El rostro del médico de terapia intensiva es, en muchos casos, el último que ve un paciente. Esta especialidad es el último bastión de la defensa de la vida. Hay que tener una capacidad especial para ser intensivista. Hombres y mujeres que miran a la muerte de frente todos los días. Tal vez por eso, aunque sus capacidades son indispensables, hay cada vez menos estudiantes que eligen esa rama de la profesión. No es redituable, es casi imposible sobrevivir con un sólo trabajo, y a eso hay que adosarle una altísima carga emocional. “Se nos capacita para dar malas noticias. Es una experiencia que no le deseo a nadie. Y hoy estamos agotados. Nos faltan recursos. Nadie deja de trabajar y de poner el hombro. Pero nunca vivimos una situación como esta. Y va a ser peor. A este paso vamos a terminar decidiendo quién vive y quién muere. No sé cómo vamos a salir de esto”. Jorge Ramacciotti lleva 30 años en las terapias. Es el jefe del Servicio del Hospital Padilla y está sobrepasado. Pide responsabilidad, a los ciudadanos con los cuidados que todos conocemos, y a la dirigencia política, con el ejemplo.: “el manejo de la pandemia fue desastroso”. Este es el diálogo que mantuvo con LA GACETA

- ¿Cómo analiza la situación que estamos viviendo actualmente?

- El balance no es positivo. A nivel nacional y provincial la pandemia develó los problemas crónicos en la salud pública, la falta de personal calificado, el tema salarial no se resolvió, vivimos en condiciones muy precarias. La crisis económica repercutió de mala manera. Tenemos equipos parados por no poder comprar repuestos. En Tucumán la situación desde el punto de vista sanitario es muy preocupante, en un contexto gravísimo. Con una tasa de muertes muy elevada. Por eso querer resolver los problemas estructurales de base en esta situación ahora es imposible. Pero cuando esto pase hay que hacer cambios profundos. No nos puede agarrar una crisis así sin estar otra vez preparados.

- ¿Cuál es la situación real en el sector de terapia intensiva?

- Trabajar en terapia es muy demandante, por las características generales de nuestra profesión, el intensivista no tiene un solo trabajo. Cubrimos guardias en el sector público y en el privado. Hay mucho desgaste. Nos encontramos con los pacientes más graves del hospital y en un contexto que no tiene todos los recursos y no encuentra respuestas en tiempo y forma. La vida útil de un intensivista es de 15 o 20 años. Después uno ya observa signos de agotamiento. Trabajamos corriendo de un trabajo a otro. Todo exacerbado por la pandemia, con muchas situaciones de tensión. Un día en terapia intensiva es muy duro. Y no vemos sólo covid, tenemos otras patologías a las que hay que prestarles atención.

- ¿Qué diferencias está viendo con lo que sufrimos el año pasado?

- La población en su conjunto y los trabajadores de la salud estamos en otro contexto político y social, hoy hay una crisis política muy severa, una económica que nos está devastando. La gente está mucho más cansada, mucho más desesperanzada. Es una crisis global del país. Si sintiéramos que el país está estable sería distinto, pero todo el conjunto hace aguas, no hay constitucionalidad. Es más grave que el año pasado. Uno puede enfrentar el cansancio cuando estamos contenidos, pero salimos a la calle y nos pueden matar por la inseguridad. La inflación nos puede dejar al borde de la pobreza y con una crisis sanitaria sin precedentes. La gente transmite desesperanza, en un clima generalizado. Hay una gran precariedad con la que uno vive el día a día.

- ¿Y las diferencias sanitarias con la primera ola?

- A principios de 2020 nadie sabía nada. El otro día repasaba los protocolos del año pasado y ya casi no se utilizan. La pandemia nos sorprendió a todos, pero había un voto a favor del Gobierno. Pero se desnudaron todas las otras situaciones. La gente de terapia intensiva venía planteando que iba a haber una crisis y fue lo que pasó. La pandemia reveló la falta de recursos humanos, hoy algunos que dicen si les doy clases a los clínicos o cirujanos ya van a saber qué hacer, pero no es así. No podemos dejar de enmascarar esta crisis en este contexto social, y vemos que los laboratorios hacen negocios, que el plan de vacunas es una truchada. Los expertos del Gobierno primero salían en todas partes y ahora desaparecieron. Nos sentimos solos para enfrentar a la pandemia. Las autoridades no indican las normativas que corresponden, están vacunado a gente que no corresponde. Está todo muy mal.

- Tiene una actitud crítica a la forma en la que se encaró esta crisis...

- Argentina tuvo uno de los peores manejos de la pandemia del mundo. El primer error no fue informar bien. El ministro de salud de la Nación fue incompetente y duró demasiado en el cargo. La vacunación VIP lo terminó arrastrando. Esta cuarentena de fase 1 con toda la gente guardada fue nefasta. Aquí no había circulación comunitaria y nos ponían al lado de Buenos Aires. Otro error fue el número de testeos, se deberían duplicar. Otro error gravísimo electoralista fue decir que iba a haber millones de vacunas y hacer una épica del fracaso, un fracaso político. Es una inmoralidad prometer lo que no se puede cumplir. Manejaron todo de manera irresponsable. Argentina está en el peor lugar en el manejo de la pandemia, los parámetros no son economía o salud, son los dos.

