Históricamente, las redacciones -o salas de noticias- fueron el corazón del oficio. Moldeadas últimamente al ritmo vertiginoso de las plataformas digitales, constituyeron el segundo hogar (y, a veces, el primero) de cronistas, redactores, editores, fotógrafos, diseñadores, camarógrafos y, más cerca en el tiempo, analistas de audiencias, métricas y administradores de comunidades virtuales. Nacieron impregnadas por el olor a tinta y llegaron a 2020 envueltas en redes sociales y streaming. Hasta el año pasado, imaginar el periodismo sin estos espacios eclécticos, estresantes, ruidosos, desordenados y magnéticos era casi imposible. El coronavirus decretó su fin. O al menos el final del modo en el que las conocíamos.

Lo que no cambió -se robusteció, por el contrario- fue el rol esencial del periodismo para generar certezas. Esta situación se potenció a causa de la otra pandemia que vivimos: la desinformación. Si antes del coronavirus las comunidades ya estaban enfermas por la sobredosis de noticias falsas que circulaban por las redes, los acontecimientos que ocurrieron de enero en adelante las pusieron en terapia intensiva.

Quizás estas situaciones puedan englobarse con dos conceptos: cambio permanente y voto de confianza, respectivamente. Trazar algunas categorías nos ayudará a comprender la multiplicidad de procesos ocurridos con este marco.

Ya no será igual

- Redacciones y flujos de trabajo: en marzo, cuando el Gobierno nacional estableció el aislamiento obligatorio en Argentina, el 90% de los integrantes de los equipos periodísticos de LA GACETA comenzaron a trabajar desde su casa; quedaron equipos reducidos cumpliendo tareas presenciales en la planta de impresión y en LGPlay. Desde el lado de los recursos tecnológicos, fue necesario garantizar la operatividad de todos los sistemas. Desde lo humano, continuar con la tarea diaria en un contexto incierto y remoto. Hay quienes dicen que las grandes redacciones físicas murieron. Otros, que cambiaron para siempre.

- Formación: este cambio implicó también una transformación en el modo en el que se transmiten los conocimientos del oficio fuera de la academia, es decir, en el quehacer diario (estos tópicos pueden profundizarse en distintas publicaciones y espacios generados por Adepa y Fopea).

Impulso

- Innovación: el coronavirus obligó a innovar en muchos aspectos. La implementación del trabajo remoto fue uno de ellos (Meet, Zoom, Slack y Trello fueron aliados). A eso se suma el espaldarazo que recibieron diversas plataformas informativas; podcast, redes y newsletter, entre otras, ayudaron a llevar noticias a nuevas audiencias.

- Suscripciones digitales: recibieron un gran impulso y LA GACETA no quedó al margen. En un contexto de altísima incertidumbre, las audiencias demostraron que están dispuestas a pagar por información chequeada, generada por periodismo responsable y profesional.

- Distribución y consumo: el tráfico en las plataformas digitales explotó; lo mismo ocurrió con las interacciones en las redes sociales de los medios periodísticos.

Fortalezas

- En 2020, la información verificada y el periodismo responsable recibieron un voto de confianza. Tráfico, nuevas audiencias y más suscripciones digitales lo confirman.

- El año que se va demuestra que el cambio es lo único permanente. Y eso se refleja en los modos en los que se produce y se consume información. Quizás las redacciones no vuelvan a ser lo que eran. Pero el periodismo siempre será un buen remedio para enfrentar la pandemia de la desinformación.