“Prevención”, una palabra que se ha vuelto el estandarte de todas las medidas de salud implementadas para controlar los focos de dengue y de coronavirus en la provincia. Pero ¿cómo tomar los recaudos necesarios sin una gota de agua?

En el camino vecinal a Ohuanta (terrenos que se extienden desde la avenida Solano Vera hasta la ruta provincial N° 331) viven más de 20 familias con un reclamo mutuo: poder lavarse -aunque sea- las manos.

“Fuimos olvidados en el peor momento. Hace tres meses que estamos sin agua y nos cuesta un montón lograr higienizar las viviendas y cuidar nuestra salud ¿Cómo vamos a protegernos del coronavirus si tenemos que hacer milagros hasta cuando tenemos sed”, comenta Liliana Vequiz. Su hogar está compuesto por siete personas y 21 perros que rescataron de la calle, por lo cual la desinfección de los pisos y del patio es un tema que aflige a Liliana.

En otros casos, la preocupación pasa por el bienestar de los enfermos o de los mayores. Para Miguel Oscar del Solar las canillas secas son sinónimo de un gasto mensual que cuesta afrontar en plena crisis económica. “Desde que arrancó este problema tengo que comprar más de cinco bidones de agua para que consuma mi mamá, de 82 años. Eso sí, las boletas (del servicio de agua) siguen llegando mes a mes”, comenta el damnificado.

DENGUE. La gente debe juntar envases con agua al aire libre.

Para parchar la carencia, los vecinos deben acercar baldes, botellas o cualquier envase disponible a una manguera verde que los conecta con las instalaciones del country aledaño.

Por unas semanas esta ayuda implicó un alivio, pero el miércoles la carencia se profundizó al extenderse el corte hídrico hasta la urbanización privada aledaña.

“Acá hay otras seis familias que residen y tenemos 25 casas en plena construcción. Las obras tuvieron que cortarse o repensarse ante la falta del recurso y eso obligó a que 120 obreros dejasen momentáneamente de trabajar”, explicó Eduardo Cohen Imach, uno de los propietarios del country “Santa Bárbara Hills”.

A esta altura, las cisternas también yacen inhabilitadas. “Intentamos cuidar la poca agua que queda y ver las tareas esenciales para utilizarla. Sinceramente cuesta estar tranquilo porque nos quitaron una herramienta clave para luchar contra las enfermedades actuales. Pensemos que ni los barbijos pueden lavarse”, lamenta Liliana.

LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI

Conflictos paralelos

En una suma que interrelaciona el malestar y modos alternativos de resolución, los propietarios advierten que esta nueva rutina de “acopiar agua como se pueda” influye en la propagación de los mosquitos.

“Hace un tiempo pasó el personal del Siprosa para alertarnos sobre el dengue y repartir folletos informativos. Nuestro barrio es un foco para el Aedes aegypti. Además la calidad no es apta para el consumo sostenido. Mis hijas y otros niños del barrio tuvieron gastroenteritis por beberla”, añade Yanina Rodríguez.

En varias casas, la gente debió proceder a procesos de purificación casera con piedras y arena para evitar complicaciones estomacales.

OBRAS PARADAS. La falta de agua impide la construcción en un country y deja sin trabajo a los obreros.

Junto a la cantidad de reservorios de agua informales, otros vecinos advierten sobre la basura acumulada que hay en la boca de tormenta que los une con el barrio Ohuanta. Un yuyal con restos de comida, pañales descartables y lluvia acumulada.

Soluciones

Ante los reclamos, la Sociedad Aguas del Tucumán afirma que el servicio volverá a funcionar con normalidad en el transcurso de esta semana.

Acorde con los análisis que hicieron ayer sus empleados, para conseguirlo se deberá realizar unos cambios técnicos en el pozo de agua de San Pablo.

“Los pozos tienen un nivel estático y uno dinámico de agua. Cuando baja la producción, la bomba carece de sumergencia y hay que volver a acomodar los equipos a otra altura y colocar un tablero de mayor potencia para continuar con la extracción. Para este proceso disponemos de los elementos adecuados”, explica Carlos Cortez, gerente de la SAT en Lules.

De igual forma, las familias insisten en que hay un abandono por parte de la comuna de San Pablo, a la que acercaron quejas en reiteradas ocasiones, dijeron.

“El problema está en vías de solucionarse. El agua en ese territorio está distribuida y administrada por la SAT. Como comuna nuestra labor fue elevar los trámites y notificar a la institución. Ella es la encargada de gestionar las soluciones”, recalcó el comisionado comunal, Sergio Castro.