Tres de cada 10 personas en el mundo no tienen acceso a agua potable segura. En una década, será la mitad de la población la que no tenga agua. El crecimiento demográfico, la contaminación, el desarrollo (insostenible) y el calentamiento climático son los causantes de esta catástrofe ambiental. En las regiones húmedas, las inundaciones empeorarán. En las zonas estériles, las sequías también se acentuarán. Esas personas sin agua no están necesariamente en Nigeria o en África: la crisis de la que habla Naciones Unidas es palpable en Tucumán. Y el único modo de detenerla es mover la conciencia de la clase política. “Y para eso, se necesita una ciudadanía involucrada”, propone Liliana Abascal, doctora en geología y máster en gestión del agua. Ella piensa que el problema se debe más a la mala gobernanza del agua, que a su escasez. “Se debe reformular la organización de las instituciones con injerencia en el agua, fortalecerlas en equipamiento y capacitar a su personal. Se debe conocer mejor el régimen hídrico de las cuencas fluviales. Y se debe, sobre todo, incorporar a los usuarios en cualquier estrategia de gestión”, dice. Desde la perspectiva de Abascal, los tucumanos hemos dejado la gestión en manos del Estado, primero, y de privados, después. Cree que tenemos que generar administraciones mixtas, conformadas, además, por los ciudadanos.

- Naciones Unidas viene planteado que ha llegado el tiempo de los gobiernos locales. ¿Qué opina de la municipalización del servicio?

- Es un camino complejo y con tensiones. Resulta difícil tomar una decisión. Pero los municipios y las comunas son los ámbitos donde viven y se desarrollan los ciudadanos. Por eso, en esas instancias deberían surgir los arreglos institucionales necesarios para la participación.

En voz del ingeniero civil Roberto Lazarte Sfer, la falta de planificación ha provocado esta crisis. “Históricamente, los distintos gobiernos han ido detrás de los problemas. Han apagado los incendios. Nunca han intentado ponerse delante de ellos con una planificación a largo plazo... ni siquiera a mediano plazo...”, opina. Lazarte Sfer se especializa en proyectos hidráulicos y estudios hidrológicos. En 2015, integró la comisión de estudio que advirtió sobre los riesgos que sufría el río Muerto.

“En Tucumán, el agua es un recurso que sobra. Pero las reparticiones públicas que deberían gestionar sobre la problemática no lo hacen. Los pocos estudios han sido negocios de consultorías. Y esto tiene su origen en los cuadros políticos, cuyo interés no pasa por resolver el problema”, añade. Según él, la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) y los otros organismos vinculados a la provisión y saneamiento trabajan en un contexto “decadente” y con falta de presupuesto.

Surgen nuevos ríos

Se suele culpar a la agricultura, asimismo, de los problemas de escasez, proponiendo que el 75 % del conjunto de todo el consumo va a parar a los sembradíos. Aunque suena cierto que los cambios en el uso del suelo y el calentamiento global están agravando la situación y aumentando la variabilidad del ciclo hidrológico, Eduardo Martel hace algunas salvedades. “Lo que pasa con el agua en Tucumán es inconcebible. Las cuencas del sur se han desestabilizado. Están surgiendo nuevos ríos”, alerta. Esta dinámina no es consecuencia del cambio climático ni de situaciones extraordinarias, reafirma. Es consecuencia -aclara, en consonancia con Lazarte Sfer- de años de abandono de las obras existentes y de carencia de obras nuevas.

Martel es ingeniero civil y se especializa en ingeniería estructural. Desde su constitución y hasta su caducidad (septiembre de 2017 a mediados de 2019), ha coordinado la comisión especial de Emergencia Hídrica de la Legislatura. “Hay una ausencia de políticas de Estado que den a la infraestructura el lugar que debería tener -prosigue-, de estrategias de desarrollo sostenible y de un organigrama de gobierno que tome como eje principal la gestión ambiental”. Por ello, Tucumán colapsa con las primeras lluvias de cada verano, explica. Y ese colapso lo sufre la población, que se inunda; la naturaleza, que se degrada, y los productores, que pierden centenares de hectáreas.

- ¿Cómo se huye de politización del agua? ¿Cuál sería una solución inteligente?

- En el Gran Tucumán, la crisis del agua, por la ausencia de obras públicas, invade todo el circuito, desde la deficiente provisión domiciliaria hasta el líquido contaminado que llega al río Salí. En el camino, flotan los derrames cloacales. Ninguna repartición debería tener inconvenientes para justificar un fondo no reembolsable del Banco Interamericano de Desarrollo.

Otra de las sugerencias elaboradas en esos grupos de trabajo en el seno de la Legislatura es la creación de un fideicomiso ambiental, como una alternativa de financiación para proyectos de restauración de tierra degradada, manejo de suelos y reforestación a nivel de cuencas. Sobre esta idea ahonda Liliana Aráoz, mediadora ambiental, titular de la fundación Sustentarnos y promotora de esa iniciativa. Al igual que Martel, plantea la necesidad de acceder a fondos. Por eso, menciona las particularidades de esta figura contractual para constituir un patrimonio específico e independiente de la voluntad de los gobernantes de turno.

De hecho, en el caso de cuencas interjurisdiccionales, como la Salí- Dulce (compartida por Catamarca, Córdoba, Salta, Santiago del Estero y Tucumán), el fideicomiso dejaría afuera a los vaivenes de la política interior de cada provincia, resalta.

En síntesis, la clave parece estar en la gobernanza. El ingeniero tucumano Leandro Díaz recoge las opiniones de quienes le precedieron y dice: “en Tucumán, el problema no es la falta de agua, sino cómo administrar de manera sostenible ese recurso”. Díaz es especialista en hidraúlica, docente y presidente del Foro Argentino del Agua, la filial de la Asociación Mundial para el Agua. En diciembre último, estuvo en Madrid en la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, (COP25). Allí oyó que la imprevisibilidad de los recursos hídricos, provocada por el cambio climático, hace imprescindible el involucramiento de los gobiernos. “La tecnología es muy potente para lograr la eficiencia, pero requiere una excelente gobernanza”, repite, como si fuese un mantra.

América latina y el Caribe disponen del 31% de toda el agua dulce del planeta y de apenas el 9% de la población global. Aún así, millones de ciudadanos padecen carencias. Ese escenario grafica, en definitiva, lo que han sostenido los expertos locales: uno de nuestros mayores problemas no es la falta de agua, sino cómo logramos un desarrollo sostenible. Y la responsabilidad no les cabe sólo a los políticos. Si multiplicamos por 1,5 millón las veces que nos bañamos, lavamos el auto o cepillamos los dientes, entenderemos el valor de cada grano de arena.