Un paso para el rugby, un salto para el de la región. Así, parafraseando a Neil Armstrong y su seguramente no improvisada línea al pisar la superficie lunar, podría sintetizarse la importancia de este Sudamericano 4 Naciones. Tal vez no resulte novedoso ver a Argentina celebrar un título en este ámbito, donde sigue siendo por lejos el más desarrollado y experimentado, pero aún así vale destacar el trabajo para ratificar ese lugar y mantenerse como el faro rugbístico del continente. Sería un error relativizar esa constancia bajo el pretexto del deber ser, de que pasó lo que tenía que pasar. Además, en el triunfo estuvieron varios involucrados protagonistas tucumanos, y aunque ese tampoco sea un dato disruptivo, es un síntoma de buena salud del rugby de la provincia como proveedor de talentos para los seleccionados nacionales. Junto a Diego Ternavasio, miembro del staff de entrenadores, estuvieron los jugadores Santiago Portillo, Javier Díaz, Mateo Carreras y Gonzalo García (aunque este último no haya podido participar por lesión). Estos fueron, exceptuando a los que se desempeñan en clubes europeos, los primeros tucumanos en volver a jugar al rugby desde que la actividad se paralizó a nivel mundial a causa de la pandemia.

PICANTE. El tucumano Mateo Carreras impuso su habilidad por la punta.

Tal vez no sean los únicos. Gracias a la buena experiencia que dejó el torneo- desarrollado en el Estadio Charrúa de Montevideo-, el Valentín Martínez (Sudamericano femenino) que se juega siempre a fin de año en Uruguay podría salvarse de la ola de eventos cancelados. Y son varias las tucumanas que aparecen entre las eventuales convocadas al seleccionado argentino femenino.

Precisamente, ahí radica el valor principal del Sudamericano 4N: en ser la primera competencia oficial bajo esta nueva realidad, comprobando que, con reglas claras y compromiso por cumplirlas, es posible. Así lo demostró Uruguay, el país que mejor viene controlando la situación por estas latitudes, y que antes del torneo alojó la burbuja de Los Pumas antes del viaje a Australia. Yendo un poco más allá, se enciende una luz de esperanza sobre la posibilidad de que el regreso del rugby de los fines de semana en los clubes, el que esperamos todos, quizás no sea una fantasía tan lejana después de todo.

OBJETIVO CUMPLIDO. Argentina XV fue de menor a mayor y se llevó el trofeo.

Crecimiento

El crecimiento del rugby de la región le importa mucho a Argentina. La llegada del virus expuso una realidad que hasta entonces maquillada por los buenos resultados de Jaguares: para los principales actores del concierto rugbístico mundial, Argentina queda lejos. Muy lejos. La pandemia le vino como anillo al dedo a Nueva Zelanda y Australia para convenir una competencia más cercana (y menos costosa) entre ellos en 2021, y Sudáfrica apuntó sus franquicia a Europa, quedando Argentina y sus Jaguares sin tener con quién jugar, al menos hasta nuevo aviso. Para no depender tanto de costosas aventuras en otros continentes en el futuro, nada le serviría más a Argentina que una Sudamérica fuerte. Un proceso que requiere tiempo y paciencia, pero que algún día había que iniciar. Esa fue la misión encomendada a Daniel Hourcade: replicar el exitoso modelo del alto rendimiento argentino en los países de la región y hacer posible una competencia como la Superliga Americana, el proyecto más ambicioso del Cono Sur para los próximos años. Por lo pronto, el Sudamericano ya permitió vislumbrar el crecimiento de Chile, que mostró un rugby mucho más aceitado y estuvo a punto de ganarle por primera vez a Argentina en el debut. Uruguay y Brasil no mostraron su verdadero potencial, ya que varios de sus mejores hombres juegan en Europa, pero aprovecharon para darle rodaje a sus juveniles. Justamente, porque su objetivo por ahora no es ganar, sino seguir creciendo.