“El paisaje de fiesta se disipó, el humo de los ranchos, los acordes de las guitarras, la alegría de los puesteros y el colorido de la gente. No, no son sábados si no hay feria en Simoca”. Es lo que dice Estela María Apud, al exponer con crudeza en un escrito lo que representa para la ciudad de los sulkys el cierre provisorio de su principal atractivo comercial y turístico. La decisión se dispuso el 14 de marzo último en el marco de las medidas tendientes a frenar el avance de la Covid-19. “Ese día la feria apagó su esplendor y, obediente y comprometida, dijo ¡sí a la vida!”, justifica en otra parte. Estela, casi como una plegaria de esperanza, dice: “esperamos verte tal cual te retratara Alfredo Gramajo Gutiérrez; con colores furiosos y chillones que contrastan y potencian tu vida áspera y dura pero llena de dignidad y de vida”. Y concluye: “sos parte de nuestra vida. ¡Ya volverás!”

El cierre de la Feria de Simoca, en rigor, trasciende lo meramente folclórico para constituirse en un desastre económico. Y más si se tiene en cuenta que el municipio arrastra desde hace años el más alto nivel de desocupación de la provincia: más del 40% de su población activa.

La feria aliviaba la situación de estos y otros subocupados. Ahora, los siete meses de inactividad los hundieron en la pobreza extrema. Cientos de pobladores del municipio que vivían directa o indirectamente de su movimiento: vendedores de comidas, de quesos, de dulces, de frutas y verduras, de chacinados, artesanos y músicos, entre otros. También afectó a quienes venían de otros lugares de la provincia.

“A pescar para comer”

“Por sábado solía ganarme unos $3.000 para sobrevivir en la semana. Ahora apenas saco unos $1.000 en la semana. A veces tengo que salir a pescar para tener algo que darles a mis dos hijos”reveló don Miguel Angel Paz. Tras haber perdido su espacio en la feria, ahora el municipio le permite instalarse a la orilla de la avenida que corre por el frente del predio ferial. Ahí ofrece queso artesanal. Los sábados ningún vendedor puede instalarse en la zona. Es el único día prohibido. “Durante la semana hay algo de movimiento, pero la gente mira y se va. Uno está aquí horas y horas sin vender casi nada. Se nota que no hay plata” añadió.

VACÍO. El predio, sin actividad desde hace siete meses.

Tan solo en el predio ferial son alrededor de 500 los puesteros o familias que acusaron con severidad el cierre temporal de la feria. Después hay otros numerosos que se instalaban en alrededores. “En mi puesto vendía comidas. Trabajábamos sin parar 20 personas, entre meseras y cocineros. Todos nos quedamos sin trabajo. Por eso ahora vendo frutas y verduras. Rogamos que pase pronto esta pandemia así volvamos a trabajar normalmente. Esto nos tiene asfixiados” comentó Armando Sosa. El puestero consiguió autorización para instalarse en la vereda del sector este del terreno de la feria. “Cumplí 40 años trabajando en esto y jamás tuve que poner pecho a una crisis como esta. Se cerró la feria y todos quedamos muy pobres”, añadió.

"Igual que en Río Hondo"

Golo Saifán, director de Turismo y Cultura, dijo que lamentablemente en Simoca por ahora no hay posibilidades de reapertura porque los casos de Covid-19 han repuntado. El intendente Marcelo Herrera fue uno de los contagiados. “Son decisiones del Comité de Emergencia de la provincia (COE) que respetamos en razón de que están en función de una realidad sanitaria. Lo que hay que tratar de hacer es colaborar entre todos para que mejore la situación epidemiológica” agregó. “Todos somos conscientes del duro impacto que significa la feria paralizada para la economía local. Son miles de personas afectadas no solo de aquí sino también de otras comunidades de la provincia” observó. “Hay productores de hortalizas y otros que debieron reubicar sus cosechas en otros mercados y los elaboradores de comidas y otros se adecuaron al sistema de reparto a domicilio” sostuvo.

Sobran los casos de quienes se vieron obligados a reconvertir su actividad. El más curioso es el de Luis Cerrizuela. El hombre cuidaba los cientos de vehículos de visitantes que estacionaban los sábados frente a la feria. Ahora vende especias. “Eran tantos los autos y camionetas que entonces ganaba como para pasar la semana. Ahora como vendedor no saco ni la mitad para sobrevivir” aseguró. “Cómo no va a haber tanta pobreza por aquí si la gente se quedó sin su trabajo. Solo pueden respirar tranquilos los que trabajan en la administración pública” expuso Nora Ruiz, una vendedora de aceite. “Aquí pasa lo mismo que en Termas de Río Hondo. Está todo paralizado y con gente que, al perder su trabajo, no tiene para comer” comentó.

La Municipalidad en el afán de contener a la legión de desocupados que van al municipio a pedir ayuda o trabajo, instrumentó distintos programas laborales. Uno contempla a mujeres que se desempeñan como barrenderas. Por quincena cobran $1.500, según reveló una de las trabajadoras.