¿Y en Tucumán cómo trabajamos?

- Fue muy acertado el tema de la vacunación de la población de riesgos, pero se vio empañada por la vacunación VIP. La política de vacunación no fue clara, dependemos de la situación de vacunas, pero no podemos generar vacunas. El sistema de salud no estaba preparado para enfrentar la pandemia. A los hospitales de cabecera como el Centro de Salud, el Avellaneda, y el del Este les está faltando mayor capacitación y mayor apoyo. Además la población se sigue enfermando de otras patologías que no se pueden dejar de lado y el sistema debe estar preparado. No se logró una adecuada combinación público-privada. En estas situaciones no debe haber público y privado. Ese diálogo y ese trabajo en común no fue eficiente y hubo una falla general en los testeos, además de la clara falta de ejemplo de las autoridades. El gobernador organiza eventos masivos y no da el ejemplo, hacen actos y contradicen lo que se está pidiendo.

- ¿Cómo están trabajando en el Padilla en medio de esta pandemia?

- Tenemos cuatro unidades de internación y la cuatro ya empezó a recibir pacientes covid, está llena. La siguiente unidad será la número dos y hay otras salas disponibles, pero no somos sólo un hospital de covid. Todos los pacientes con neurotraumas van al Padilla. Estamos muy preocupados. Las personas no se cuidan, hay que dar un mensaje claro. Ahora el virus se comporta de una manera diferente, venimos de pacientes añosos, pero ahora hay mayor precocidad, con mucha insuficiencia respiratoria, pacientes sin comorbilidades, muy jóvenes. Hay un descenso de la edad de los pacientes, entre los 38 y 55 años. Pero, además, todavía hay mucha gente que cree que el virus no existe, pero sí existe. Y mata. Tal vez no me mate a mí, pero puedo ser vector para contagiar a mi madre, a mi padre, a mis hermanos. Por eso para liderar una comunidad se debe dar el ejemplo. A los líderes políticos se les debe exigir más, si yo digo que no se deben hacer algunas cosas, pero los políticos las hacen el mensaje es nefasto.

- Usted pasó por esta enfermedad...

- El año pasado empecé con síntomas, habías tenido contactos estrechos y me hice los análisis pero dieron negativo, sin embargo los síntomas persistían. Pero me seguían dando negativo. Estaba con gran compromiso clínico, debilidad muscular, y compromiso respiratorio. Me hicieron cinco PCR que dieron negativos, un lavado pulmonar que también negativo. Entonces vimos que tenía anticuerpos elevados. Tuve la enfermedad pero no la tradicional. Todos esos estudios, antígenos o PCR, pueden dar falsos negativos. Hay que mantener un control clínico seguido, y respetar las normas. Hoy aún tengo algunas secuelas, algo muy leve. La capacidad física no es la misma de antes.

- ¿Qué es lo que hay que repetirle a la población en estos momentos?

- Que las medidas que hay que tomar no son extraordinarias. Hay que taparse la boca, ya que es un virus respiratorio y contamina manos y objetos. Saber usar el barbijo, lavarse las manos con agua y jabón, respetar el distanciamiento social. Esas son las medidas, si no somos capaces de hacer eso que es tan simple, ¿de qué estamos hablando? Hay una parte de la comunidad que aún cree en la magia.

- ¿Cómo ve lo que viene?

- El problema es que todavía no sabemos hacia dónde vamos. Hay que escuchar todas las campanas. Estamos en plena ola, hay que cuidarse. Todos los departamentos de Tucumán son de alto riesgo, hay que actuar con responsabilidad. Hay ocupación de camas y de respiradores muy altos. Tenemos pacientes covid y de los otros. En Tucumán se habla de entre un 60 % y un 80% de ocupación. Puede ser que no vaya a haber camas. Si esto continúa así es posible que lleguemos a un nivel mucho mayor. Estamos caminando hacia la crisis. Y tarde o temprano vamos a tener que decidir quién entra al respirador y quién no. Decidir sobre la vida y la muerte, y no sólo de pacientes covid. Los otros también son muchos y no los podemos desproteger. Más que camas necesitamos recursos humanos, necesitamos todo el equipo funcionando. Si uno cae hay que reemplazarlo, pero el médico intensivista es el más difícil de reemplazar y debe haber un reconocimiento económico.

¿Cuál es el peor momento de un terapista?

- Lo que más nos cuesta es asumir una muerte que pudimos haber evitado. Tengo 30 años en la especialidad y nunca vimos algo así. Nunca pensé que íbamos a enfrentar una crisis de esta magnitud. Si se siguen produciendo 100 accidentes por fin de semana con traumas de cráneo, vamos a tener que decidir quién entra y quién no. No vamos a poder luchar por la vida de todos. Algunos van a tener chances y otros no, hay que decirle la verdad a la gente. Se nos capacita para dar malas noticias. No quiero que tengamos que enfrentar esa disyuntiva. No se lo deseo a nadie. Hay que aprender de las crisis.