Carlos Duguech - Analista Internacional

El ayatolá Ali Jameneí, líder supremo de la Revolución Islámica de Irán, quebró una norma diplomática, aún en un panorama de “pre-guerra”: no dijo represalia, ni acción de defensiva, ni respuesta condigna a EEUU, donde el presidente Donald Trump confesó la autoría intelectual del asesinato del general Qasem Soleimani.

El líder supremo de la revolución Islámica de Irán se expresó en términos desusados luego del asesinato en el aeropuerto de Bagdad que dejó nueve muertos. Refiriéndose a Soleimani escribió en un comunicado en su web oficial: “Su fallecimiento no detendrá su misión, pero los criminales que han manchado sus manos con la sangre del general Soleimani y de otros mártires en el ataque deben esperar una dura venganza”.

He aquí el riesgo supremo. Los “imaginadores”, que ya han visto el ataque a las Torres Gemelas, previsualizan un escenario de parecidos contornos. Por ejemplo, el asesinato de un líder como lo fue Soleimani, para hallar un paralelismo que materialice la “venganza”, en los términos expresados.

Derecho internacional

También desde el gobierno de Irán se advirtió formalmente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –en paralelo con la venganza anunciada- que Irán asumirá en plenitud su derecho a defensa activa por lo sucedido en el aeropuerto.

Lo califica como un “hecho de guerra”. Siendo así, otorga derecho al país en el que se ha producido, lo que lleva a disponerse como si hubiese sido destinatario de una declaración de guerra.

EEUU rompió un pacto

Si algún analista hubiera tenido que responder hace media década si era posible armar un grupo de países para controlar y sugerir a Irán en cuanto a su desarrollo como país nuclear, y cómo debe conducirse con esa tecnología, habría dicho: “imposible, con el gobierno de los ayatolas, no”.

Si, además, a ese analista internacional le hubiesen mostrado un texto con los nombres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, China, Gran Bretaña, Rusia y Francia, que a la vez son los primeros y más importantes poseedores de arsenales nucleares) integrando una mesa de negociación (a la que se suma Alemania) con la finalidad de establecer el Plan de Acción Integral Conjunto -PAIC- para controlar que Irán encamine sus tecnología y proyectos nucleares sólo para uso no militar, seguramente el analista habría dicho: “imposible, es una fantasía”.

No fue sino una realidad. En julio de 2015 se conformó ese grupo y se estableció el acuerdo con Irán: En necesario decirlo: Irán es firmante del TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear) en 1968. Israel no. Razón por la cual la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) puede participar en Irán de misiones de control sobre el uso de la tecnología nuclear, lo que no puede hacer ni en Israel, ni en Paquistán ni en Corea del Norte.

Ese histórico acuerdo (PAIC), un logro único de la diplomacia de seis países con el gobierno de Irán, fue boicoteado por Trump. Él decidió que los EEUU se salieran del pacto en mayo de 2019.

Impuso, a partir de entonces, sanciones a Irán. Traicionó el pacto y se burló de sus otros integrantes que, sin embargo, se esfuerzan por mantenerlo pese al natural enojo y decepción de sobierno de la Revolución Islámica de Irán.

Inseguridad

No lo podemos saber. Se especula acerca de cómo se implementará. Una acción del país ofendido, y a nivel de estado. O una acción solapada y -horroriza pensarlo- de similar naturaleza de la acción infligida por el dron armado que ordenó Trump asesinara al líder Soleimani.

Suponemos que en los EEUU nadie se siente muy seguro. Pende sobre la cabeza de cada ciudadano esa no definida pero si reiterada promesa de venganza.