Primero lo negaron y callaron. Mandaron a los trolls a exigir pruebas, fotos, y a desacreditar a la prensa en las redes sociales. Luego comenzaron a admitirlo en voz baja. Hasta que el escándalo alcanzó escala nacional y tuvieron que salir a poner la cara.

El famoso asado en la casa del intendente bandeño Darío Monteros -que tampoco fue asado, fue arroz con pollo y empanadas- les explotó en el rostro a los tres poderes tucumanos.

El gobernador Juan Manzur, el vicegobernador Osvaldo Jaldo y el vocal de la Corte Suprema, Daniel Leiva, violaron la cuarentena y debieron haber sido arrestados, según el artículo 205 del Código Penal de “Delitos contra la salud pública”.

Por eso fueron denunciados ante la Justicia Federal por la sindicalista de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación, Alejandra Martínez Romero, y por el abogado Gustavo Morales, en una jugada que si bien es legalmente correcta, tampoco es ajena al muñequeo político-mediático.

Las explicaciones fueron nafta arrojada a la fogata. Seis días después de que se hizo pública la comilona de los tres poderes, junto a intendentes, diputados, ministros y legisladores, el vicegobernador confirmó el delito: “les digo que en el decreto nacional todas las autoridades nacionales, provinciales y municipales están exentas de la cuarentena y del aislamiento obligatorio. No nos contempla porque somos quienes debemos salir a gestionar”.

Jaldo estuvo mal asesorado. Las autoridades están exceptuadas, al igual que los trabajadores de la salud, las fuerzas de seguridad, los farmacéuticos, los periodistas, empleados de supermercados, personal diplomático y migratorio, recolectores de residuos, entre otra decena de actividades esenciales, pero en ningún caso, sin distinciones ni privilegios, están exceptuados para reunirse a almorzar y beber vino. Incluso, so pretexto de que se hubiera tratado de un almuerzo de trabajo.

Este fue el segundo argumento que esgrimieron los comensales para justificar lo injustificable. “Fue una reunión de trabajo”.

Y aquí vamos a los importante, ya dejando de lado lo anecdótico de la comida, aún cuando más de 6.000 tucumanos fueron detenidos por causas similares, al igual que una veintena de funcionarios de todos los rangos a lo largo del país, que hicieron lo mismo que las coronadas autoridades locales.

El mediador

Genera enorme curiosidad saber sobre qué eje de trabajo puede haber girado una reunión de gente tan importante.

Lo primero que llama la atención es que es bastante poco usual que se reúnan los tres poderes del Estado, cuatro intendentes, tres ministros, el vicepresidente de la Cámara y una diputada nacional.

Uno se imagina que casi casi se está cocinando la refundación de Tucumán o que se barajan medidas extraordinarias para la provincia.

La coartada de la “reunión de trabajo” empieza a desmoronarse cuando conocemos que uno de los tres poderes, en este caso el Judicial, no participó de la reunión en representación de la Corte Suprema. De ser así, según lo indica la Constitución, debería haber estado sentada a esa mesa la presidenta del máximo tribunal, Claudia Sbdar, quien además se anotició del encuentro a posteriori.

La participación del vocal de la Corte no tuvo otro sentido que el de actuar como un necesario mediador entre dos viejos conocidos, donde además de la amistad, puede, por su cargo, otorgar garantías suficientes al encuentro.

Leiva ha sido asesor legal del ex intendente de Trancas desde hace más de dos décadas y es, a su vez, un hombre que goza de la confianza del Gobernador.

Leiva no sólo fue fiscal de Estado de Manzur, sino que ascendió al puesto que hoy ocupa por la escalera de Casa de Gobierno.

¿Y por qué fue necesaria la presencia de un encumbrado mediador, hombre de confianza tanto para Manzur como para Jaldo?

Y porque si la pregunta es retórica la respuesta siempre emerge desde lo más obvio.

El principal objetivo de esa “reunión de trabajo” fue limar asperezas en una relación que está irremediablemente deteriorada, entre el Gobernador y el vice.

No fue casual el nombre de los alfiles que se movieron en ese tablero, en este caso una mesa de almuerzo decorada con botellas de Catena Zapata, piezas que responden a uno y otro bando, como tampoco fue casual la sede elegida para el conciliábulo.

La jugada fue orquestada por Jaldo, con apoyo de su aliado y anfitrión del encuentro, porque entiende que si se calman las aguas y cesan los ataques, el vicegobernador será el mayor beneficiario de esa tregua.

Si reina la paz hasta el 2023 el candidato natural para suceder a Manzur es Jaldo.

Si no hay paz, ya se sabe, en una guerra los resultados siempre son impredecibles.

Con tregua o sin ella, Manzur está decidido a que esto no ocurra y para eso cuenta con, al menos, tres hombres de confianza para que integren la fórmula en las próximas elecciones, él ya en ese caso de nuevo como vicegobernador.

En otro planeta

Entonces tampoco se trató de una “reunión de trabajo”, sino de un grupo de funcionarios orquestando el reparto del poder político de hoy y de los próximos siete años.

Y aquí es donde la decadencia institucional de Tucumán se hace tan evidente que sonroja hasta al cuero más duro.

En una provincia aguijoneada por el dengue, que rompe récords; asfixiada por un confinamiento que tiene a la economía de rodillas; con un sistema de salud asustadísimo de que la pandemia explote; con la mitad de los habitantes por debajo de la línea de pobreza; con un nivel de delincuencia acuciante, y con una larguísima lista de problemas estructurales graves, es incomprensible que nuestras autoridades ocupen su tiempo jugando al ajedrez de sus propias mezquindades y avaricias.

Porque lo cierto es que bastante menos hubiera importado que se reunieran a comer arroz con pollo, asado o sushi y bebido costosos vinos, y a violar la cuarentena obligatoria, si de ese encuentro hubiera surgido al menos una sola idea para mejorar el desastre que es esta provincia.

Como las monarquías de la Edad Media, los califatos de oriente medio o las aristocracias europeas, los funcionarios, que son empleados públicos con privilegios, parecen habitar otro planeta, donde sus preocupaciones son diametralmente opuestas a las urgencias del pueblo.

“¿Tienen coronita?” preguntaron enojados varios foristas cuando se informaron sobre “el asado” de los tres poderes.

Coronita aún en medio del virus corona.

Fuerte contraste con una imagen que dio la vuelta al mundo esta semana, donde se veía al presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, con barbijo y en bermudas, haciendo cola en un supermercado, como cualquier vecino. Un país que además mostró una unidad política envidiable ante la crisis, virtud que han elogiado líderes de todo el mundo.

“Ved en trono a la noble igualdad”, reza nuestro Himno Nacional, que entonamos todos, aunque unos pocos cantan sólo esa parte que dice “coronados de gloria vivamos”. Siempre coronados vivamos, los coronados de siempre.