Poco más de un siglo atrás, más precisamente 103 años llegaron a nuestro país los primeros casos del famoso asesino biológico que se había conocido que pasó a denominarse “grippe española” aunque la enfermedad no nació en España sino en cuarteles militares norteamericanos donde llegaron soldados que habían combatido en Europa durante el último año de la Primera Guerra Mundial. La enfermedad llegó a la Argentina en octubre de 1918 e ingresó por el puerto de Buenos Aires. Esa primera etapa fue más bien benigna, y causó unas 2.200 muertes. Al año siguiente la mortandad alcanzaría casi los 15.000 decesos. Ambas cifras fueron muy llamativas, porque en 1917 apenas habían fallecido 319 personas.

“En la ciudad como en la campaña, los casos de grippe, son numerosos -publicó LA GACETA por aquellos días del invierno de 1919. Las defunciones dan cifras extraordinarias. De distintos puntos de la campaña solicitan con urgencia auxilios médicos. Hacia fines de mayo la enfermedad ataca el Cuerpo de Bomberos, donde se detectan 10 casos y hay un fallecido”. Las noticias anunciaban día a día lo que iba ocurriendo en la provincia. Una de las zonas más afectadas fue Santa Ana: “en los primeros 15 días de mayo han ocurrido 96 defunciones”, publicaba el diario (en los meses previos había un promedio de 14 al mes) y recomendaba evitar las grandes aglomeraciones de público en lugares cerrados.

Se destacaba también el accionar del personal de la Asistencia Pública que durante el mes de junio de 1919 desinfectó “más de 300 ranchos y viviendas”. Y la nota agregaba: “en bien de la salud pública, que la obra no se detenga, que sea completa, librando a aquellos barrios de los diversos factores de enfermedades y en donde últimamente la grippe hizo centenares de víctimas”. Se enviaban “guardias sanitarios” a las poblaciones del interior provistos de medicamentos para los enfermos.

Los establecimientos escolares cerraron sus puertas por recomendación de las autoridades sanitarias para evitar la propagación de la enfermedad. El cierre se produjo con la llegada de la segunda ola la de 1919 ya que las actividades en 1918 tuvieron cierres esporádicos.

Los políticos de la época se aprovecharon de la enfermedad para evitar dar quórum en las sesiones legislativas, un ardid muy criticado por nuestros cronistas conocedores de los entuertos del poder de aquellos tiempos.

En 1918

Se desinfectaban los edificios públicos y se colocaban carteles en los que se pedía “no dar la mano”, una medida profiláctica, junto con el lavado de manos, que sigue siendo beneficiosa para detener los contagios. También se pedía la realización de la higiene del hogar varias veces por día. Además se informaba que la aireación de los ambientes, con la apertura de puertas y ventanas pese al frío invernal, ayudaba en la disminución de la carga de gérmenes en los salones y habitaciones.

Nuestras páginas reflejaban en los inicios de octubre de 1918 los primeros informes de la llegada al país de la famosa grippe española y de a alarma producida en Buenos Aires. Se anunciaba que, a solicitud del Departamento de Higiene, el presidente de entonces, Hipólito Yrigoyen -que “estaba muy preocupado” por la epidemia- había determinado que se declaran infectadas “las procedencias de los puertos portugueses, españoles y franceses”. “Las autoridades sanitarias procuran calmar la alarma. Pero la impresión general es que la epidemia realmente existe, debiendo adoptarse precauciones sin tardanza para evitar mayor difusión”, relataba una crónica. En este sentido La Razón señalaba: “sea o no endémica por el producto de la casualidad o por el medio ambiente, el hecho indiscutible es que son muchísimos los enfermos que existen en toda la capital atacados de grippe. Sea española o criolla la enfermedad existe y este hecho lo ratifica cualquier médico que tenga pacientes en los barrios suburbanos”.

Además indicaba: “ningún facultativo atribuye gravedad al mal y por ahora tampoco creen que se trate de la influenza española, pero puede fácilmente evolucionar al menor contacto con la que nos llega de afuera”. Día a día nuestro diario informaba de lo que ocurría en la metrópolis.

Las autoridades prohibieron las reuniones masivas y se impidió la concurrencia a los cementerios en el Día de los Muertos de 1918. La epidemia tuvo una fuerte implicancia en Buenos Aires y en el centro del país pero su presencia fue más débil en el norte, que sí fue la región más afectada al año siguiente.

Por aquellos años nuestras ediciones tenían una sección que tenía por título “Registro Civil” donde se anunciaban los nacimientos y las defunciones. Mientras la pandemia no se hizo presente las defunciones ocupaban espacios pequeños al tiempo que los nacimientos tenían más. Pero la aparición de la “grippe”, y en especial en 1919, hizo subir las defunciones hasta ocupar de dos a tres columnas y eso llamó la atención de nuestro colegas que con el título “Días luctuosos”, a fines de mayo de 1919, señalaban que “en otro sitio publicamos una lista de las defunciones anotadas en el Registro Civil” y agregaban que “da miedo. Se comprueba la cifra fatídica y se piensa en las informaciones de las autoridades sanitarias que la epidemia declina”. Los actos por la independencia de aquel año se realizaron con normalidad aunque el desfile se realizó con cierto distanciamiento entre contingentes.

El inicio de noviembre de 1918 fue clave para enfrentar la enfermedad, ya que la provincia dispuso una serie de medidas para cortar la circulación. Se clausuraron las escuelas y se promovieron a los alumnos al curso siguiente en base a los promedios que tenían hasta ese momento ya que fueron suspendidos todos los exámenes previstos para aquel mes. Se desinfectaron templos, teatros y confiterías así como también autos y tranvías. Se prohibieron los bailes, reuniones y cualquier evento donde se reunía gente en cantidad. En el Día de los Muertos se prohibió las aglomeraciones masivas en las necrópolis.

Nuestro diarios expresó aquel primero de noviembre que “las medidas que se dictaron por las autoridades sanitarias de la provincia y aún las mimas adoptadas por las de la Capital Federal han venido en apoyo de nuestra prédica emprendida desde que se tuvieron noticias de los primeros casos de grippe”.