Hay pocos signos de civilización tan importantes como los caminos. Son los vasos conductores para el crecimiento. No poder tener salidas que amplíen nuestro horizonte y nos permitan crecer como sociedad nos llevaría indefectiblemente al letargo; y de ahí a la agonía, hay tan sólo un paso.

No se puede pensar en crecer sin vías de comunicación. Por eso, la situación en Siete de Abril es desesperante. Los habitantes de este pueblo ubicado a 150 kilómetros al noreste de San Miguel de Tucumán llevan más de 100 días encerrados. La pandemia, y sus consecuencias, los aisló completamente. La única salida que tienen es la ruta 34, que pasa frente al acceso a la localidad, pero como está en tierra de Santiago del Estero, estrictos controles policiales les impiden el paso. Están presos, secuestrados dentro de su propio pueblo, y a pesar de ser comprovincianos, no podían circular hacia el resto de la provincia simplemente porque no hay caminos internos habilitados. Al menos hasta esta semana. Es que por la voluntad de varios actores, políticos y sindicales, una vieja ruta, que se había transformado en una peligrosa picada por la falta de mantenimiento, les permitirá, al menos, volver a sentirse tucumanos.

ABRIENDO CAMINO. Sandoval (“Zonis”) y Acosta (Uocra), con LA GACETA.

“No sabe la alegría que es para nosotros esta noticia. Ya no sabemos qué hacer. El que no lo vive no se da cuenta de lo desesperante que es eso”, afirma Zulma Monserrat. Ella había sido una de las vecinas que el 29 de mayo reclamó una mayor intervención del Estado para solucionar el problema. “Necesitamos que se acuerden de nosotros”, había dicho la mujer que enumeraba en ese momento la falta de acceso, la inexistencia de un cajero automático y la poca periodicidad de la asistencia médica como los principales problemas de Siete de Abril.

El 3 de junio, “Panorama Tucumano”, el programa televisivo de LA GACETA, mostró la situación en ese pueblo. Y la imposibilidad de los vecinos de salir para aprovisionarse e incluso para trabajar. La ruta 34 está cortada y no hay otro acceso habilitado para llegar hasta allí. David Acosta, secretario general de Uocra Tucumán, vio el informe y decidió intervenir. “Me parecía increíble que los vecinos estuvieran como rehenes”, afirmó el sindicalista. En la zona se están realizando trabajos de recambio de vías y Acosta habló con los propietarios de la firma “Zonis”, que lleva adelante esa tarea, para ver si podían colaborar con el reacondicionamiento del camino. Y la respuesta fue positiva. “Nosotros tenemos todas las máquinas aquí, y las pusimos a disposición para dar una solución”, explicó el ingeniero Ricardo Sandoval.

El camino al que hacen referencia va desde el límite de Siete de Abril, antes de llegar a Salta, y recorre 16 kilómetros hasta la ruta 304, que desemboca en Burruyacu. “Esto estaba abandonado, la maleza le había ganado a la traza y era muy difícil pasar, incluso en moto o en camioneta 4x4. En auto era imposible”, añadió Sandoval. Los operarios abrieron nuevamente la ruta, la compactaron y trabajaron en los márgenes, pero todavía falta. “Si a esto no se lo completa con una capa de ripio de nada servirá lo que hicimos”, afirmó el ingeniero.

PRECARIEDAD. Algunas pobladoras viven con sus hijos en carpas de lona.

A conseguir ese material se comprometió el delegado comunal, Gustavo Jaime, quien dijo que está realizando las gestiones. “Somos los primeros interesados en que esto se haga”, afirmó el funcionario. La empresa “Zonis” se hace cargo de los trabajos en los primeros siete kilómetros desde Siete de Abril, y el resto será tarea de la Municipalidad de Burruyacu. Pero, a pesar de ello, el martes, cuando LA GACETA volvió a visitar el lugar, ya había autos circulando por el camino con vecinos que iban a comprar provisiones. Hacía años que semejante cotidianidad no acontecía.


Pobreza endémica

Los sieteabrilenses estaban acostumbrados a hacer todos los trámites (compras, farmacia, extracción en los cajeros automáticos) en Nueva Esperanza (Santiago del Estero, a 25 kilómetros) o en Potrero (30 kilómetros, en Salta). Pero por la cuarentena se les prohibió el paso a esas provincias. Y ya no tuvieron dónde reaprovisionarse. Algunos que podían salir pagaban hasta $ 5.000 por el viaje hasta San Miguel de Tucumán. “Nosotros tenemos carnicería y verdulería, y es muy difícil conseguir mercadería”, coincidieron Carlos Arroyo y su hijo Diego. Los comerciantes advirtieron, no obstante, que el mayor problema de la zona es sanitario.

“Antes teníamos un médico todos los días. Pero se jubiló, y ya no lo reemplazaron. Ahora hay una médica que viene dos días a la semana, tres horas a la mañana. No alcanza”, se quejaron.

Igualmente celebraron mucho la apertura del camino y se esperanzaron en que sea el mismo gobernador Juan Manzur quien reinaugure la obra. Pero, al menos por ahora, no está previsto ese viaje en la agenda del mandatario provincial. “Queremos un cajero”, insistió Zulma Monserrat. “Todos cobramos con tarjeta y le tenemos que pedir a alguien que pueda llegar hasta la ciudad que nos traiga el dinero”, indicó.

Otro problema hasta aquí sin solución es el de la pobreza endémica en la zona. Aldana Correa ya había mostrado las condiciones en las que vive con su familia, y aunque le consiguieron una silla postural y tratamiento vía videollamada para una de sus hijas, sigue sin baño. Y sus vecinas Cintia Correa, Belén Ciancaglini y Belén Quiroga la pasan peor. Viven en carpas de lona. “Los chicos estos días pasan mucho frío. Necesitamos que alguien nos ayude”, suplicaron, mientras mostraban sus tiendas.

Mientras tanto, la comunicación con el resto de la provincia está a punto de rehabilitarse. Para un pueblo que parecía olvidado, poder volver a conectarse es casi todo. Una de las formas de crecer.


Transporte
Volvió el colectivo

Uno de los principales problemas que tuvieron en Siete de Abril desde que se declaró la cuarentena fue la falta de transporte público. Como el colectivo debía recorrer la ruta 34 para entrar al pueblo, la Policía le cortaba el acceso en Santiago del Estero. Eso se solucionó esta semana. Un colectivo sale del pueblo a las 6 y regresa desde la terminal de la capital a las 16. El lunes hubo un problema ya que un inspector detectó que iba una persona con residencia en Nueva Esperanza, Santiago, y lo hicieron bajar del rodado. Además hubo una amenaza de que se cortaría de nuevo el servicio si eso volvía a suceder, lo que calentó los ánimos. Por suerte el problema no pasó a mayores y el recorrido hasta ayer siguió con normalidad”.