estética. Hacen un trabajo con mucha pasión y al mismo tiempo con mucha seriedad. Por otro lado, conozco a Nacho de hace varios años, he tenido la oportunidad de trabajar con él en otros proyectos y siempre es feliz encontrar personas que tratan con tanta ilusión y cuidado lo que escribimos.

- ¿Qué rol están jugando las editoriales independientes en la visibilización de escritores y escritoras jóvenes?

- Creo que es crucial, no sólo en nuestra provincia, sino también en otras, en tanto se encargan de construir redes para que las escrituras circulen -escrituras que quizá no han sido reconocidas por el canon o por la hegemonía cultural-, y para que nuestro campo literario se consolide y entre en contacto con otros. Pero es también lo que asume una editorial independiente cuando decide publicarte lo que me parece significativo señalar. Algo que, en mi caso, está más allá del acto de publicar un libro mío, algo trascendental para mi escritura, quiero decir. Tanto con Gerania como con La Cimarrona he sentido que quienes me han editado y publicado han defendido conmigo la convicción de que podían ser interesantes e importantes las cosas que yo decía.

- ¿Te sentís parte de un movimiento de poetas tucumanos sub-30, o crees que las propuestas son tan diversas que no se ajustan a una mirada colectiva?

- Quizás las propuestas son muy diversas en cuanto a lo estético, pero no diría que estoy por fuera de un posible movimiento que conformemos lxs escritores tucumanxs sub-30, al menos en cuanto a posicionamientos frente a la escritura, frente a la políticas culturales, que, a riesgo de generalizar, pueden llegar a ser similares. Aunque en otro sentido también siento que lo que escribo se contacta con otras estéticas o con otrxs poetas que no necesariamente entrarían en esa categorización. Me gusta pensar que pertenezco al campo literario tucumano en general, junto con gente a la que admiro y aprecio mucho.

- ¿Podés diferenciar las sensaciones que te provoca escribir poesía y leerla en público?

- Son sensaciones que a veces puedan resultar intensas o difíciles, pero disfruto muchísimo. Algunas cosas de la escritura conllevan cierta pesadumbre. Pero la escritura, para mí, es una insistencia, más allá de todo sufrimiento, para conquistar el goce. Y siento que una de las mejores formas en que puedo compartir esa visión es cuando leo poesía en público. Se genera como una ceremonia alrededor de algo que está más allá de lo que digo, algo que es estremecedor y al mismo tiempo muy disfrutable, incluso aunque no usara esa palabra para describir lo que esté leyendo. Toda escritura, creo, pasa de un modo muy avasallante por el cuerpo. Y cuando leo poesía en público, poniendo mi cuerpo, presiento que puedo, más que nunca, compartir esa experiencia, y que quienes están ahí sienten conmigo ese avasallamiento. Ahí, al menos en ese momento, puedo sentir que se cumple esa utopía de comunicación de la que hablaba.